09 enero 2021

Una teoría de la ambición

Habré comprado el libro hace algo más de cuarenta años; ha reposado, en apariencia,  todo ese tiempo en mi biblioteca sin que lo haya prestado atención. La ausencia de notas y subrayados denuncia que es uno de esos textos que ha merecido mi desdén, o que ha sido la lamentable “víctima de guerra” de mi ocasional procrastinar. Hay en el libro una pátina amarillenta; el suyo es un ocre brillante cuyos tonos han adquirido aquel color emparentado con el dorado que adquiere cierto tipo de almagre. Se trata de “Rojo y negro” de Stendhal, cuyo título en francés reza Le Rouge et le Noir; por lo que, no solo no deberíamos prescindir de los artículos sino tampoco de aquella intrigante mayúscula del segundo sustantivo. 

Si bien lo pienso, lo mismo daría que lo hubiese leído. Voy notando que, con los años, no siempre recuerdo la trama de lo que hace tiempo pude haber leído. A veces me encuentro inclusive con subrayados, anotaciones o con notas marginales, pero no recuerdo que un determinado texto haya merecido la atención de mi lectura. Eso también pudo haber ocurrido con aquella, mi primera versión de El Rojo y el Negro, la formidable novela de Marie Henry Beyle que estos mismos días estoy leyendo; aunque esta vez en una versión de pasta dura, luego de comprobar que la otra, la signada por la impronta del ocre del tiempo, tiene caracteres demasiado pequeños. Beyle parece que privilegiaba los seudónimos, o nombres de pluma, para firmar sus obras, siendo el más famoso aquel de Stendhal.

Hay quienes pronuncian Stendhal en la forma inglesa; mas parece que Beyle habría utilizado ese seudónimo por su aprecio por una ciudad de la Liga Hanseática que habría conocido con anterioridad. La escritura alemana de esa ciudad es Stendal (sin hache intermedia). Al respecto, bien vale un breve comentario: la mencionada Liga fue por algunos siglos una confederación de ciudades que se dedicaron al comercio de madera, resinas, pieles y cereales. Estas estaban ubicadas al norte de la Europa continental, o a lo largo del Báltico, entre Dinamarca y los países intermedios hasta llegar a San Petesburgo, en Rusia. Su sede administrativa había sido Lübeck y todas gozaron de privilegios especiales. El nombre viene de “hanse” que quiere decir sindicato, o gremio, en alemán. Fue renombrada por su actividad mercantil, y famosa por su generosa provisión de mercenarios para los ejércitos bizantinos. 

Stendhal habría iniciado la escritura de su obra entre 1827 y 1830. Antes había publicado una serie de obras de dudosa autoría; se ha insinuado que las mismas pudieron haber sido plagiadas. Por esos años, y por estos lares, las tierras que hoy pertenecen al Ecuador eran todavía parte de la Gran Colombia; y aún no se había logrado establecer un consenso para definir nuestra separación política. Había entonces dos facciones contrapuestas: los leales a Bolívar, que querían permanecer como parte de Colombia y quienes querían constituir una entidad independiente. No debemos olvidar que en 1929 se produjo la batalla de Tarqui, al mando del Mariscal Antonio José de Sucre, que dio por terminados los afanes de anexión que se venían incubando en el Perú. 

En esta batalla ya se consolida la figura de un joven general, lugarteniente de Bolívar, que había nacido en Puerto Cabello y que se había destacado por su valor y liderazgo; era hijo de un súbdito español de apellido Aramburu y respondía al nombre de Juan José Flores (el apellido de su madre). Flores era un oficial bien parecido, se había casado con una dama perteneciente a la aristocracia criolla y parece que era un ávido lector. La historia le ha retratado con una imagen deformada e injusta, como si hubiese sido un paleto zafio e ignorante, que supuestamente no sabía ni leer ni escribir. Flores se convertiría en nuestro primer presidente y dirigiría el gobierno en otras dos ocasiones. Por lo visto, no carecía de cultura. Dicen incluso que era un elocuente y persuasivo orador.  

Rojo y Negro no habría tenido inmediato reconocimiento; no, por lo menos, hasta haber sido recomendada por prominentes figuras de las letras francesas, como Honoré de Balzac y André Gide. Estaría basada en una historia de la vida real ocurrida en el Franco Condado (oriente francés, vecino a Suiza). Su mérito se sustenta en el manejo psicológico de los personajes y en la descripción que Stendhal otorga a los episodios que relata. Se conjetura que el título de la obra se refiere a los colores de dos uniformes, el del traje militar y el tradicional de la clerecía. Sin embargo, bien pudieran esos colores representar también el de la pasión romántica, por una parte, y el simbólico del arribismo, la ambición y la hipocresía. Henry Beyle se descubre como un sutil conocedor del alma humana. 

Stendhal haría famoso a su protagonista, Julien Sorel, un muchacho pobre e hijo de un carpintero que trata de convertirse en cura. Sorel es un joven ambicioso que ha sido contratado por el alcalde del pueblo en condición de preceptor, para que se encargue de educar a sus hijos. Es un chico de veinte años que se termina enamorando de la esposa del funcionario, una atractiva joven diez años mayor; de ahí en adelante, la novela se convierte en la historia de un adulterio. No sorprende, que la infaltable pacatería religiosa de los años postreros del siglo XIX, habría de incluir la novela en el Índice de libros prohibidos, código que alguna vez caracterizó la rigidez de la Iglesia.


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