01 julio 2011

Ceviche de jimbiricos…

Uno de mis lectores me ha hecho llegar un pequeño comentario respecto a la variada sinonimia que tienen los renacuajos en el Ecuador; el distinguido lector ha aportado con unos pocos nombres con que se conocen a estos animalitos en nuestra tierra. Su contribución incluye los siguientes distintivos: timbul en Riobamba, shucshi en Cuenca y jimbirico en Loja. Su inquietud me ha llevado a realizar una investigación adicional y me he encontrado con una verdadera selva de términos con que se los conoce en nuestra tierra y también en la madre patria. Me imagino que bien se puede intentar un extenso tratado dedicado a los sapos adolescentes, mejor conocidos como renacuajos, con solo enumerar los diferentes nombres con que se los conoce en otros países de América.

He encontrado, por ejemplo, un muy interesante (y muy bien escrito) articulito publicado en Argentina, con el sugestivo titulo de “Sapodiversidad ecuatoriana”. Está escrito por un señor José Villarroel Yanchapaxi (tiene que ser de Latacunga), quien hace un sorprendente registro de “al menos diecisiete nombres que corresponden a diferentes dialectos de etnias o de grupos indígenas”. Menciona que “en la Costa se lo conoce como dodoca y gusarapo; en la Sierra como billico, uille-uille (guilli-guilli), pilligalle, pilliguille, pímbalo, jimbirico, chimbirico y filtre; y, en el Oriente, como tufe y rusu”. Comenta además, el versado compatriota que: “en el imaginario popular, los sapos están relacionados con el mal agüero, han sido utilizados para curar enfermedades como la erisipela, la patada china, el espanto, las sarnas y las verrugas”…

Por culpa de este anónimo amigo que me ha hecho el aporte en referencia, he llegado a tener acceso a un formidable y enjundioso documento, cuyo autor es un científico peninsular llamado Federico Puente, quien escribe un tratado acerca de los batracios. Allí se recoge una copiosa como variada sinonimia de los sapitos adolescentes, “además de los tres nombres que figuran en el diccionario de la Academia: ranacuajo, renacuajo y el aragonés samarugo”. Y ofrece una serie de nombres con los que se conocen en las tierras españolas a las larvas de los anfibios anuros (ranas y sapos). Comenta que se los conoce como cabezota o cuajarrines, en Santander; como burrumbillo, capullá, cabezón, rabicandil, zapatero, zapaburu en Álava y como zampaburro en Araya. Todo esto para no mencionar una docena de nombres con que se los conoce en el norte de España y sobre todo en el país vasco.

Ahora bien; se comenta por ahí (y tengo todavía que averiguarlo) que en el sur del Ecuador, se cosechan los mencionados jimbiricos, para preparar un ceviche de supuestas características agradables. Todo esto, a pesar de que el señor Puente ya advierte en su entretenido tratado que “todos nuestro batracios adultos, incluso la rana comestible, poseen en su piel glándulas que segregan un líquido de propiedades venenosas, de acción irritante cuando se pone en contacto con las mucosas”. Por esto me pregunto si el drástico declive que parece tener la población de batracios en el mundo, no se deberá acaso a las refinadas costumbres culinarias que parece que se exhiben en ciertos remotos lados…

En efecto, el mismo autor hace recomendaciones para su recolección. Y como en asuntos de cocina me caracterizo por compartir mis conocimientos y secretos peroleros, me permito también transmitir sus consejos experimentados: “se los recoge a mano, sin daño y sin método especial. Muchas especies son nocturnas y es útil cazarlas de noche con ayuda de una lámpara. Los batracios prefieren frescura y humedad, por lo tanto la mejor hora para cazarlos será de madrugada o al anochecer”… Sí, porque está muy claro: se ha de procurar obtener los jimbiricos por propia cuenta, ya que es asunto un tanto difícil que se los pueda adquirir en tiendas y supermercados…

En cuanto a su preparación, pues… existen dos recetas de acuerdo a la cocción que haya sido preferida: cocidos al limón o cocinados en un caldo. En todo caso, no debe prescindirse de sumos de naranja y de limón, cebolla blanca trozada a la pluma, un poquitín de mostaza, salsa de soya y picante; añada además pimiento verde bien picado y unas ramitas de culantro. Cuando esté lista la preparación, coloque el ceviche en la nevera y póngase a esperar hasta que se haya enfriado. Mientras espera, acuda a la enciclopedia y consulte porqué le han llamado a un pequeño caserío arrimado a la cordillera como “Boca de los sapos”; y porqué supuestamente en Cuenca prefieren distinguirlo como “Fauces del batracio”… Va a encontrar que los anfibios anuros no copulan; que se reproducen con un sistema de unión llamado “amplexo”, que simula una copulación, pero que a ellos les basta con un extraño y apretado abrazo…

Si es más diligente, amigo lector, va a encontrar curiosas inquietudes, como la de quien pregunta en un foro, que cuál es el nombre científico de los batracios negros; a lo que un incorregible chusco responde que “renacuajus negrus”… Asimismo, haciendo aproximación a una pronunciación seudo latina, he de participar el nombre del ceviche de jimbiricos: “puberus batracium coctis in citrum”… No es probable que la ingestión de jimbiricos produzca algún efecto beneficioso; a pesar de que las diferentes culturas han relacionado a los sapos adultos con la fertilidad y la fortuna; con la magia embrujadora de su canto…

Ah! Pero volviendo al cevichito… no se olvide del canguil, de la cervezas frías y de la música de fondo! Y entonces, empiece a tararear la cancioncita:

Sapo de la noche, sapo cancionero, que vives soñando junto a tu laguna… Adentro!!!

Anchorage, 2 de Julio de 2011
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