27 septiembre 2022

La trampa, ¿señuelo o artimaña?

Hay trampas que se ponen o construyen y otras que se ejecutan, se realizan o se hacen. Me explico: trampa es el artificio o artefacto, como el aparato para cazar ratones, por ejemplo; pero es también la acción vil y engañosa, el ardid fraudulento para ganar algo o aprovecharse de la rectitud o la ingenuidad ajenas. Claro que en ocasiones pudiera darse una sórdida competencia entre tramposos en la que ganaría el rufián que exhibiría más destreza, pero eso ya es otra cosa. Ya se sabe: quien roba a ladrón… También pudiera darse algo aún más sórdido: ello sucedería si alguien fabricaría una trampa, haría trampa en su instalación y, vistos los resultados, también haría trampa procurando ocultar la razón de su fallido y desastroso experimento…

 

A este tipo de trampas quizá se refieren sendos conceptos que hallamos en el Diccionario de la Lengua para definir la porfía del tramposo. Ellos están contenidos en las acepciones 6, 7 y 8. Revisemos: 6. f. Contravención disimulada a una ley, convenio o regla, o manera de eludirla, con miras al provecho propio; 7. f. Infracción maliciosa de las reglas de un juego o de una competición; 8. f. Ardid para burlar o perjudicar a alguien.

 

Eso de trampear (o “to cheat”, en inglés) hace daño al afectado, no solo porque lo perjudica sino porque mina su confianza en el otro. Con la trampa se entrega el mensaje de que si se lo hizo una vez, no hay seguridad de que no se lo vuelva a repetir. Ninguna relación perdura si se lastima la confianza, ninguna sociedad subsiste sobre las arenas movedizas de la desconfianza o de la confianza erosionada. Nada hay más vergonzoso que una trampa evidenciada, nada más deshonroso que el ardid descubierto en evidente flagrancia. Nada tan ruin como el engaño o la argucia; nada peor que la jugarreta o la estratagema intencional que ha sido puesta en evidencia. Por eso duele más el engaño que el perjuicio ocasionado.

 

Trampear es un verbo que se conjuga en todos los tiempos y también en todos los pronombres... Por ello, puede decirse que cuando la sociedad ha perdido sus valores, aquello de trampear se convierte en un gerundio intolerable. En cuanto al vocablo “tramposo”, el diccionario reserva sus dos primeras acepciones para quien engaña a su pareja y para quien incumple con la palabra empeñada respecto a sus obligaciones financieras: 1. tr. coloq. Engañar a alguien o eludir alguna dificultad con artificio y cautela; 2. intr. coloq. Pedir prestado o fiado con ardides y engaños.

 

Pero le hace falta una acepción al diccionario: aquella de traicionar a propósito y con evidente intención la confianza ajena. Es lo que hizo Boeing, la empresa fabricante de aviones, que –por razones puramente comerciales– desinformó a sus propios inversionistas, a la industria aeronáutica y al público en general acerca de las deficiencias de diseño del avión 737 MAX; y particularmente de la instalación de un computador defectuoso (MCAS), el mismo que disponía de un sensor sin la redundancia (“back-up”) adecuada. Boeing ocultó a los operadores su chapucera instalación. Aquella negligencia produjo la escalofriante pérdida de 346 vidas humanas en dos accidentes distintos. Además, los pilotos nunca fueron alertados de la existencia de dicho equipo. Y como no estuvieron entrenados, tampoco supieron qué hacer en caso de un mal funcionamiento…

 

En resumen, Boeing fabricó una trampa y –apartándose de su línea de conducta tradicional– cometió el fraude de callar, engañar y no advertir a la industria. Una vez que sucedieron las tragedias tampoco tuvo la honradez de reconocer oportunamente su responsabilidad. Estos días la “Securities and Exchange Commission”, SEC (Comisión de Valores Bursátiles) ha aplicado una multa de USD 200 millones a la Compañía Boeing por la negligente conducción del irregular proceso. Pero lo que representa una vergüenza, y un mal chiste, es la multa impuesta al ex-director del fabricante, Dennis A. Muilenburg, por un millón de dólares. Muilenburg, pese a su desastrosa participación, cobró la bicoca de USD 60 millones de compensación por su bien merecido despido… ¡Todo un premio para una trampa!


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