13 junio 2014

Polémica? O solo un asalto más…

Después del estentóreo abucheo, se suponía que quien tenía que salir del estadio muerta de la vergüenza era la señora Dilma Rousseff. En la práctica no fue así. Fue tan parcializada y descarada la actuación del árbitro Yuichi Nishimura, que lejos de ser él quien dejara la cancha envuelto en una neblina de ignominia, fueran todos los "torcedores" que estimulaban a su selección los que salieron del estadio abrumados por una extraña sensación, una en que se juntaban una tibia alegría y la vergüenza...

No puede haber polémica con el penal concedido al seleccionado brasileño. En lo único que podemos estar de acuerdo es en que: tanto la simulación del delantero Fred, que se dejó caer histriónicamente en el área, cuanto la reacción del colegiado japonés han de ser parte, por mucho tiempo, de la antología de la vergüenza. Similar embarazo al que nos despiertan muchos medios que, lejos de reconocer el injusto regalo del árbitro, tratan de disimular la pobre presentación del cuadro local con la supuesta formidable (?) actuación del delantero Neymar. Pero… ni lo uno ni lo otro!

Para empezar, a esas alturas del partido, el habilidoso artillero ni siquiera debía estar en la cancha. Fue tan flagrante su falta en contra del mediocampista Modric, que lo que deberíamos estar discutiendo sería si fue justo que este inepto árbitro no le hubiera sacado una merecida tarjeta roja. Pesaron en contra del combinado de Croacia, en este caso, tres factores que coincidieron en un mismo momento: era el juego inaugural, se trataba del primer partido del equipo local y el infractor era uno de esos niños mimados que se convierten en “referentes” deportivos.

Tampoco el fanatismo permite reconocer algo evidente: la verdadera estrella -léase el salvador brasileño- fue el desgarbado mediocampista Oscar, quien jamás dio una pelota por perdida, luchó por toda la cancha y nunca dejó de abastecer a sus desubicados compañeros. Muy distinto hubiese sido el resultado sin la presencia del hábil y aguerrido "media punta". Esto, a pesar de su frágil y escuálida contextura.

Pero volvamos al señor del pito (que a estas horas ya ha de estar de vuelta a casa), individuo que después de su bochornosa actuación no se entiende cómo pudieron haberlo designado para que oficiase un partido de esa importancia. Nishimura no solo que se tragó el pito en ese anterior e innecesario codazo de Neymar, no sólo que se dejó impresionar por el clavado de Fred (el mismo que provocó aquel penal que sólo puede hacer honor al realismo mágico), sino que no contento con su absurda decisión, sacó también tarjeta amarilla al defensa croata, cuando -si la falta realmente hubiese existido- lo que hubiese ameritado era su coherente expulsión.

Sin embargo, eso no sería todo. Consciente el árbitro de la reacción que había desatado, pues Croacia se volcó al ataque, interpretó una jugada decisiva en el área brasileña como si se hubiese tratado de una carga sobre el arquero. El descarado resultado de su pérfida intervención otra vez incidió en el resultado, pues invalidó un gol legítimo. Más tarde, y no contento con su poco disimulada actuación, volvió a atorársele el pito en una jugada de contragolpe brasileño en la que existió una clara falta en contra de Croacia. De resultas, se produjo el gol de Oscar, con la complicidad -otra vez- del poco atento arquero croata, de nombre casi impronunciable.

Y así, tras piedras palos. El guardameta también tuvo que ver con el inmerecido resultado. En ambos goles de campo no tuvo una adecuada reacción (en las dos oportunidades se lanzó hacia el balón sin dar primero un paso de impulso) y en la ejecución del tiro penal, por parte del mismo Neymar, no supo neutralizar el débil lanzamiento, aunque había acertado en intuir la dirección del disparo. En resumen: un resultado injusto. El mayor protagonismo se lo llevó el mismo árbitro. El partido nos deja una incómoda preocupación: el equipo que ganó no luce preparado para llegar a campeón del mundo… No, ni con la ayuda de un nuevo Nishimura!

Quito

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