09 octubre 2011

Coloquios aeronáuticos (3)

Es el principio del otoño; el Huangpú ha perdido de improviso ese su trajinar travieso. Abajo los árboles han adquirido ese color que denuncia el incendio de los ocres, anaranjados y amarillos. De pronto, uno como juego de diminutos y caprichosos estallidos empecinados va flagelando el impasible cielo de la noche shanghainesa. Debe decirse Shanghai, Shangai o Shanjái? Sobre todo, si advertmos que el sonido fricativo “sh” no existe en nuestra lengua. Quizás la forma más auténtica y fiel de escribir el nombre en castellano, sea Shenjái, que representaría el sonido más cercano a su nombre autóctono. Así, mientras coincidimos en lo antojadizo y arbitrario que resulta el cambio que sufren, de acuerdo con el idioma, los nombres de países y ciudades, continuamos con nuestra entrevista:

IN: Cómo se produjo el salto? Quiero decir… al Boeing desde la “machaca”?
AV: No podía quedarme a volar ese bichito para siempre o por mucho tiempo! Estaba recién casado por esos años; y, aunque el horario me resultaba cómodo, se fue haciendo cada vez más perentorio el tratar de “salir de la selva”. En eso, se produjo un repentino aumento de frecuencias en Ecuatoriana y la empresa optó en principio por contratar tres nuevos copilotos. La expansión fue tan agresiva, que se terminó contratando diez nuevos pilotos. Yo tenía ya veinticinco años y alrededor de cuatro mil horas de vuelo. Puede decirse que había cumplido mi mayoría de edad como piloto.

IN: Cómo era la Ecuatoriana de ese entonces?
AV: Tardé un poco en adaptarme. Me encontré con un serio rezago de métodos y procesos que habían pertenecido a la fuerza aérea. Era una empresa que recién se había estatizado y sus empleados estaban sujetos a un estatuto “de régimen” de empleados civiles de las fuerzas armadas. Más tarde, ya como presidente de la Federación Nacional de pilotos, me habría de corresponder la tarea de liderar el cuestionamiento a esta irregularidad jurídica. Pero, volviendo a tu pregunta, lo que más me llamó la atención era uno como culto a la personalidad; y, sobre todo, un ambiente saturado de insinuaciones y recelos mutuos.

IN: Qué quieres decir?
AV: Me percaté desde el principio que había un choque de personalidades fuertes. Puede decirse que había un disimulado choque de dos filosofías o conceptos; pero no en un sentido profesional, estrictamente hablando. Se trataba de dos estilos administrativos. Era claro que había que coincidir o chocar con cierto estilo… Para mi horror y sorpresa, fuimos convocados a una primera reunión con quien fungía como jefe de pilotos. El propósito de la convocatoria era el de tratar ciertos rumores y comentarios que había escuchado este directivo. “A Ecuatoriana han venido a ser bien caballeros y bien hombres”, fue una de sus primeras frases.

IN: Fue por esto que duraste tan poco tiempo?
AV: Bueno, yo me venía preparando –como supongo que todos- para algún día acceder al comando. O sea, para quienes no están familiarizados con el concepto, para llegar un día a chequearme como capitán de nave. Pero, como la empresa era realmente una “directoría” o dependencia de la fuerza aérea, se produjo una circunstancia bastante injusta e inédita: se dispuso que sean chequeados como comandantes ciertos oficiales recién retirados de esa institución. Por lástima, yo iba a ser el primer afectado y si no reaccionaba, iba a cargar con la responsabilidad de toda mi promoción sobre mis hombros. Por lo menos, así lo sentía en esos días. Uno más tarde revisa sus actitudes y decisiones, y cae en cuenta que no estuvieron exentas de cierto quijotismo…

IN: Y entonces…?
AV: No sé por qué siento que me estás queriendo jalar la lengua… Entonces, tuve que abandonar mi ilusión y me fui a Loja a trabajar con el Chejo Romero por un par de meses. Pero la historia, nunca está exenta tampoco de ironía; y lo que tenía que pasar pasó, hubo un inesperado cambio en la administración de la aerolínea y también un intempestivo cambio de jefes. La nueva administración, según algunos, “cedió a mis caprichos”, dejó insubsistente mi renuncia y fui reintegrado. Pocos meses después sería promovido a comandante del 707. Tenía entonces solo veintisiete años!

IN: Qué se siente, cuál es la sensación cuando eres tan joven?
AV: Ya lo había experimentado en el Twin Otter, cuando los pasajeros estaban esperando por el piloto y no habían caído en cuenta que era ese flaquito de gafas que venía apurado y que parecía todavía “guambra” de colegio. Pero, es ante todo una gran responsabilidad; es un gran reto porque implica un demostrar a los demás y un demostrarte a ti mismo, día a día, que estás preparado para asumir esa dignidad. Como decía un compañero de esos tiempos: se puede “hacer” un piloto, pero no se puede entrenar a alguien para que actúe como hombre…

IN: Alguna experiencia importante en ese tiempo?
AV: Fue en general una época inolvidable; tanto en el aspecto profesional, como por las experiencias que se vivieron. Los vuelos en sí, las experiencia humanas, las oportunidades que se compartieron con la familia, los viajes trasatlánticos, el apoyo a la operación bélica y un largo etcétera. Lo único malo fue que me quedé demasiado tiempo en el Boeing 707: un total de quince años. Demasiado tiempo!

IN: Tuviste por esos años algún interés paralelo?
AV: Podría decirse que, profesionalmente hablando, tuve dos: el primero mi curiosidad por lo referente a los llamados “factores humanos” y la seguridad aérea. En este sentido fue muy doloroso haber sufrido en mi propia familia las tristes secuelas que las tragedias aéreas dejan; así perdí a un queridísimo hermano y a una tía que había sido como mi verdadera madre. El otro fue mi participación en la dirigencia gremial que culminó más tarde con la aplicación del Código del Trabajo en las relaciones laborales de la propia Ecuatoriana.

IN: Alguna vez te escuché decir que EEA no eran las siglas que representaban a tu empresa?
AV: Sí, lo que dije fue que querían decir “envidias, egoísmos y ambición”. Lo que sucede es que había ahí un ambiente muy competitivo. Había gente con un sentido muy maniqueo y exclusivista de la realidad; si no pensabas como ellos, eras automáticamente considerado su enemigo. Si opinabas en contrario era que tenías intereses perversos o alguna escondida ambición. Por fortuna esa gente parece haber cambiado y ha caído finalmente en cuenta que en la vida podemos tener diversos criterios y sobre todo que no siempre es bueno tomarnos tan en serio…

Shanghai, 7 de octubre de 2011
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