27 diciembre 2020

Un apellido sin acento...

Que quién va a ganar? A estas alturas, estoy convencido que esa ya no es la pregunta, sino si Arauz gana en primera o en segunda vuelta. De ahí que la única otra pregunta que habría que hacerse es “por qué es que va a ganar”; que, claro, es preferible hacérsela ahora que dejarla para después, para cuando ya haya triunfado. Entonces, ya será tarde para querer hacer un diagnóstico y entonces sí preguntarse: ¿por qué ganó? Respecto a ese diagnóstico, ¿de qué serviría uno, cuando lo único que verdaderamente ameritaría ya sería una autopsia, una infructuosa disección?

Pero, escúchenme bien, no es eso lo que quiero que pase, es simplemente que eso es lo que creo que va a pasar. Y eso es lo único que les puedo contestar: el porqué; es decir, los motivos por los que creo que eso va a suceder:

 

• La gente sigue creyendo en Correa; no acepta que fracasó y menos que el exilado líder la engañó. Cree que su única equivocación fue rodearse de gente que se aprovechó de las circunstancias o que en el camino se dejó tentar por la corrupción. A la final, fueron tantos los corruptos, que ya no saben si de verdad les traicionó su líder; tampoco tienen claro quién robaba y quién no.

 

• Correa sabe que esa fue la mayor debilidad de su gobierno y que sus propios elegidos pusieron en riesgo su proyecto; nunca imaginó que sería tan rampante la corrupción. Se entiende que lo que estuvo permitido, lo que probablemente estuvo estructurado fue un cierto esquema; uno, en el cual las coimas estaban establecidas para defender y fortalecer ese “proyecto”, pero sus adeptos se dejaron vencer por la concupiscencia, no estuvieron preparados para controlar su propio espíritu avaricioso y la fiebre del poder los llevó a ver todo aquello como una oportunidad para favorecerse; probablemente creyeron que ese latrocinio no era incompatible con el proyecto, podían hacerse ricos creyendo que no afectaban su ansiada, aunque incongruente, revolución.

 

• Correa tuvo el mérito -y no le quedaba más, no le quedaba otra- de no poner un candidato conocido; con ello ganaba dos cosas: no correr el riesgo de que se identifique este nuevo intento con alguien contaminado o, peor aún, que se lo identifique a él mismo con uno de los innumerables peculados de su gobierno. Segundo, poniendo un candidato de bajo perfil, que dé la impresión de ser ponderado, medianamente capaz y tranquilo; se aseguraba desde el principio que el elegido iba a ser alguien sumiso. Calzaría en aquella fórmula ya propuesta en el pasado (Roldós a la presidencia, Bucaram al poder). Debía ser alguien que garantizara que no lo volverían a traicionar. No debía quedar duda que era él quien realmente mandaba, que era él, Correa, quien estaba en el poder.

 

• Además, Correa tenía un aliado formidable: se había dado cuenta de que la clase media no había conseguido unirse alrededor de un nuevo líder; y, sobre todo, que la derecha no había crecido porque no se había remozado. Quien hace cuatro años lucía como un candidato fresco (Lasso), ya no representaba ahora alguien que se había logrado adaptar al paso del tiempo, al paso de esos cortos cuatro años. Durante todo ese tiempo, Lasso nunca fue un político de oposición a tiempo completo; dio la impresión que dejaba su discurso para después, para las elecciones, que lo que realmente quería era solo ser presidente, no realmente hacer nuevas propuestas para cambiar al País. Al final del día, sus innecesarios y contraproducentes acuerdos con Nebot, y los socialcristianos, lo hicieron ver como que había claudicado y, peor aún, que había cogobernado con Moreno para beneficiarse políticamente; y para, eventualmente, asegurar la transición y guardarle las espaldas ya en el poder.

 

De golpe, Guillermo Lasso, ha pasado a representar a una derecha que no ha sabido renovarse: es una derecha anquilosada. Cuál era entonces el desafío: demostrar que sabía cómo renovarse, que quería vender un nuevo producto y que sabía cómo lo iba a vender. Lamentablemente no supo ni pudo venderlo, sencillamente porque jamás hubo ese nuevo producto; y, no habiéndolo, nunca supo tampoco qué vendería ni cómo lo iba a vender.

 

La derecha debe comprender que tiene que remozarse. ¿Cómo? Simplemente cambiando, dando la impresión de que ese cambio es de veras auténtico. Cuando digo que tiene que remozarse, estoy diciendo dos cosas: primero, que debe estar representada por un grupo humano más fresco, más joven, diferente; y, segundo, que tiene que cambiar de imagen, una que le haga parecerse a la izquierda, tiene que ser un proyecto con diferentes medios pero que apunte a similares objetivos. La derecha no tiene otra alternativa que estar con los pobres y desfavorecidos. Y no solo debe estarlo, sino también parecerlo. Tan simple como eso: o demuestra que lo está o desaparece.

 

Por todo esto creo que Arauz va a ganar. Y prefiero decirlo ahora, a que después tenga que estar explicando porqué ganó un desconocido que se vendió bien, y porqué fue que Lasso no ganó... Sí, creo que Arauz va a ganar; y digo esto, a pesar de que no me gusta. Bien sé que su apellido no lleva tilde, aunque tampoco creo que lleve acento...


Share/Bookmark

No hay comentarios.:

Publicar un comentario