14 mayo 2013

De ajuares y jaguares

Advierto que jaguar rima bien con enjaguar, del mismo modo que ajuar lo hace con enjuagar; entonces me pregunto cómo mismo es que se dice correctamente, si enjaguar, o enjuagar? Debe decirse enjagüe o enjuague? Como es mi porfiada costumbre, acudo a mi lazarillo lingüístico, el diccionario de la RAE, y descubro que ambas son formas aceptadas: tanto enjuagar como enjaguar, aunque la definición de esta última acepción remite a la primera, ya que enjaguar se deriva del latín vulgar. Advierto que ambas formas tienen apoyo o respaldo, aunque los niveles sociales más cultos prefieran la voz “enjuagar”.

Utilizo esta confusa digresión, porque quisiera hablar de un vocablo que se ha puesto inusitadamente de moda -el término jaguar- y que se ha querido aplicar, para comparar a nuestro país con lo que en el Asia representan aquellos países que en las más recientes décadas se han destacado por su vertiginoso desarrollo económico, uno que ha motivado que se utilice la expresión con la que se los identifica: “tigres asiáticos”. Me refiero a Corea del Sur, Taiwán, Hong Kong y Singapur.

Qué tiene de parecido Ecuador con esos países del levante asiático? Pues, por el momento, tan solo que es un país de un gran potencial económico e industrial y, desde luego, que es muy pequeño desde el punto de vista territorial… Y, claro, si sabemos pisar en tierra, habremos de coincidir que no existe ningún otro tipo de característica que nos convierta en un país similar. Poseer el potencial, por sí solo, no justifica tal denominación! Tan solo el pavoneo y la ostentación…

Todos aquellos países a los que hacemos referencia gozan de economías sólidas y vigorosas; exhiben elevados niveles de crecimiento -especialmente industrial-; son objeto de la inversión de enormes capitales foráneos (de hecho, gozan de la presencia masiva de capital perteneciente a las más solventes multinacionales); y disponen, finalmente, de una mano de obra muy barata y altamente calificada. Entonces me pregunto: ¿cuál de estos claros ingredientes pueden advertirse como existentes, en forma irrecusable, en nuestra modesta economía nacional?

He tenido la oportunidad de vivir por casi veinte años en el Asia, fui testigo de la cultura empresarial coreana; viví de cerca la formidable organización social que Lee Kuan Yew implementó en ese país del primer mundo -verdadero ejemplo y referente mundial- que es Singapur; y puedo afirmar con absoluta certeza que las principales características que identifican a esos pueblos no las encuentro -por lo menos, no logro observar todavía- en el Ecuador contemporáneo. Esos milagros solo fueron posibles gracias a una profunda vocación de trabajo (en Corea se trabaja seis días a la semana); debido a un extraordinario desarrollo industrial; como consecuencia de una continua y permanente inyección de inversión foránea; y, ante todo, debido a un profundo y primordial sentido de colectividad.

Cuando observo que en países como el nuestro, la legislación laboral se pone al servicio de la holganza en detrimento de la soslayada productividad; o que se desalienta la inversión extranjera a pretexto de proteger un politizado sentido de soberanía y nacionalidad; o que se trata de medrar del odio y del resentimiento en perjuicio de un necesario sentido de comunidad, me pregunto si podremos realmente aspirar a convertirnos en un milagro económico, en un auténtico jaguar, o si habremos solo de convertirnos en un famélico y deslucido tigrecito caracterizados no solo por su pobreza sino también por su engreída vanidad…

No es bueno poner la carreta delante de los caballos; ni comprar el vestido de novia antes de haber encontrado el consorte que ha de hacer factible el enlace nupcial. La novia ha de conseguir primero quien la despose, antes de ponerse a escoger, con petulancia y antes de hora, el tradicional y acostumbrado ajuar…

Quito, mayo 14 de 2013
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