23 diciembre 2020

Un siglo, y su insospechado vértigo

Él es riobambeño, y quizá el más riobambeño de mis primos. Aviador como yo, dejó esos fierros para dedicarse a los negocios a tiempo completo. La suya debe haber sido, por un tiempo, una tarea inescrutable, un impredecible empeño... Hoy, no lo dudo, ha aprendido los secretos del oficio y es bueno para eso; ha tenido la fortuna de que su cariñosa mujer y sus tres industriosos vástagos se han convertido en sus fieles y leales escuderos. Los veo, a todos, aventurarse por el mundo, sabiendo que es así, con perseverante trabajo y con renovado esfuerzo, como se forjan las empresas, se le pelea a la vida... y se asegura el porvenir de los más exitosos emprendimientos.

 

Me ha hecho llegar una vieja crónica aeronáutica de su tierra, de la de nuestros abuelos (sí, también tenemos linaje de “arena pupos”); se trata de la llegada del primer aeroplano a Riobamba en 1920, y no puedo sino pensar que aunque nuestros padres eran a la sazón todavía muy pequeños, aquel episodio debe haber marcado, con harta probabilidad, los años de juventud de nuestros abuelos. Se me hace difícil no imaginar a ese hombre alto, enjuto y altivo, caracterizado por su espíritu idealista y una inalterable pasión religiosa, mi abuelo Alberto, y no verlo cubriendo con sus brazos, los hombros de su menuda y diligente esposa. La imagino a ella, mi abuela Carlota, levantando sus ojos azules, buscando refugio en la serena apostura de su afable y bondadoso compañero.

 

Observar aquel pájaro metálico, indagar acerca de su estructura, explorar la apariencia de sus marciales aviadores; todo ello debe haberles parecido quizá un blasfemo desafío, una irreverente provocación a los díscolos caprichos del destino... Lejos estaban de imaginar que, pasado el tiempo, una de sus hijas desposaría a otro piloto y que gente de su misma sangre y prosapia (algunos de sus nietos) habrían de pilotear otros más modernos aparatos que la ciencia y la tecnología desarrollarían durante ese mismo siglo. Quizá ellos no se dieron cuenta, tampoco, que aquel episodio no se trataba del travieso acto prestidigitador de un nuevo circo de feria; que aquél era solo un pregón casual e inédito, el inesperado signo con el que en adelante nos habría de marcar y sorprender, vertiginoso, el tiempo...

 

Lo que sigue es una crónica de aquel lejano, y siempre probable, encuentro:

 

“HACE 100 AÑOS LLEGÓ EL PRIMER AVIÓN A RIOBAMBA”

 

“Un día como hoy, pero hace un siglo, arribó el primer avión a la Sultana de los Andes. Fue un día sábado 27 de noviembre de 1920, cuando miles de riobambeños admiraban atónitos y por primera vez como un avión sobrevolaba la ciudad y ejecutaba varias evoluciones en el aire. Quienes realizaban esta proeza eran dos jóvenes pilotos italianos llamados Elia Liut y Ferruccio Guicciardi. La aeronave era un pequeño biplano “Marcheti” que había sido bautizado como “Telégrafo 1”.

 

Elia Liut y Ferruccio Guicciardi habían iniciado su intrépido vuelo desde Guayaquil contratados por José Abel Castillo propietario del diario “El Telégrafo” de esa ciudad para realizar un raid aéreo que incluiría las ciudades de Cuenca, Riobamba, Quito, Ibarra y Tulcán. Los pilotos italianos despegaron de Guayaquil el 4 de noviembre de 1920 con dirección a Cuenca a donde llegaron el mismo día. Luego de varios días de permanencia en esta ciudad, en donde el mecánico italiano Giovanni Fedelli aprovechó para dar mantenimiento a la nave y dejarla a punto, los pilotos italianos despegaron de Cuenca el 27 de noviembre rumbo a la ciudad de Riobamba en donde les esperaba una entusiasta multitud de ocho mil personas.

 

El aterrizaje en Riobamba, de la frágil aeronave, se realizó en un improvisado campo de aviación cerca de la Plaza del Camal. Los pilotos italianos fueron recibidos como héroes y, en apoteósico desfile, en el cual participaron miles de personas. Fueron llevados hasta el Palacio Municipal en donde fueron condecorados con una medalla de oro por parte del Concejo de Riobamba.

 

Elia Liut y Ferruccio Guicciardi, dieron una nueva demostración de acrobacia aérea al día siguiente (domingo) ante el asombro del pueblo riobambeño que se había volcado a las calles y plazas de la ciudad para admirar el novedoso espectáculo. Los pilotos italianos, con sus audaces piruetas en el aire, arrancaron gritos de emoción de la muchedumbre. Durante su estadía en Riobamba los jóvenes aviadores recibieron entusiastas homenajes de diversa índole. Finalmente, Elia Liut y su compatriota despegaron su biplano “Telégrafo 1” rumbo a Quito, llevando consigo la primera valija de correo aéreo que se enviaba desde Riobamba”.

 

Una interesante fotografía, en tonos sepia y cuál daguerrotipo, pone punto final a la noticiosa reseña. Está orlada por una histórica leyenda: “Junto al biplano “Telégrafo 1” constan, de izquierda a derecha: Luis Alberto Falconí, Director del Diario “Los Andes”; Ferruccio Guicciardi, piloto; Giovanni Fedelli, mecánico; y, Elia Liut, piloto”. La sorprendente nota mediática obedece al archivo de Diego Moscoso Peñaherrera.


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