01 noviembre 2011

Fortuna y felicidad

El “ordenador de tableta” ha llegado para darme satisfacciones, pero también ha venido a amplificar mis defectos; entre ellos, aquella concupiscencia confesada y declarada que ya he dicho tener: la costumbre de leer más de un libro a la vez. Es que con el Ipad se hace más fácil no solo aquella lectura simultánea, sino que nos permite disfrutar más de una biblioteca, o colección de obras, a la vez. Quizás lo que “no nos permita” sea la exhibición del íntimo orgullo y satisfacción de sentirnos dueños de esos libros, el disfrute del alarde de poseer esas copias. Por esto debe ser que hoy, día de mi sexagésimo cumpleaños, mi familia cercana y mis amigos han preferido regalarme algo que me enriquezca con sus lecturas y que me satisfaga con su ostentación: libros de carátula dura que los pueda lucir en mi modesta biblioteca, luego de su correspondiente disfrute y exploración.

Heródoto de Helicarnaso, un griego que vivió hace unos dos mil quinientos años (y a quien, por coincidencia, estoy leyendo en estos días), decía que la vida normal de un hombre puede durar alrededor de setenta años. La ironía es que, el padre de lo que habría de llamarse “Historia”, vivió sólo por cincuenta y nueve! El escritor heleno fue el primero en comentar el pasado con un método sistemático; y el término “Historia”, que él acuñó, quería más bien significar consulta, investigación y exploración. Es sorprendente como él nos introduce al relato de las guerras médicas, insinuando que la ojeriza entre helenos y persas, no se debió a ambiciones de poder o de conquista territorial, sino más bien a raptos femeninos y a problemas de alcoba; en suma, a razones del corazón...

Me pongo a reflexionar en cómo habría tenido que escribir Heródoto sus relatos, si no disponía de los artilugios modernos y ni siquiera de la provisión de papel… Eran tiempos en que debía escribirse en unas láminas de papiro que tenían algo así como siete metros de largo; y que al enrollarlos (rollos, al fin) formaban unos canutos que hacían más fácil su uso y transportación. Fue con esos pliegues que se ejecutaban las tareas explicativas y didácticas. Puede decirse que ellos fueron los verdaderos y anticipados precursores del moderno “PowerPoint”…

En uno de los primeros episodios de la historias que Heródoto nos cuenta, relata cómo un poderoso rey habría consultado a Solón acerca de quién era el hombre más feliz de la tierra, en espera de que el sabio le incluyera en su consideración. Para sorpresa reiterada del monarca, Solón insistía en excluirle de dicha clasificación. Su argumento era que no podría incluirle en el mencionado juicio, ya que no habiendo concluido su vida, no estaría en capacidad de tomarlo en cuenta para efectuar su apreciación. Le dijo que, a lo sumo, podría juzgarlo como un hombre afortunado; que sólo si su vida hubiese sido afortunada hasta que se hubiese despedido de este mundo, podría considerarlo como miembro de esa galería privilegiada, que era la de ser considerado como un hombre feliz…

Por eso, entre otras consideraciones y conceptos – no quisiera, en este punto, y justo en este día, recalcar en mi personal convencimiento de que no creo en lo que otros llaman felicidad – es que puedo hacer gala de la condición de sentir que soy un hombre afortunado. El solo hecho de haber cumplido cinco docenas o seis decenas, es algo que me hace sentir agradecido con la vida y que “casi” me hace decir que “me llena de felicidad”. Cumplo una edad que supera lo que fuera mi propia expectativa, la misma que nunca excedió la edad a que llegó mi propio papá. Ya soy cinco años mayor a la edad que él tuvo cuando se fue sin despedirse un día, dejándonos la renovada inquietud de si esos golpes que nos da la vida son también parte de la fortuna y de la ansiada felicidad…

Siento, por lo mismo, que ya llevo como cinco años jugando lo que en mi deporte favorito llaman “los descuentos”; a sabiendas que me estoy jugando un partido que aunque gane o empate, sé que no me sirve ni siquiera para volver a “clasificar”… Pero, aun así, lo sigo jugando con pundonor y con empeño. Lo sigo disfrutando; porque jugar con satisfacción, y participar con pundonor y con altivez, es lo que otros definen con el más humano y noble de los términos, un sustantivo olvidado, que parece que se quedó entrampado para siempre en los libros de caballerías (como aquel de otros dos locos que también estoy releyendo, el uno alto y flaquito y el otro rechoncho y bajito); me refiero a un sustantivo que de tan olvidado parece que se convirtió ya en adjetivo – de hecho, es ya una palabra antigua –. Es un concepto incomprendido: se llama “dignidad”…

Escribo, mientras en el Asia ya es otro día. Qué digo! Mientras sabiendo que ya vivo en el futuro, sé que en el Asia es ya un nuevo mes! Qué lástima que, a pesar de estar en el futuro, no se pueda siquiera predecir el presente! Qué pena también que no pueda decirse que soy un hombre “con futuro”… Aunque la sola fortuna de seguirlo teniendo, quizás haya de abrirnos las puertas a esa esquiva “felicidad”…

Con el final de estos “primeros sesenta años” siento que, aunque ya se hubiera acabado el partido, la contienda todavía no habría terminado. Y siento también, que aun en el caso de que hubiese perdido ese partido, la vida ha de ser siempre algo más importante que un partido en el que pudimos participar… Por eso, cuando al empezar el día me han preguntado que cómo me siento, lo único que he atinado a responder es que siento dolor, porque cuando uno ha cumplido los sesenta y se ha levantado de la cama, eso es lo que uno siente: dolores por todas partes! Y, por lástima, para eso de los achaques… es poco lo que puede hacerse, sino tan solo soportarlos! Sobre todo si… ya no "mismo" los podemos remediar…!

Sydney, día de Todos Santos, 1 de noviembre de 2011
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1 comentario:

  1. Muy interesante, sobre todo la reflexión sobre la incapacidad de considerar "propio" un libro digital; es lo que yo siempre me pregunto: ante las nuevas tecnologías en las que del libro ya sólo cuenta el texto - y no el objeto físico - ¿qué pasa con los coleccionistas? Supongo que seremos relegados a un circo y se nos mirará con recelo.

    Muy bien escrito, un saludo.

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