10 agosto 2012

A la “Güipuzcoa”, por favor!

Intuyo que quien estuvo encargado hace ya muchas décadas, en el municipio capitalino, de la nomenclatura de las calles de un -entonces- muy moderno y recoleto barrio llamado La Floresta, debe haber tenido raíces vizcaínas; y, es muy probable también que conocía el país vasco. Además, sus ascendientes familiares habrían sido bilbaínos o habrían tenido origen en una primorosa ciudad que conozco –llamada Donostia o San Sebastián- y que funge de capital del departamento de Guipúzcoa (Gipuzkoa en euskera o vascuence). Lo afirmo, porque no de otra forma se entiende que exista esa curiosa insistencia de una misma región de la geografía española –Vizcaya y Guipúzcoa-, con el bautismo de aquellas dos calles. Asunto que no estaría exento de una cierta intencionalidad.

Claro que parecida circunstancia involucraría también a Pontevedra, que es la capital de Galicia (las otras calles que ostentan nombres de ciudades españolas son: Madrid, Lugo, Toledo, Valladolid, Barcelona, Lérida, Mallorca, Sevilla, Málaga y Andalucía). Sin embargo, con Guipúzcoa, está claro que estamos frente a un nombre que no es muy conocido en la geografía, y que eso de escucharlo no es tampoco muy frecuente. Es más, la mayoría de los quiteños ni siquiera sabemos cómo pronunciar el nombre correctamente. Lo más frecuente es escuchar una pronunciación bastarda, que ha degenerado hacia un término que incluye una “u” con diéresis (recalcando el sonido de la vocal) y que ha trasladado el acento hacia la “o”. El taxista conoce donde está ubicada la calle “Güipuzcoa”, pero le han hablado en chino si se le pide la misma calle con la pronunciación correcta…

Un breve vistazo al blasón de Guipúzcoa refleja un heraldo que contiene tres arbustos en sinople con fondo de oro, estos se sitúan sobre un listado ondulado de azur y plata; el escudo está honrado por una corona regia y está guarnecido por dos rústicos individuos, barbados, rubios y semidesnudos (las cejas, la nariz y el talante reflejan una innegable catadura vizcaína); ellos sostienen sendos garrotes, similares a los bastos de la actual baraja española. El escudo de armas se complementa con una inscripción inferior, impresa en una cinta de sinuosa apariencia que proclama una leyenda en latín: “Fidelissima Bardulia Numquam Superata” (Fidelísima Bardulia Nunca Superada). Si se escarba un poco, se ha de descubrir que los bardules -o vardules- fueron un pueblo asentado hacia el norte de Castilla, cuando esta todavía formaba parte del reino de León en el siglo X.

He encontrado por ahí un mapa de la situación política de la península ibérica hacia el año de 920, en el que hasta un ochenta por ciento de dicho territorio se encuentra constituido por el Califato de Córdova y por los pequeños estados moros independientes. El resto, lo constituyen el minúsculo reino de Navarra, el pequeño Condado de Barcelona y el reino de León, conformado, a su vez, por las regiones de Galicia, Asturias, Castilla, Bardulia y Cantabria.

Puede verse ahí, que la región de los vardules era tan importante como la de los primeros territorios castellanos. Ello no llama la atención, pues el actual pueblo vasco nunca permitió ser asimilado por los árabes -y ni siquiera, antes, por los romanos-; prueba de ello es que ha mantenido su lengua sin influjos externos. Por demás está recalcar que los lingüistas no encuentran relación del euskera, vasco, vizcaíno, vascuence o vascongado (o idioma de Navarra, como lo conocían los romanos), con ninguna otra lengua indo-europea; de hecho, el vasco no es tampoco una lengua indo-europea. En la práctica, y esto es un fenómeno excepcional de la lingüística, el euskera tampoco está emparentado con ninguna otra lengua en el mundo!

Hay quienes han sugerido que era euskera lo que se hablaba en el mundo antes de la Babel bíblica… Fuere lo que fuere, el vascuence parece haber sido la lengua que se hablaba ya en Europa antes de la llegada de los pueblos indo-europeos. El vizcaíno ha participado inclusive en el desarrollo fonético del idioma castellano. Vascos fueron: el navegante Juan Sebastián Elcano; el fundador de la Compañía de Jesús, Ignacio (Iñaki) de Loyola; y el genial filósofo y educador don Miguel de Unamuno, la figura más señera de la generación del 98.

Jeddah, 10 de agosto de 2012


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