10 junio 2014

Un guagua horroroso

Reviso en la Wikipedia acerca del origen y sentido del calificativo que han empezado a endilgarle. La inesperada postura del concejal "más votado", y las explicaciones que ha proporcionado, le han ubicado al edil Antonio Ricaurte -ya antes conocido como "el guagua alcalde"- en el incómodo predicamento de "enfant terrible" o de chico malcriado…

Menciona la enciclopedia virtual que esa expresión -la de "enfant terrible"- es de origen francés y que se la utiliza para referirse a esos muchachos horriblemente cándidos que, debido a las cosas disparatadas que hacen o dicen, provocan la vergüenza ajena, y desatan el embarazo de sus mayores. Sin embargo, y por extensión, es un término que también se aplica a aquellos "genios" de las diferentes expresiones sociales que actúan en forma desconcertante, inesperada, rebelde e incluso ofensiva. Son quienes "le meten los dedos a la nariz" del "stablishment" o que incluso lo retan.

¿Cuáles han sido los antecedentes políticos de ese joven dirigente? Creo y propongo que básicamente han sido dos: el reemplazo temporal del alcalde Moncayo y, segundo, su conato de participación como candidato a burgomaestre, que luego diera paso a un acuerdo con la agrupación SUMA a efecto de proponer un candidato único de oposición para la alcaldía de Quito.

¿Tenía Ricaurte reales posibilidades de triunfar como candidato a primer personero de la ciudad? Estoy convencido que muy escasas. Se había ya identificado como un joven entusiasta y capaz; pero los electores coincidían en que no tenía todavía ni el respaldo ni la estatura para enfrentar esa empresa con una cierta posibilidad de éxito. Por ello, cuando se empezó a propiciar el lanzamiento de un candidato único, la ciudadanía vio con buenos ojos el escogimiento de Mauricio Rodas y la designación de Ricaurte para que encabezase la lista de candidatos para concejal del distrito.

Era tan alta la aparente popularidad del alcalde Barrera, y tan vigoroso su soporte financiero y político, que nadie habría imaginado que el desenfadado apoyo del gobierno central -léase aquí del propio presidente- habría desembocado en una impensada ola de inconformidad y rechazo que dio margen a un resultado electoral que nadie habría pronosticado. De esta guisa, y sin que el mismo candidato "supiera leer ni escribir", fue escogido Rodas, más que por sus méritos (que sí los tiene), por esas curiosas y extrañas circunstancias que se dan en el extravagante terreno de esa psicología reversa que suele darse en política.

Hay quienes sostienen que para el mismo Rodas su triunfo fue inesperado y que, por lo mismo, no habría tenido tiempo para preparar en forma adecuada sus cuadros y proyectos administrativos. Fuere lo que fuere, una cosa es cierta: la circunstancia de que las elecciones sólo producían una renovación parcial del Concejo Municipal, abrió las puertas para que el partido de gobierno mantuviese una relativa mayoría a la hora de tomar decisiones en el seno de la municipalidad. Al alcalde sólo le habría quedado el consuelo del voto dirimente.

En días pasados el edil Ricaurte ha optado por una postura díscola. A cuento de "sus principios" y de que "siempre ha sido un hombre de izquierda" ha resuelto apartarse de los acuerdos de la tendencia que llevaron a la elección del alcalde Rodas y hoy trata -un poco a destiempo- de explicar su súbita e inesperada actitud con el argumento de que con lo que realmente ha estado en desacuerdo es con que se haya querido resolver la forma de integración de las comisiones con el concurso de la Comisión de Mesa y no con la participación del Consejo.

El pueblo quiteño no le perdonaría al "guagua alcalde" si, como consecuencia de su poco meditada travesura se termina propiciando, de hoy en adelante, una suerte de boicot o se estimula una forma anarquizante de desgobierno. Ricaurte no puede olvidar que, más allá de esa mayoría que se ejerce democráticamente en los cuerpos colegiados, la elección del nuevo alcalde obedeció sobre todo a un deseo de cambio de dirección. Actuar de otro modo solo puede significarle un precio político altamente oneroso. Realmente un innecesario riesgo...

Quito

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