17 junio 2014

El disfraz de los bandidos *

* Escrito sin título por mi amigo, el chef peruano Gastón Acurio.
   Reeditado para satisfacer la estructura de este blog.

Mi abuelo era un gran hombre. Solo un gran hombre deja las tierras de la familia para perseguir sus dos grandes sueños: ser abogado de indefensos y convertirse en presidente del Cienciano FC. Y es que un hombre recordado con respeto será siempre un gran hombre… Mi padre es también otro gran hombre. Solo un gran hombre puede desde muy niño soñar con servir a su país a través de la política y perseguir ese sueño. Fue jefe del partido de gobierno a los 30 años, ministro de fomento a esa misma edad, pasó penurias durante la dictadura, fue elegido senador tres veces consecutivas y con todos esos años cerca del poder y los dineros públicos, nos dejó a sus hijos como único -pero inmenso- patrimonio lo más importante: un buen nombre, un apellido digno, la frente en alto!

Eso es lo que más valoro de lo recibido a lo largo de mi vida. El recordar como, siendo niño, podía caminar con mi padre por las calles con la seguridad de saber que nadie lo insultaría o lo señalaría por ser político, sino por ser una persona querida y respetada. Ese era el ejemplo de la política como él la soñó, como tenía que ser. La dictadura golpeó la economía familiar duramente. Recuerdo como si fuera ayer cuando íbamos a comer un pollito, o al estadio a comer anticuchos, o íbamos a comer un cabrito con ensalada de berros. En aquellos momentos, las voces no se hacían esperar: Felicitaciones señor ministro! Qué honor senador! En la calle, en el mercado, todo eran muestras de respeto. Poder crecer así, con la frente en alto, es el patrimonio más grande que uno pueda recibir en la vida!

Por ello, cuando veo las noticias recientes me quedo como ido, ensimismado… pensando en quienes hoy nos decepcionan con sus actos, en por qué no se dan cuenta del daño que les hacen a sus hijos. Manchar su apellido por un puñado de billetes? Para qué? Si el dinero se va como viene; en cambio el honor, el respeto, no solo que quedan para siempre, sino que abren puertas para siempre. Me pregunto: de qué les sirve? De qué les sirve a los políticos robar? De qué les sirve a esos empresarios ganar un concurso con trampa? Dónde quedó la gloria? Durante años me invadía esa pregunta. Hasta que un día lo comprendí todo! 


¡Pero claro! Ni los unos eran políticos ni los otros eran empresarios. Ambos eran unos bandidos, unos malhechores que se habían disfrazado. Qué tonto había sido durante tanto tiempo creyendo aquello que leía o escuchaba cuando les llamaban políticos corruptos o empresarios tramposos! Si yo sabía perfectamente lo que era ser un político, porque lo había vivido. Sabía que era ser alguien que ama a su país, que busca la verdad, la justicia, el desarrollo para todos, y que llega al final de sus días sin patrimonio, pero con un gran reconocimiento.

Y los empresarios? Si yo sabía lo que era ser empresario de verdad, porque los veía a mi alrededor: aquellos que crean riqueza, que se arriesgan en buena lid, que sueñan y ponen en marcha lo imposible, que sacan a sus familias adelante con su esfuerzo y que gozan como nadie cuando lo hacen realidad dignamente, que aman a su país y por ello se preocupan por todo lo que está a su alrededor. Ser empresario es ser un pionero, un valiente, un creador. ¡Nunca un tramposo!

Todo se me hace más claro. Las noticias que parecen querer derrumbar nuestra moral no son el reflejo de lo que somos. De ninguna manera! Puedo respirar en paz, porque miro a mi alrededor y solo veo miles y miles de mujeres y hombres buenos, justos, trabajadores, honorables, dignos. Veo a mi alrededor y veo miles de empresarios de verdad enfrentando sus días con pasión, respeto y honor. Y, sobre todo, veo que son los que de verdad hacen crecer a su país con su esfuerzo.

Respiro en paz porque al fin -hoy que todo se sabe- veo que los pillos, los malhechores, los bandidos disfrazados de políticos y empresarios, empiezan a caer como moscas. Todo era cuestión de tiempo… Y no! No eran ni políticos, ni empresarios! Eran unos bandidos disfrazados que al final no podrán vencer a todo un país. A todo un país que trabaja y avanza hacia adelante. Por todo ello, creo que al final venceremos! Venceremos, como hoy vence nuestro cebiche y nuestro tiradito por el mundo. Con humildad, con orgullo, con generosidad…

Guarujá, Sao Paulo

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