07 agosto 2011

Anatomía del gagón *

Es un trasgo diminuto e informe avecinado a la mezquina oscuridad del puente. Su rostro exhibe una mueca macabra; y su boca, en rictus de muerte, deja escapar un lúgubre quejido que se difumina por los rincones del río y que embruja, con su lúbrico silbido, el paisaje morlaco. Un sombrero de enormes alas erizadas consolida el carácter lascivo del duende y le otorga la mítica identidad de su fantasmal apostura. La imagen del gagón es imprecisa, su origen confuso y su naturaleza inescrutable. Sugiere la creencia, medrosa y legendaria, que su padre es el incesto y su madre la promiscuidad que corrompe los hogares.

El gagón es engendro lujurioso de húmedos y concupiscentes amores fraternales; es fruto de la codicia carnal de los compadres y aun de clandestinos estupros clericales. Su llanto estentóreo de huidizos ecos itinerantes, sugiere la caprichosa ubicuidad de su presencia y el agorero maleficio de espantosas calamidades. En su quejido se confunden, en simbiosis confusa e inextricable, un agudo lamento infantil y el reclamo funeral de una vieja vagabunda, grotesca y desesperada.

Su visión es ominosa; su aparición es un satánico recado. Es el mal agüero ofrecido como ingrato presente, como mañoso y abominable regalo. El duende contradice su peregrina estatura con su espectral presencia, con su aspecto fantasmal y bastardo. Es un engendro ridículo que aterroriza al medroso y esquivo vecindario; que altera el azuayo sosiego con sus traviesos hechizos, con sus embelecos y sus encantos. Su traza desordenada es huésped transeúnte de la sombra ocasional de un solitario farol olvidado. Allí, embozado en su escondite, amenaza el trasgo con su espurio embrujo, y con su hechizo esotérico y mágico.

El gagón repite su lamento melifluo, nocherniego y nostálgico, cual perentoria advertencia de renovados presagios que en la noche han escapado. Un viento terco y meridional apura furtivas siluetas que rehúyen la cita con el duendecillo extraviado mientras él va dejando la impronta de sus paseos noctámbulos, a la vez que la sombra macilenta de sus desplazamientos macabros. Entonces la gente, con encubierto recelo, evita un fugaz y repentino encuentro con el duende de índole perversa y va caminando con apremio y con escrúpulo monástico…

* Comentario: Este corto articulo lo escribí hace por lo menos veinticinco años, luego de un viaje de vacaciones a Cuenca. Allí escuché por primera vez este curioso como sugestivo término, nacido de la morlaca creencia en un duendecillo que se esconde en las noches bajo los puentes del Tomebamba. Sin embargo, este escrito, como muchos otros, habría de perderse temporalmente en uno de mis múltiples trasteos y frecuentes cambios de casa. Ahora que lo publico y que lo reviso a la distancia, compruebo mis anteriores influencias y advierto mi anterior tendencia a jugar con las esdrújulas y a utilizar una serie de voces que son poco utilizadas. Prefiero dejarlo como lo encontré, luego de una reciente jornada en que me pasé poniendo en orden mis cuadernos de apuntes y otros papeles extraviados.

De “Los mitos y leyendas de Cuenca” extraigo la siguiente información: “El gagón es una criatura imaginaria que tiene forma de un perrito faldero de pequeño tamaño y de color blanco. Este animal aparecía cuando personas con grado de familiaridad tenían relaciones prohibidas y las asustaba al dar gemidos que imitaban a los lloriqueos de un bebe recién nacido. Se creía que si se atrapaba al gagón y se lo tiznaba la frente con un carbón, las frentes de las personas que este animal había sorprendido también se tiznaban de negro”… Similar concepto hallo en el “Glosario de lojanismos”: “El gagón es un animal mítico, parecido a un cachorro, en el que se encarna el alma de los que fornican en pecado”…

En la edición de Abril de 2006 de la “Revista Cultural” encuentro también una referencia que me parece interesante:
“Será de creer? No será de creer? Quién sabe...! Yo nunca he visto, pero sí me han contado; también he leído los testimonios que al respeto recogió el Dr. Miguel A. Landívar (1921 - 1980), entre otros mitos de nuestros pueblos. Pero como de pueblo mismo se trata, parece ser que los gagones son como "guagua perritos", de esos “ñutos” (quichua por diminuto) , de color ceniciento, mejor dicho como la ceniza, entre gris y blanco, pero se hacen negros cuando pasa el tiempo y ahí ya no hay como salvarles, porque ya está perdida el alma. También dicen que son "pulchungos" (de pelo abundante y ensortijado), bien lanudos, y que salen solo de noche diciendo "gagón" si ha sido de hombre; "gagona" si ha sido de mujer.” (Las explicaciones en paréntesis son mías)

“Los que los han visto dicen que los gagones de la pareja se reúnen, se abrazan, casi se muchan (se besan) y se pasan jugando, revolcándose en el suelo, y aunque los dueños estén delante no les pueden ver. Ahora, qué también serán! No sé, pero parece que son las almas de los inocentes, o mejor dicho de los indecentes -cuestión de moralidades nuestras- que se emparejan con la comadre o viceversa, o con familiares que normalmente “no es de estar” (mías las últimas comillas).

“… para atraparles hay que encerrarlos en una tinaja, tapándoles con una manta o amarrándoles, luego se les pinta con "negro humo"; o mejor dicho, una mezcla de carbón y grasa animal. Algunos les hacen como una cruz en la frente; así, cuando está amaneciendo, el dueño del gagón también aparece tiznado, y uno le puede aconsejar para que se separe de esa mala junta que lo está perdiendo”... “Pero ¡cuidado! Si usted ve un gagón y quiere cogerle, si tiene el alma manchada le saca el "huesito de la rodilla" o sea la rótula; pero si tiene el alma limpia, solito se deja agarrar ni bien uno extiende los brazos y solo le masca suavito”… (Hasta aquí la referencia).

Finalmente, en el "Diccionario de Ecuatorianismos", de mi querido amigo Carlos Joaquín Córdova, hallo la siguiente breve nota: “Sujeto fantástico a quien se le atribuyen generalmente poderes maléficos”.

En fin, creencias y cosas que tienen en la morlaquía!

Quito, 7 de Agosto de 2011
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