31 diciembre 2013

Silencios y reticencias

Todos duermen. Es como si en un cine de barrio sus cuatrocientos y más espectadores se hubiesen quedado dormidos en forma inexplicable y mágica. Hay que estar callado, por lo mismo. Y estarse quieto. Reviso de rato en rato el "Flight Tracker" y compruebo el progreso inevitable del vuelo; hemos cubierto ya el "punto de no retorno"; aunque, tratándose de un bimotor (es un "triple siete"), intuyo que si se presentase lo que los aviadores llamamos una "inesperada contingencia", un regreso alternativo a Hawai sería lo único aconsejable.

Pienso en el sorprendente y casi inesperado avance que experimentó la aviación comercial en tan sólo un siglo. Cien años al servicio de la transportación, del inquieto espíritu del hombre, de los deseos de echar raíces o de regresar al hogar; de las urgencias de probar suerte, empezar de nuevo o emigrar; de ceder al llamado de los sentimientos, de la pasión o de la sangre; años al servicio de unas ilusiones o del simple y básico deseo de conocer, o de pasear por una tierra extraña y de cumplir con un itinerario... Shsss... Chito! Todos duermen!

Mi pantalla personal sigue registrando, impertérrita, el avance de la terca navegación. Esa punteada huella va marcando una línea oblicua que se inicia en la costa de Norteamérica y se proyecta hacia el oriente australiano. Aquel trayecto cruza, como marcando una equis, otra línea, la del probable curso que siguió Magallanes en su periplo épico, hace casi quinientos años... Nos ha de tomar algo más de catorce horas cubrir un tramo similar al que a él y a su diezmada tripulación supo tomar más de dos meses de conflictivo calendario!

Mas, hoy no me es posible salir a cubierta, a enfrentar el embate del viento en el amanecer, mi ansioso rito para reafirmar mi fe y refrescar mi náutica esperanza… Hoy no puedo recorrer el puente, acariciar las húmedas e hirsutas jarcias y desplazarme hacia el mascarón de proa para atisbar solitario la distancia, para auscultar la nubosidad en lontananza y poder pronosticar el temporal; para realizar mi diario y madrugador paseo y convertir mi curiosidad en renovada certeza; para buscar una solitaria sombra -cualquier huella- que denuncie la presencia de algún promontorio que respalde mi grito descubridor de "Tierra! Tierra!"...

Solo somos yo, mi diminuto claustro provisional -el de mi asignado asiento- y esta mi personal y casi estática pantalla. Una mujer con el cabello alborotado atraviesa el pasillo con su zigzagueo tambaleante, procurando contrarrestar, con su desplazamiento, el ocasional y ligero chapoteo que a ratos nos recuerda la condición de nuestro viaje. El ser humano ha invadido un elemento que no es su medio de desplazamiento natural, pero es este el que le permite efectuar su cotidiana y siempre sorprendente hazaña…

Entonces pienso en el sentido gregario de la raza humana en este postrer día del año. En que hay algo de simbólico en la transitoria condición que tiene el pasajero aeronáutico. Es como si todos persiguiéramos no sólo un mismo destino, sino un mismo propósito, como si participáramos de un idéntico proyecto que ha tenido la virtud de identificarnos. Entonces, y sólo entonces, reflexiono en el reproche que me hiciera alguien que discrepa conmigo porque sugiero que nuestro actual presidente desune al país con su actitud beligerante.

Pienso en toda aquella verborrea innecesaria, en aquel mensaje obcecado y repetitivo, en aquella improductiva tautología, en cómo el gobernante ha sabido unificar a los que odian, en cómo un hombre llamado a liderar e inspirar, más bien ha "desatado odios unificadores" en el lenguaje de Sábato. Entonces me resisto a corregir mi postura y postulo que resulta contradictorio que los hombres, que hasta somos capaces de dar la vida por conjeturas, a menudo nos cruzamos de brazos frente a los tristes testimonios que nos ofrece la certeza...

Sobre el Pacífico Meridional
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