26 agosto 2012

La búsqueda de la felicidad

Se dice que es probable que aquella sugestiva frase utilizada por Thomas Jefferson, cuando redactó la Declaración de Independencia de los Estados Unidos, habría estado inspirada en la filosofía de John Locke. En ella subraya la creencia en el derecho intrínseco e inalienable de los hombres a su propia vida, a la libertad y a la búsqueda de la “felicidad”. Muchos prefieren interpretar este último valor como relacionado más bien con la búsqueda del bienestar.

Es que, ¿acaso felicidad y bienestar son lo mismo? Acaso está garantizada la obtención de la felicidad, con la sola consolidación del bienestar? Es acaso la felicidad algo definido y tangible? O es que consiste, por el contrario, en algo subjetivo y difícil de definir y de conceptualizar? Tengo la impresión por otra parte, y esta es una sospecha que siempre la tuve, que es a esos transitorios y fugaces momentos que nos embarga la dicha a lo que los hombres llamamos con el vago -si no borroso e impreciso- nombre de felicidad. Quizá sea que, lo que los hombres realmente perseguimos y buscamos, no sea sino ese estado de paz interior y de conformidad con uno mismo, que tiene que ver más con un sentido de realización temporal que con una supuesta plenitud permanente e ideal.

Hay el peligro, en este orden de cosas, que queramos confundir la búsqueda y obtención del placer, con la persecución de lo que queremos llamar con el romántico y quijotesco nombre de felicidad. Entonces estaríamos enfrentados a dos posibilidades: a la utópica del país de la quimera o a la visión de un espejismo: la distorsionada por la satisfacción temporal e inmediata de los sentidos, la del hedonismo de disfrutar por disfrutar, la de obtener el placer por satisfacer el deseo del presente, o quizá del inmediato mañana, pero nada más.

A estas digresiones llego mientras observo a la gente movilizarse en la calle y trato de adivinar sus motivaciones y sus prioridades, mientras ella deambula una cierta noche tratando de matar el tiempo y procura disfrutar de una salida a compartir con amigos; o quizá trata de disfrutar de una comida o de una copa en el sitio más concurrido de una ciudad escogida al azar. ¿Qué es lo que busca la gente, o qué es lo que persigue? Es esa una forma de buscar la dicha o es, por el contrario, una forma de eludir por unos instantes o talvez por unas horas más, su objetivo más permanente, el de aquella esquiva y desdeñosa felicidad…?

Creo además que la felicidad, a diferencia del bienestar, no es algo factible de perseguirse. Si ella existe, es algo que ya se encuentra ahí. No se puede ir detrás de ella, porque implicaría una forma insensata de compararnos con lo que son o tienen los demás. Si un sentido real tendría la felicidad, sería la conformidad con lo que ya somos y tenemos nosotros mismos. Siempre seremos o tendremos más o menos que lo que son o tienen los otros, si insistimos en comparar nuestra satisfacción y realización con los logros, el caudal y la fortuna de los demás.

Sea lo que sea, no sé (en el sentido de no estar seguro, y no en el de que no lo hubiese sentido) qué mismo es la llamada “felicidad”…

Casablanca, Marruecos, 26 de agosto de 2012

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