13 diciembre 2013

La ciudad y los locos

Vuelvo otra vez sobre lo mismo… Es que, cada loco con su tema… ya lo saben! Pero, no puedo esconder mi coraje; no puedo sino rebelarme frente a la desidia e indiferencia, a la indolencia e impasibilidad de mis conciudadanos. Vaya uno por donde vaya, lo que invariablemente encuentra es siempre lo mismo de lo mismo: atascos y embotellamientos. Atascos, atascos y atascos! Esa absurda sinfonía del trancón, rabiosa sinfonía para pitos, flautas y cornetas: cláxones intermitentes que intentan una meliflua protesta. Por lo demás, sólo ensayo inútil, ya lo saben…

Sin embargo… no puedo aceptar que el loco sea yo. Los verdaderos chiflados, los locos de remate son los que se han acostumbrado a este manicomio, los que han terminado aceptándolo como “normal” (tal vez crean que por sí solo se ha de arreglar…). Ellos son los perturbados, los verdaderos trastornados! ¿Qué ha hecho que acepten vivir así? ¿Es que nadie ha descubierto que hay una forma distinta de vivir, de transportarse de otro modo? Sí, creo que toda esta gente ha perdido la brújula y la razón. Todos han perdido los tornillos. Auxilio! Todos se han dejado absorber por un hospicio frenético y demencial: están disparatados!

Metido en esos atascos, no puedo dejar de pensar en una película que alguna vez presencié en un cine de fin de semana, cuando todavía era un niño. Se llamaba “El mundo está (se ha vuelto?) loco, loco, loco”. En ella actuaban Spencer Tracy, Mickey Rooney y el inimitable Peter Falk -que más tarde nos deleitaría con su serie del detective Columbo-; la trama consistía en una carrera desbocada en la que competía un grupo de parejas avariciosas que creían haber encontrado la clave para localizar el destino de un supuesto tesoro… Por eso, cuando estoy metido en medio de estos insólitos trancones, no puedo dejar de pensar en esa loca persecución que terminaba en esa “W” inolvidable! Y no puedo sino pensar que la gente de mi ciudad también se ha vuelto loca, también ha decidido imitar aquel delirio enajenado de los buscadores del tesoro… Es como si, de golpe, todos -en loco acuerdo- se hubiesen propuesto llegar al mismo sitio. Quién sabe, si para quedarse!

Cómo explicarse, de otro modo, que las reparaciones viales se las efectúe utilizando siempre las horas del día y, precisamente, las de mayor tránsito vehicular: justo las que son proclives a embotellamientos y congestiones! ¿Qué, acaso no existe una autoridad que llegue a un acuerdo con los concesionarios, contratistas o constructores, para que esas obras se las realice en horas nocturnas o en horas de escasa movilización?... Nos han de responder que la utilización de esas horas no es parte de nuestra "cultura empresarial", que no es posible conseguir obreros para laborar durante esas horas… No es cierto! Lo único cierto es que no tenemos una adecuada gestión. Punto. Seguimos poniendo la carreta delante de los caballos!

Esto sucede en San Rafael, en el Valle de los Chillos, donde se ha emprendido en un programa de repavimentación que produce atascos colosales. En ese sector, puede tomar más de treinta minutos avanzar menos de trecientos metros, todo porque a quien corresponda no se la ha ocurrido disponer que se ejecuten esas obras a horas que no produzcan interrupciones importantes. Muy cerca de ese mismo lugar, se han concluido ya los trabajos relativos al “by pass” que conduce al Tingo. Tengo la impresión que la obra no ha conseguido alivianar la congestión cercana al puente aledaño, que allí se producía, pues -bien vista- esa demorada construcción vino solo a favorecer a un minúsculo grupo de usuarios. El curioso e inesperado resultado es que el atasco sigue ahí... Es poco lo que se ha ganado!

Estoy persuadido que no se trata de problemas sin solución. Pero, algo se debe hacer! Alguien debe encargarse de implementar, con sentido común y autoridad, nuevas y necesarias soluciones. Alguien debe insistir en que los vehículos pesados deben transitar por su derecha, por ejemplo. Y alguien debe caer en cuenta que esa otra loca iniciativa de crear una vía exclusiva para bicicletas en la capital, no tiene sentido en una ciudad sin ciclistas y sin bicicletas… en donde lo único que existe es gente que se ha acostumbrado a “movilizarse sin avanzar”, donde todos se han desquiciado. Se han vuelto locos, locos, locos. Sí, absolutamente locos!

Quito
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