19 agosto 2011

Ah, Pancracio… Pela el ojo!

No sé cómo es que apareció de pronto ese librito en mi librero (yo me resisto a llamarlo todavía biblioteca); lo cierto es que asomó allí un buen día; y yo no sé, ni a quién pertenecería, ni quién sería el que ahí lo habría colocado. Es un cómico y entretenido libro de anécdotas personales, recogidas por un tal David Sedaris, en donde encuentro la expresión inglesa “keep your eyes peeled”, que no quiere decir otra cosa que “ponte en alerta” o “mantén los ojos abiertos”. Es curioso que una similar expresión, y que prácticamente constituye una traducción literal, exista en un cierto nivel social nuestro, particularmente en la costa ecuatoriana, donde se escucha con frecuencia ese vocablo coloquial para sugerir estar alerta, el mismo que sería impensable de ser escuchado en las clases cultas; me refiero a aquel dicho de “pela el ojo!”.

En cierta ocasión se contactaron ciertos empresarios asiáticos con nuestro consulado en Singapur, para pedirnos que revisáramos el texto de un libro turístico y cultural denominado “Culture Shock, Ecuador”. En vista de que los editores no tenían otro recurso que el de publicar el documento tal cual había sido presentado, decidimos prestar nuestra colaboración para evitar que ciertas expresiones pudieran distorsionar la real imagen del país y, sobre todo, para confirmar con nuestro conocimiento, lo que en el libro se presentaban como características culturales propias de nuestra patria. Como, texto similares, referentes a muchos otros países, había observado en las mayores librerías alrededor del mundo, me pareció que aportar con nuestra ayuda era una manera de servir al país desde la distancia.

“Culture shock” quiere decir “choque cultural” y ha sido definido por el diccionario Oxford como aquel sentido de confusión e incertidumbre, con ocasionales sentimientos de ansiedad, que puede llegar a afectar a la gente expuesta a una cultura o a un ambiente ajenos, sin haberse procurado de la preparación necesaria”. En este sentido, estos textos internacionales lo que procuran es proporcionar una visión interna de las costumbres y usos de un determinado país, que pudiesen resultar extraños y aun estrambóticos para los turistas y para los nuevos visitantes. Asuntos como la forma de comportarse; o cómo invitar, cómo saludar o cómo presentarse, qué comer o cómo vestirse, se suman allí a una serie de apreciaciones de usos y valores que pudieran en un momento dado crear el mencionado choque. Estos textos buscan en definitiva prepararnos para saber a qué atenernos y qué tenemos que esperar.

Yo mismo, antes de haber viajado a trabajar en Singapur, me hice alguna vez de uno de esos ejemplares y descubrí, a través de ellos, una serie de asuntos fascinantes respecto a la tierra donde mi familia y yo habíamos escogido ir a vivir. Siendo como es Singapur, una metrópoli donde conviven diversas razas, por lo menos tres religiones importantes y una amplia variedad de culturas distintas, se me antojaba, en ese entonces, que iba a ser muy importante saber interpretar, desde el principio, las diferencias escondidas detrás de ese lenguaje simbólico y secreto que es el constituido por las costumbres de un pueblo. Así es como fuimos aprendiendo cómo entregar y recibir una tarjeta de presentación, o porqué usan los hindúes para comer solamente su mano derecha; comprendimos qué podía ser mal visto por nuestros potenciales anfitriones y qué actitudes evitar para no ser malinterpretados.

De modo que cuando este librito –versión ecuatoriana- llegó a nuestras manos, lo que más nos intrigaba era conocer qué asuntos de nuestras costumbres, le habían parecido diferentes al autor de la inminente publicación. Grande fue nuestra sorpresa cuando advertimos que gran parte de las expresiones que allí se contenían, así como muchas de las supuestas costumbres de nuestra tierra, no guardaban fidelidad con lo que realmente sucede y se usa en nuestro medio. Lamentablemente la solicitud de los editores estaba más bien orientada a que efectuásemos una somera revisión, más bien de carácter gramatical, lo cual, debido a la forma como se había elaborado el texto, no era susceptible de permitir enmiendas que tuvieran cierta importancia.

Era evidente que quien se había dado la molestia de tratar de interpretar nuestros usos y cultura, tenía una visión muy sesgada y parcial de la realidad nacional y sólo representaba a un segmento más bien especial dentro de nuestro entorno social. Valía decir que el Ecuador que este autor había intentado descubrir, no era aquel en el que habrían de interactuar los potenciales turistas o el tipo y la clase de personas que podrían haber tenido acceso a esta publicación. Allí fue que, entre otras expresiones, encontré justamente aquello de “pela el ojo”, en un glosario de frases de uso frecuente, como si fuera un modo de hablar de la generalidad de los ecuatorianos, para advertir así del cuidado que se había de ejercitar en una determinada situación.

Tuve la impresión que quien había presentado el libro, se había relacionado con un grupo de personas de un segmento popular de la costa ecuatoriana, pero que las costumbres que comentaba, y las expresiones que decía que se utilizaban, no obedecían a los usos que tienen un carácter general. Por ello, su visión más bien caricaturizaba nuestras costumbres e invitaba a quienes pertenecemos al país y lo conocemos, a tener una actitud de alerta ante la posible distorsión. Dicho con los mismos términos: con aquel librito había que mantener los ojos abiertos; o lo que era lo mismo: había que “pelar el ojo”…

Shanghai, 20 de agosto de 2011
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