04 septiembre 2022

De todo y para dos

Quienes gustan del tango saben que este tiene dos hermanitos menores. El uno es morenito, “morocho” dicen; es un tanto atolondrado o, al menos, más alegre; no anda siempre bien acicalado, lo llaman Candombe. La otra se parece más al tango, sus letras son más simples y repetitivas, su ritmo es más cadencioso. Ella es más divertida, ligera y algo más pícara; viste de un modo un tanto desalineado, la llaman Milonga. Si el tango se escribe en base de dos por cuatro, la milonga lo hace en cuatro por tres. Candombe y milonga crecieron en la región del Río de la Plata; la milonga tiene su variante, un bailongo conocido como milonga ciudadana.

 

El candombe y la milonga son más desenfadados, carecen de ese aire entre nostálgico y melancólico que tiene el tango. A lo largo del tiempo se han destacado cultores que han hecho popular el ritmo de la milonga; entre los del pasado hay que mencionar a Alfredo Zitarrosa y a Héctor Roberto Chavero, mejor conocido como Atahualpa Yupanqui; en estos últimos años han alcanzado notoriedad Daniel Melingo y Juan Carlos “el Gordo” Cáceres. Hay una milonga de Melingo que se ha convertido en un anti-himno, es la “receta” o “recomendación de la casa” para el funcionario inescrupuloso. Se llama “De todo y para dos”, su letra se atribuye a Luis Alposta y dice así:

 

En nombre del patrón

Me permito recomendarle nuestra especialidad.

Es un plato para altos funcionarios

Que sólo se sirve en los mejores restaurantes:

 

Angurrias, histrionismo y cobardía,

Con fetas de ignorancia y truhanería.

Lisonja, adulación, vil reverencia,

Con salsa de crueldad y de violencia.

Mendaz comercio, sórdida ganancia.

 

Usurpación, rapiña y arrogancia,

Adelanto perverso, terquedad lucrativa,

Y clorhidrato al plato, con aceite de oliva.

Y de postre, tenemos sólo budín de pan,

Y locas en almíbar bañadas con champán.

 

¡Bien Señor! ¡Sí Señor! Registré su pedido:  De todo y para dos.

 

En estos ritmos, candombe y milonga, hay para todos los gustos. De todo, como en botica o como en cajón de sastre. Y, como en el tango y en las cosas del amor (no solo del que se profesa sino también del que “se hace”) hay, como en vermouth de cine de domingo: de todo y para dos…

 

Ya en la letra de un tango de Enrique Santos Discépolo de desnudó esa inenarrable realidad. Cambalache, más que una crítica a las clases políticas, es un reproche a la insensatez y a la incapacidad de discernimiento. No solo es una agria censura contra los funcionarios venales, es un manifiesto contra el deterioro de los valores de la sociedad, una crítica mordaz contra la impostura y la mediocridad, la hipocresía y la insolencia. ¿Qué puede pedirse de un mundo que confunde inteligencia con sagacidad, y que ya no aspira a la sabiduría ni a la sensatez? ¿Para qué sirve un concepto moral, si se desprecian y desdeñan la integridad y la honradez? ¡Qué lástima!, se ha caído en el reino del canalla y del rufián, del zafio ignorante y del perverso…

 

Como en el menú de la milonga cantada por Melingo, hoy tenemos de todo para escoger: ¡De todo y para dos!


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