30 septiembre 2011

Espuma y más espuma!

A veces compramos el paraguas cuando ya ha parado la lluvia; o, lo que es peor, cuando ya estábamos empapados; o, como decimos en la tierra: cuando ya estábamos “estilando” (el término es castizo, aunque en desuso, y lo utilizan en Andalucía y Extremadura con la misma intención que nosotros lo usamos). Muchas veces compramos el remedio cuando ya es demasiado tarde; o, lo que viene a ser lo mismo, cuando ya no hace falta. Esto me ha sucedido, cuando, a punto de terminar mi trabajo y dejar en forma definitiva la República Popular China, me he entretenido con un par de obras relativas a los mitos, costumbres, y supersticiones del pueblo chino.

Ardua tarea es aquella de interpretar las costumbres y los usos ajenos; y más difícil aún, la de interpretar el alma y la psicología de los pueblos con culturas distintas. Muchas veces conseguimos lo contrario a lo esperado, porque no estamos informados que una misma señal o gesto, puede tener no solo distintas, sino opuestas interpretaciones. Quién podría anticipar que el blanco en China significa luto, por ejemplo? Quién, podría intuir que una venia de aquiescencia, no necesariamente significa acuerdo, sino tan solo que el interlocutor confirma que está escuchando, o que está oyendo?... Por ello, un conocimiento básico es siempre preciso para interpretar el alma y la mentalidad de los pueblos que nos son ajenos, con el objeto de conseguir lo que esperamos y evitar momentos incómodos, producidos por falsas interpretaciones o malos entendidos.

Antes de seguir adelante, es importante efectuar una breve aclaración: cuando me refiero a los “chinos”, en esta entrada, me refiero a los chinos que viven en China. Sabido es que hay chinos que viven en ambientes chinos, hablan mandarín o cualquiera de los dialectos chinos, tienen costumbres y facciones chinas; pero que están sujetos a una forma de convivencia y a usos culturales distintos. Es el caso de Singapur, por ejemplo, donde una mayoría china ha adoptado una forma de organización política y social, usando la referencia y aceptando la influencia de sus anteriores reguladores. No puede desconocerse que este sorprendente país estuvo sujeto al control, gobierno y administración del Imperio Británico.

Idéntica situación puede observarse de manera especial en los chinos que han emigrado a Norte América, quienes, parecieran no conservar ya sus tradiciones y costumbres chinas, sino que parecen (especialmente las nuevas generaciones) haber pasado a estar influenciados por los valores y costumbres de sus anfitriones. Estos chinos ya ni siquiera hablan chino; visten, hablan, comen, se comportan y hasta caminan como que fueran americanos… Ellos, en muchos casos, están obligados a vivir una incómoda dualidad: la de los valores que sus padres todavía quieren aplicar en casa; y los usos y tendencias con que día a día les va marcando el estilo de vida impuesto por las instituciones y la sociedad.

He pasado los últimos dos años y medio en esta tierra especial; voy a irme sin comprender muchas de sus costumbres y maneras de actuar. A veces, caigo en el error de generalizar; porque creo encontrar actitudes que parecen definir a toda la sociedad. Hay usos que no pueden dejar de advertirse y comentarse, como la costumbre existente en Shanghai, para mencionar un caso, de salir en pijamas a la calle. No, no estoy hablando de salir a la vereda inmediata en posesión de dicho atuendo reservado para uso doméstico, y aun para lo que parece ser exclusivo: irse a la cama. Porque aquí el ciudadano de ambos sexos no siente ningún escrúpulo o incomodidad cuando ha salido al banco o al supermercado, utilizando esta prenda diseñada y destinada para ese uso específico.

Nunca he conseguido una explicación satisfactoria. Me han proporcionado diferentes interpretaciones. Consistiría en una suerte de mensaje que se transmite con el solo hecho de vestir dicho atuendo. Implicaría un signo de afluencia o el querer hacer notar que se pertenece a ese sector de la ciudad (una curiosa forma de “marcar el territorio”); podría consistir en la afirmación de que su portador se encuentra de descanso o en uso de días libres; o, simplemente, sería una situación equivalente a aquella por la cual se usa ropa deportiva en occidente: por pura comodidad! Sin que, quien la usa, lo haga necesariamente para practicar o ejercitar un deporte. Lo cierto es que resulta un tanto difícil simular una sonrisa cuando se observa este tipo de “colección de ropa de cama”.

Sin embargo, nada parece sorprender más al extranjero que visita China, que esa caótica agresividad que exhiben por doquier los conductores de autos. Aquí parecería que el “derecho de vía” estaría dado por el tamaño del vehículo y por la nunca considerada desatención de los peatones. Los vehículos parecen siempre tener prioridad sobre los transeúntes; y los autos y demás vehículos solo se detienen bruscamente cuando están a punto de atropellar a las personas que, sin importar lo que indiquen los semáforos, han optado por cruzar las calzadas. Así, no parecería importar la condición de la señal de tránsito, ni siquiera el sentido de la vía. El mensaje parece ser claro: “quiten de ahí, que la preferencia es mía”!

Una costumbre que resulta diferente, por su carácter ceremonioso y ritual es la visita a la peluquería. Tanto que si se está apurado, es mejor dejarlo para otro día. Empieza la interminable experiencia con gran aparato y solemnidad. Quince minutos de masajes faciales y craneales son seguidos por una inacabable tarea por medio de la que la dependiente vierte poco a poco una solución jabonosa con el objeto de ir convirtiendo la cabeza en una fábrica de espuma. Luego de otra cláusula de similar duración, el cliente es sometido a un lavado, no exento de nuevas caricias y masajes. Concluida esta parte de la operación, recién comienza el trámite de la limpieza de los oídos, y un nuevo masaje de hombros, brazos y manos. Es sólo ahí que el corte de cabello realmente empieza. Para entonces uno se encuentra ya demasiado maltrecho como para intentar algún reclamo…

Shanghai, 29 de septiembre de 2011
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