23 agosto 2022

Los “Diez Asuntos”

Alguna vez escribí una nota en este blog respecto a los Diez Mandamientos, lo hacía en el sentido de que sería preferible que fueran referencias positivas, disposiciones emanadas para recomendarnos hacer el bien, lo cual sería preferible a emanar prohibiciones que nos obliguen a no hacer el mal. “Nunca había pensado en eso –me dijo uno de mis hijos–, voy a robarme la idea para comentar o elaborar algo al respecto”. La verdad es que existen demasiados NO en los preceptos del Decálogo, palabra que en la Septuaginta (la Biblia traducida del hebreo al griego por setenta sabios) viene de las voces griegas deca y logos que querrían decir “Diez Palabras”, “Diez Asuntos” o “Diez Tratados” (no matarás, no robarás, no mentirás, no fornicarás, no codiciarás esto o no codiciarás aquello...).

 

Pero claro, ya siendo realistas, aquello es inevitable, eliminar esos “no” iría contra la tendencia díscola de la naturaleza humana, nótese que incluso el Diccionario no tiene reservada una palabra para el plural de no (ni nos, ni noes), síntoma tal vez de que eliminar el repetitivo no, es francamente imposible… Parece que para respetar una restricción el hombre necesita “un estate quieto”, un “no” claro y definitivo, una bien definida cortapisa; evitarlo simplemente no es factible. El mismo Moisés, que según la tradición había subido al monte Sinaí para orar y recibir las Tablas de la Ley, habría regresado feliz para participar a su pueblo que había recibido las “Diez Palabras” de manos de Dios, solo para comprobar que los israelitas ya se habían entregado a otros placeres y a otros dioses más permisivos…

 

No estoy muy seguro, qué es lo que pasó con esas benditas “tablas”, que –aunque tablas– estaban simbólicamente fabricadas con piedra; no eran de madera. Desde entonces nos habría quedado la expresión “escrito en piedra” para significar algo indeleble y firme, que debe cumplirse y que no puede obliterarse. De hecho, Moisés (a quien siempre le pintaron con cuernos desde antes de la Edad Media, porque en la traducción de la Septuaginta confundieron el vocablo rayo, o destello luminoso, con la palabra cuerno), se vio obligado a “hacer un nuevo pedido” para reemplazar esas primeras tablas que, en un arrebato irascible, él mismo las había despedazado.

 

El Decálogo representa un código de prácticas que  deben cumplirse para satisfacer el Convenio con Dios. En él se establecen principios éticos que son la base moral de religiones como el judaísmo o el cristianismo. Contiene instrucciones o también prohibiciones contra diferentes flaquezas o pecados, como la idolatría o la deshonestidad, el asesinato o el robo, la mentira o el adulterio. Preceptos y prohibiciones cuya forma de ser enumerados o de ser interpretados varía de acuerdo a la respectiva religión o grupo religioso, pues existen versiones distintas, en las que en la práctica existen más mandamientos que solo los supuestos diez (se contabilizan alrededor de veinte). La Iglesia católica sigue la división de San Agustín que omite el prólogo y divide la prohibición de codiciar en dos.

 

Los Mandamientos aparecen dos veces en los libros de la Biblia católica: en el Éxodo (34:28) y en el Deuteronomio (10:4). El Éxodo es el segundo libro del Pentateuco, que realmente quiere decir “cinco cajas”, ahí se cuenta la salida de los israelitas de Egipto. El Éxodo es conocido con el título de “Nombres” en la Biblia hebrea; en él se encuentran recomendaciones de culto y hasta asuntos un tanto curiosos, algunos relacionados con la guerra, de la misma que exime a los hombres que están por casarse, listos para cosechar frutos o para estrenar una casa nueva… Deuteronomio, por su parte, viene de las voces griegas deuteros y nomos, que juntas significarían “la segunda ley”, este es el último libro del Pentateuco, libro que algunos sectores tradicionales atribuyen a la autoría de Moisés. En hebreo lo llaman Devarim, que quiere decir "estas son las palabras", expresión con la que empieza su texto.

 

Hay distintas versiones en cuanto a qué estuvo escrito en cada una de las dos tablas. Filón de Alejandría, sostenía que el Decálogo estaba dividido en dos tablas de cinco mandamientos cada una: en el primer lado habría ubicado los preceptos referentes a la piedad; y en el segundo  los relacionados a “la prohibición”. Para los demás filósofos (con pequeñas variaciones) la primera tabla contendría los cuatro primeros Mandamientos, los relacionados con el amor a Dios; y, la segunda, contendría los otros seis preceptos, los relacionados con el amor al prójimo.

 

No está claro si esas prodigiosas historias, que cuenta la Biblia, realmente sucedieron o si solo constituyen una gran metáfora que representa el acercamiento espiritual del hombre con la divinidad. En “blanco y negro”, contendría historias con carácter más bien de tipo legendario; así, no deberían ser consideradas como textos históricos.


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