30 octubre 2011

Los viajes y los días

Sustraigo medio título de sendas obras de Hesíodo y de Marcel Proust para responder a una pregunta que me han hecho con frecuencia, cuando me han consultado que “en cuántos países he estado”. La pregunta implica una inequívoca curiosidad matemática; y reclama un tipo de respuesta que debe manifestarse con un valor aritmético. Mas, estos conteos, los necesarios para satisfacer esa pregunta, han de ser, a la fuerza, imprecisos. Serían similares a la inexactitud que implicaría dar respuesta a otra pregunta, la que nos harían si inquirieran acerca de la cantidad de enamoradas que en el pasado hemos tenido… Y antes de que se insinúe que me aqueja una vanidad que raya en el impudor, me gustaría comentarlo haciendo una necesaria aclaración.

Y es que, en la geografía, como en toda noción política, existe más de un concepto que determina lo que es un país. Puede, por ejemplo, quien sólo ha estado en Puerto Rico decir que ha ido a los Estados Unidos? Quien estuvo en Hong Kong, cuando este enclave pertenecía a la Gran Bretaña, ¿puede decir que estuvo en el Reino Unido? Quienes han visitado las Canarias o las Azores ¿pueden comentar que estuvieron en España o en Portugal? Quien visitó la Guayana Francesa, puede decir que estuvo en Francia, por el hecho de haber pisado territorio francés? ¿Cuán certero sería, por ejemplo, que un pasajero que permanece por breves horas (y aun por cortos minutos) en un aeropuerto de tránsito, comente que ha estado en el país al que pertenecía la mencionada infraestructura?

Los noticieros modernos hablan más bien de “países y territorios”, conscientes de la imprecisión que se crea al hablar de estados y de países. Detrás de ello se encontraría, además, el más amplio concepto de lo que es nación. Este es el caso del país Vasco, que está englobado en el de España como nación, aun sin tomar en cuenta el controversial desacuerdo relacionado con las autonomías. Por otra parte, las fronteras -ese anacronismo de la civilización, que subsiste hasta ahora y que ha sido culpable de tantas guerras, dolor y muerte en el mundo- parecen no ser estáticas y cambian con el paso de los años. Ya no podría decir que estuvo en Yugoslavia quien visitó una ciudad del actual Montenegro, o que estuvo en la Unión Soviética quien recorrió recientemente Armenia o Azerbaiyán.

Idéntico asunto pasa con los ocupantes de los vuelos internacionales, que no podrían afirmar que estuvieron “en” un determinado país o territorio, por el hecho circunstancial de que la nave que los transportaba habría sobrevolado un determinado país. Esto me pasa con respecto a Rusia y a una gran cantidad de países asiáticos y africanos, que en mis diversos viajes tuve la oportunidad de sobrevolar –en algunos casos, por cientos de ocasiones- pero que nunca tuve la suerte de poderlos visitar.

Hablar de “nación” implica siempre la posibilidad de referirse a dos conceptos que, sin ser necesariamente opuestos, son en muchos casos claramente distintos. Hay una interpretación jurídico-política y otra con caracteres sociológicos e ideológicos, con preeminencia de lo cultural. En este sentido, la nación cobra un significado un tanto ambiguo, pues puede implicar el concepto étnico y racial, como también el político de un estado-nación.

El primer concepto estaría identificado con la soberanía, el segundo con el del pueblo que le da identidad y carácter. Para lo que nos ocupa, la entelequia solo sería válida cuando la nación se convierte en ente jurídico, que es el que está reservado para el “estado” propiamente dicho. Por ello que produce enorme confusión que se empleen términos como “país, territorio o estado” cuando son utilizados como si fuesen sinónimos. Hay muestras que pueden servir de ejemplo, como es el caso de los gitanos y los kurdos. O como sería el caso del pueblo judío, cuya existencia como estado, es posterior al concepto étnico y cultural que lo inspiró. Es evidente que en el concepto de nación interviene una raíz histórica y, en algunos casos, cuentan inclusive la lengua y la religión. Pero, a fin de cuentas, qué define a una nación? La respuesta implica un conjunto de ideas e identidades; y sobre todo un muy acendrado sentido de solidaridad.

Para poner luz en la confusión, he tenido que acudir al diccionario de la Real Academia, donde encuentro que el término “país”, se refiere indistintamente a “nación, región, provincia o territorio”; de ahí que usemos el nombre genérico de “paisano” para referirnos a quienes provienen de un mismo país, provincia o lugar. Es por ello que el concepto de país es más claramente expresado en los mapas del mundo, en forma bastante pictórica y gráfica, pues se los representa con un color distinto, para cada país separado por una frontera en particular.

Con todas estas consideraciones, creo que el número de países y territorios que he visitado se acerca a los setenta. Decía al principio que con esto de los países sucede como con el número de enamoradas que uno tuvo en su juventud; pero no por la cantidad de jovencitas que nos habrían soportado, sino porque con el significado de esta palabra, en mi tierra, se expresan un sinnúmero de diversas situaciones. Quién se convirtió en aquellos tiempos en nuestra enamorada? La que nos aceptó cuando nos habíamos “declarado”, aun si nunca había “salido” con nosotros, o si nunca se habría dejado siquiera besar? Merecen ese nombre quizás las que solo nos duraron un par de días? Y qué con las que no requirieron de esa romántica e innecesaria declaración poética, pero que nos entregaron sin condición su cariño, luego de regalarnos su primer beso en la oscuridad?

En cuanto al número de quienes merecieron esa definición… Pues, no lo sé! Deben haber sido números más bien discretos. Y, con seguridad, debe haber sucedido como con los aeropuertos de tránsito… y, ni siquiera como eso! Baste decir que por ahí habremos sobrevolado una gran cantidad de veces, sin haber recibido siquiera el permiso necesario para poder aterrizar…

Sydney, 30 de octubre de 2011
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