25 julio 2011

Los caprichos de los dioses

Dicen que los dioses confunden a quienes quieren perder; y hoy, treinta y ocho años después, aún no atino a comprender que es lo que me pasó; ni porqué es que decidí hacer algo tan temerario y absurdo! De niño disimulaba mis temores a las oscuridad y a las alturas; aunque a todos tenía engañados con mi arrojo y con mis alardes. En la escuela nadie me conoció jamás como alguien entusiasmado por el vértigo de los saltos al caballete o por propiciar “una subida a la Basílica”, que era a donde había que irse a presentar, cuando accedíamos a subir a esa iglesia en construcción para darnos de trompones al finalizar las clases. Por eso, no sé de donde me salió de pronto tanto exceso de confianza y temeridad. No tengo duda que fueron “los dioses” los que me quisieron perder. Sí, fue culpa de los dioses!

Lo cierto es que, reconocida ya la condición del daño en nuestro avión, aquella tarde en Conambo, teníamos que tomar una pronta y difícil decisión; y para esto, con tranquilidad pero con urgencia, había que hacer ciertas consideraciones:

La más importante de todas era de carácter logístico. Conambo quedaba en un sitio inaccesible de la selva; el Twin Otter era el único avión diseñado para operar en una pista ubicada en un pequeño valle, estrecho y profundo, con una extensión que no llegaba a trecientos metros. La única opción posible, pero tampoco disponible, hubiera sido movilizar a los mecánicos y a las piezas de repuesto por medio de un helicóptero. Quedarnos ahí, con el avión averiado, implicaba ponerse a esperar consultas, decisiones e iniciativas que inclusive desbordaban la real operatividad de la misma compañía petrolera que dependía de ese avión para satisfacer sus más indispensables necesidades de movilización. La Anglo contaba exclusivamente con la operación del Twin para movilizar todo su personal y para satisfacer todo lo relacionado con su propio abastecimiento.

Luego venía el tema operacional: la necesidad de efectuar un vuelo directo desde Conambo a Quito, único lugar en donde nuestro gerente de mantenimiento, un alemán metódico y flemático que hablaba el castellano con acento brasilero y que se llamaba Antonio Bossarek, pudiera hacer las urgentes reparaciones. El problema estribaba en que los vuelos del Twin salían de Pastaza hacia los campamentos, solo con suficiente combustible para realizar el vuelo y tener una reserva adicional de cuarenta y cinco minutos. Esto quería decir que teníamos solo el combustible disponible para efectuar “con las justas” el propuesto vuelo directo. En esos días el vuelo a Quito se lo realizaba siempre a través del cañón de Baños, pero yo había explorado una nueva ruta a través del sur Antisana para hacer ciertos vuelos directos entre Quito y Tena, ahorrando así, más de treinta minutos de vuelo. Fue entonces que hice el cálculo y consideré que se podía hacer el vuelo, pero con una exigua y estrecha reserva de solo quince minutos!

Sí, no cabe duda, los dioses me habían tentando esa tarde y ya habían logrado confundirme! Además, el tiempo meteorológico se veía bueno sobre la cordillera, y la distancia entre Conambo y el paso sur del Antisana permitía un ascenso continuo a una altura donde sería menor el consumo de combustible. Sí, era una decisión arriesgada, y quizás demencial, pero algo dentro de mí me decía que no teníamos otra opción o alternativa. Había que enfrentar el riesgo y aceptar la tentación que había puesto en nuestras manos el destino!

Pero esto no era todo. No hay que olvidar que el avión se encontraba averiado, y no sabíamos la reacción aerodinámica del avión al iniciar la carrera de despegue; las alas se hallaban en una condición de asimetría y además el avión tendría que enfrentar la resistencia del tren de aterrizaje que traía un amortiguador destrozado. Para entonces yo le había cobrado una extraordinaria confianza a este avión sorprendente; y estaba seguro que la nobleza que tenía y que yo creía conocer, iba a sacarnos del apuro y que el noble aparato se iba a comportar como se esperaba. Se me puede culpar de un exceso de confianza; pero solo quien ha volado el Twin y ha conocido sus características excepcionales puede saber de lo que estoy hablando. Porque el Twin es y no es un avión; su desempeño es más bien similar al de un helicóptero. A excepción del Pilatus Porter, no he conocido otro avión que pueda hacer lo que hace el De Havilland – DHC-6, Twin Otter!

Si no, ¿qué avión podría transportar veinte pasajeros a una pista de tan corta extensión? Es su performance tan formidable e increíble, que el Twin puede descender, usando el ángulo beta de sus poderosas turbinas, con tres mil pies por minuto con velocidades tan marginales que producen vértigo. Yo sabía que, una vez controlada la carrera inicial (sería como enfrentar un fuerte viento cruzado, imaginé), podría jugar con la potencia diferencial de los motores para nivelar las alas y luego tendríamos un despegue corto y exitoso. Y esto es lo que ocurrió en la maniobra de más riesgo que jamás me haya propuesto en la vida!

Pero, faltaba todavía el aterrizaje… Quito es una pista larga y ancha; y con el debido cuidado en el control direccional, estaba seguro que, de no mediar una complicación con la resistencia del tren de aterrizaje, no habría realmente que enfrentar ningún inconveniente. Con lo que no conté, fue que esa misma tarde había llegado a Quito el presidente chileno Salvador Allende; por esa razón, se había organizado una parada militar en el terminal aéreo y… habían cerrado el aeropuerto para todo tipo de operaciones! No me quedó más remedio que declararme en emergencia y luego de comunicar de la avería del tren, solicitar la presencia del equipo de apoyo del clausurado aeropuerto. Paré sin dificultad el avión en el comienzo de la pista y luego rodé hasta los hangares. Debo de haber tenido una cara de muchacho malcriado cuando me bajé del avioncito. Bossarek vino a recibirme. Su gesto de reprensión se quedará en mi conciencia para siempre… Fue la tarde en que los dioses me confundieron porque quisieron perderme; pero luego… tuvieron la magnanimidad de perdonarme!

Atlanta, 21 de Julio de 2011
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1 comentario:

  1. Muy buen relato, algo tecnico pero muy entretenido para los que conocemos el Ecuador y sabemos de las dificultades que representa volar entre Los Andes.

    En 1984 conocí a her Bossarek que hoy descansa en paz y a su familia, gracias por recordarme a los Bossarek, recuerdo que había emigrado en tiempos de la primera guerra mundial a Rio de Janeiro por Barco y cuando tuve el gusto de conocerlo aun conservaba su Mercedes Benz y vivia frente al aereopuerto de Quito, ya estaba retirado y aun se le veía muy fuerte y alto. Conocí tambien a su hermana que trabajaba en la compañia Eteco. Sus hijas se regresaron a Alemania en 1985 y ya no les volvi a ver más.

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