30 mayo 2013

Crónica de un atraco anunciado

Sí, cómo un atraco! Así habría calificado el propio presidente Correa al proceso mediante el cual se asignó a una oscura empresa canadiense la construcción del aeropuerto de Tababela. Y esto a pesar de que, habiéndose demostrado hasta la saciedad las irregularidades existentes en el proceso, el contrato nunca fue debatido ni reconsiderado en forma adecuada, como lo exigían los intereses de la ciudad y los objetivos del estado. ¿Cómo así? ¿Cuáles fueron los criterios que existieron o primaron para que se insistiera en una negociación que tuvo tantos cuestionamientos y que, a todas luces, no respaldaba los propósitos propuestos?

El distinguido hombre público y dirigente político Enrique Gallegos Arends ha tenido la bondad de hacerme llegar una copia de su libro “Corrupción de alto vuelo”, en el mismo que expone las insólitas características que tuvo el proceso de contratación del nuevo aeropuerto. Como piloto y como ciudadano no puedo sino expresar mi asombro frente a algo que bien pudo ser suspendido a tiempo. Sin embargo, esto nunca se hizo… y los resultados están a la vista y eximen de comentarios.

Gallegos utiliza en la contracubierta de su interesante y bien argumentado texto un ejemplo que invita a una seria reflexión: Imagínese, estimado lector, expresa el conocido hombre público, que el estado anuncia que está buscando una entidad dispuesta a construir una autopista entre Quito y Ambato; informa que está interesado en hallar una compañía seria, con la suficiente solvencia técnica y empresarial, que consiga el financiamiento y que esté en capacidad de ofrecer las garantías correspondientes que sirvan de respaldo para la construcción de esa nueva carretera. El estado ofrece, como contrapartida, la concesión de la administración respectiva, a objeto de que el concesionario recaude una tasa como beneficio que le ha de ayudar a recuperar el capital que hubiese invertido.

De pronto, aparece un ávido interesado que anuncia que no tiene la experticia requerida, ni tampoco el capital mínimo que sustente la seriedad de su oferta; y no demuestra siquiera que se encuentra todavía constituido como empresa de acuerdo con los requisitos legales establecidos. Expresa que tampoco está en capacidad de conseguir el financiamiento y de otorgar las garantías requeridas. Pide, este extravagante interesado, el beneplácito del estado para hacerse cargo del diseño y la construcción de la obra, a pesar de no contar con el requerido capital y propone que sea el estado el que le entregue la carretera vieja como medio de recaudación de fondos para construir la nueva vía propuesta y se haga cargo de las garantías…

¿Qué respuesta coherente puede esperar el ambicioso y cándido “oferente”? Pues lo lógico es que merezca el desinterés del estado; y no solo el desdén, sino también el rechazo correspondiente. A lo sumo, se espera que le enviará una escueta comunicación, advirtiéndole de su falta de seriedad y refiriéndose a algo obvio: la chifladura e insensatez que caracterizarían a tal propuesta… Pero no! En lugar de ello, se otorga a dicha empresa la total y exclusiva construcción de la importante obra, desatendiendo los requisitos y el proceso de contratación; y sin que se verifique siquiera su idoneidad y solvencia para satisfacer el compromiso!

Como expone Enrique Gallegos, el aeropuerto se tenía que construir en ese sitio porque ya estuvo decidido que así se procediera. “Iba porque iba”! Sin embargo, resulta insólito que se haya excluido del proceso a la entidad con la capacidad técnica natural, la Dirección de Aviación Civil; y se haya asignado la construcción de todo un aeropuerto internacional a una compañía sin ninguna experiencia en este tipo de tareas; que no representaba ni siquiera al gobierno de Canadá; y que utilizó al embajador de ese país como apoderado para dar la impresión de que se realizaba una negociación de gobierno a gobierno. Parece haber sido tan precaria la posición empresarial de esa compañía canadiense, que tuvo que apoyarse en el respaldo técnico de otra, esta sí con experiencia en construcción de aeropuertos, para conseguir un aval técnico que ofreciese el sustento para sus incipientes e inadecuadas credenciales. Verdaderamente un atraco de alto vuelo!

Quito, mayo 30 de 2013
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