05 septiembre 2011

Aguajes y marejadas

Ya para nadie es un secreto que tengo muy mala memoria. Es mi memoria tan mala, que a menudo olvido lo que había prometido y jurado que ya no me iba a olvidar. Esto, en lo relacionado con lo que me propongo; porque, en cambio, con lo que no, con eso, aun sin proponérmelo, termino muchas veces olvidando ciertos conceptos, o las diferencias que hay entre ellos y aun de la identidad de quien me ofreció la aclaración o el comentario que fue entonces pertinente. Así es como, ya no recuerdo quién es el que me dio esa particular información, ni en qué mismo consistía. Me refiero a la diferencia que existe entre las voces marejada y aguaje. O es que, las dos, son términos similares que significan lo mismo, y solo se trata de esos velos con que a veces nos confunde el lenguaje!

Es entonces que opto por ponerme a investigar. Y descubro que “marejada”, de acuerdo al Larousse, equivale a “agitación, excitación, exaltación, inquietud y oleaje”; y consiste en ese “estado de la mar cuando su superficie está perturbada por olas de entre tres y cuatro metros”. Aclara el citado texto, que “la marejada no llega a alcanzar la violencia del temporal”. Me pregunto entonces: qué pasa cuando las olas son de más de cuatro metros? O… a qué se refiere el diccionario y a qué define con el término de “temporal”? Se refiere acaso a tempestad?...

Así es como mis internáuticos husmeos me conducen a más finas aclaraciones: encuentro que “marejada” (que con solo pronunciarla uno ya advierte esa fuerza fonética que por sí sola le es admirable) viene del portugués, consiste en aquel “movimiento tumultuoso de grandes olas, aunque no haya borrasca”. O que corresponde a la “exaltación de los ánimos y señal de disgusto, murmuración o censura, manifestada sordamente por varias personas, que suele preceder al verdadero alboroto”; o a la “situación de nerviosismo y excitación que se da en un grupo de personas y se manifiesta con un gran alboroto de voces”… Hago caso omiso de estas últimas notas figurativas, pues mi interés solo consiste en aclarar si hay identidad entre los dos términos, entre aguaje y marejada, para dilucidar si ambos corresponden a un mismo concepto y equivalen a idéntico fenómeno.

En este punto, vuelvo a confundirme, pues he llegado al conocimiento de la existencia de un fenómeno meteorológico, o si se prefiere oceanográfico, que se denomina “marejada ciclónica”; y que puede ser particularmente dañino y perjudicial, sobre todo cuando se asocia con la marea alta. Al respecto, dice la Wikipedia que “esta marejada ciclónica es una inundación costera asociada con sistemas atmosféricos de baja presión”. Que, “se produce principalmente por los vientos en altura, que empujan la superficie oceánica. El viento causa que el agua se eleve por encima del nivel normal del mar. La baja presión, en el centro del sistema atmosférico, también tiene un pequeño efecto secundario. Este efecto combinado, de baja presión y viento persistente sobre una masa de agua agrandada, es la causa más común de los problemas que produce la marejada”.

Entonces, qué tiene que ver este “movimiento tumultuoso de grandes olas” que llamamos marejada con el aguaje? Me temo que similar asignatura en el esfuerzo, debemos emprender con este último término, aun a condición de no distraernos con la acepción figurativa que le es complementaria, en el sentido de “rumor y murmuración que suele preceder al alboroto” (que es la otra interpretación de marejada). Así encuentro que “aguaje” tiene significados aun más numerosos:

Aguaje puede significar diversos conceptos marinos, como grandes crecientes del mar; como agua que entra en los puertos o sale de ellos durante las mareas; como corriente periódica del mar en algunos parajes; o, simplemente, como corriente impetuosa de ese mar. Pero también se utiliza para designar otros conceptos diversos como aguada, estela, aguadero o abrevadero, y aun para aguacero; también para significar alarde y bravuconada, o para la variación del color en las aguas marinas. Sé además, que con la palabra aguaje se conoce en el Perú a una fruta que crece en los pantanos selváticos. Pero… nos estaríamos ya alejando de nuestro interés investigativo, y del concepto que encierra la idea expresada en esa condición, aquella de cuando corren con violencia las aguas!

En los tiempos que transcurrí “en el otro Oriente”, en el de las selvas amazónicas del Ecuador (no fue en el paleolítico superior, pero sí en mi adolescencia tardía), conocí un tipo de palmera de hojas exiguas y raquíticas, la conocían los nativos como morete, moriche o canangucha. Crecía en las riberas de los ríos, en medio de una vegetación espesa e impenetrable, en los llamados “morichales”; daba una fruta colorada de menor tamaño al de la guayaba; por fuera era rugosa y por dentro tenía una pulpa amarillenta, comestible y de sabor agradable. Más tarde he llegado a saber que es la misma que en el Perú la conocen como “aguaje”.

Esa palmera, que da con generosidad dichos frutos, constituye el símbolo emblemático de una etnia jíbara, la del pueblo Shuar o Achuar, con el que más de una vez compartí su tradicional y siempre comentada chicha fermentada; sin embargo, no fue sino hasta mucho más tarde que tuve oportunidad de que me hicieran probar el supuesto dulzor del mencionado y publicitado aguaje.

Quise, al comenzar esta nota, referirme a las marejadas y a los maridajes… No, no están emparentados, ni siquiera por unión libre o concubinato! Pero, para hablar de maridajes y de concubinatos, ya habrá una nueva y diferente oportunidad. Se me ocurre, por lo pronto, que hay maridajes que se nos están viniendo con la fuerza torrencial que solo tienen las marejadas. Todo, en estos nuevos tiempos del “está prohibido olvidar”…

En cuanto a las diferencias entre aguaje y marejada… sigo sin poderlo recordar!

Anchorage, 4 de septiembre de 2011
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