26 diciembre 2013

Entre la vocación y la acritud

He leído con interés un editorial de prensa en el que se hace referencia, una vez más, a la posibilidad de que -vía ciertas reformas legales que se hallan en trámite y que no habrían sido previamente consultadas-, se asignaría a determinados miembros activos de las distintas ramas de las Fuerzas Armadas, a nuevas instituciones de carácter paramilitar sobre la base de ciertos incentivos de orden personal. Como se interpreta, esta novedosa política pudiera tener un doble propósito: redefinir el papel de la institución castrense en la vida nacional y dotar de una estructura humana a la formación de estas nuevas como necesarias organizaciones, aprovechando del aparente excedente en la nómina castrense.

Si algo espolea mi atención es el criterio del articulista en el sentido de que proceder en tal sentido pudiese “resentir” el espíritu de patriotismo y de afán de servicio del personal uniformado, habida cuenta que su vocación no es otra que el interés de servir a la Patria. Los jóvenes que se incorporan a la milicia, en la opinión del comentarista, lo hacen solo por patriotismo; estarían dispuestos a ofrendar sus vidas a objeto de asegurar los más altos intereses de la nación. No quisiera interpretar esta opinión en el sentido de que quienes escogen la milicia lo hacen por un exclusivo sentido de patriotismo, porque equivaldría a reconocer que quienes no lo hacen carecerían de aquel noble sentimiento.

Creo, para poder centrar debidamente la cuestión, que es preciso hacer una breve reflexión acerca de los motivos o razones que impulsan las vocaciones y, sobre todo, las íntimas deliberaciones que nos impelen a decidirnos por una determinada actividad, profesión u oficio. Hablar de aquel “interés por defender a la Patria” es, admitámoslo, un tanto probable, pero no se podría decir que es el móvil exclusivo. La verdad es que la gente se hace arquitecto, médico, abogado, religioso o militar por parecidos motivos: algo les atrae de esas actividades, o sienten una cierta identidad con ellas –eso es justamente la vocación- y juzgan que con esa decisión pueden asegurar una forma digna de realización personal y de reconocimiento. Pues, asegurar una forma de retribución o ingreso que sea adecuado es, de otra parte, una normal y comprensible parte de dicha ecuación.

De todas formas, eso de distraer al personal militar de su identificación, tanto vocacional como institucional, a objeto de estructurar otros cuadros -y en este caso de novedosas entidades que no son las que estaban destinadas a satisfacer su vocación original-, lo único que conseguiría es desarticular innecesariamente las dependencias castrenses a las que sus miembros hoy sirven, y crear más bien situaciones conflictivas de carácter interno que estarían influenciadas por la ambición personal, la intención de reubicarse y medrar de cuotas de poder; o de alcanzar promociones que a algunos les habrían sido negadas en su propia arma, justamente por una probable carencia de capacidades y merecimientos.

Estoy persuadido que si la intención es crear nuevas y eficientes instituciones, estas deben estar adscritas a los actuales estamentos; y estos deberían ser los que estén encargados de estructurarlas y organizarlas. Entonces, una vez establecida su misión, reglamentación y presupuesto, deberían ser las propias FF. AA. las que asignen -de sus propios cuadros- el personal necesario, sea en forma definitiva o en comisión de servicio, para que estas instituciones -sean estas de bomberos, control ambiental, aduana, control carcelario o lo que fuere-, nazcan y se desarrollen como demanda el sentido común, el interés de la nación y el bienestar de la ciudadanía. Ellas no deberían estructurarse sobre la base de ambiciones e intereses personales. Nacerían ya torcidas y aquello sería nefasto!

Las fuerzas armadas están organizadas sobre la base de unos nobles propósitos; tienen una misión, una mística, una organización y unos establecidos protocolos. Estas propuestas nuevas entidades deben diseñarse, conformarse y organizarse tomando como referencia la estructura militar. Solo ahí, el objetivo final debería ser que, una vez que se capaciten y especialicen, se les asegure un desempeño autónomo e independiente, para que ejerzan sus misión con eficacia y eficiencia.

Casablanca, Esmeraldas
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