22 noviembre 2011

Cuicas, cuicas y más cuicas

Parece que en el sur del continente llamaban antes “cuicos” a los afuereños o forasteros; hoy, y probablemente por diferentes motivos, llaman así a los adinerados. En México, llaman con ese nombre a los guardias o policías; se trataría de la adaptación de un término prestado del náhuatl que quiere decir “el que canta”. En la serranía del Ecuador también usamos ese nombre, “cuica”, aunque tomado del quichua (no olvidar que en esa lengua no existe la o), para llamar a las lombrices; además, por lo general llamamos con esta palabra a todas las especies animales que tienen aspecto vermiforme o de gusano, sobre todo si son pequeñas. Por ello, el adjetivo cuico, ya con la o del castellano, (o cuica) es un sobrenombre que se usa para designar a los enjutos o flacos de carnes.

Las cuicas viven bajo tierra en condiciones de humedad, aprovechando la condición de blandura de los terrenos. Recuerdo haber ido de pesca de truchas a Chalupas hace muchos años y lo que utilizamos como carnada en esa expedición fueron justamente cuicas o lombrices de tierra. Habíamos pasado recogiendo un frasco repleto de estas lombrices de la hacienda de un amigo, antes de dirigirnos a esa zona situada en las estribaciones orientales del Cotopaxi. De la recolección se habían encargado los peones que nos acompañaron. Fue tal la cantidad de truchas que conseguimos en aquella jornada, que la auditoría final nos obligó a un reparto equitativo con los mismos proveedores de los gusanos…

A causa de la apariencia que tienen las sanguijuelas, que también tienen aspecto vermiforme, se tiene la tendencia a confundirlas con las lombrices de tierra; esto, a pesar de que constituyen una especie biológica distinta. Las sanguijuelas son más grandes y más oscuras; fueron utilizadas hasta el pasado reciente para las sangrías terapéuticas. Hubo un tiempo no muy lejano, el de nuestros abuelos, cuando eran utilizadas para el tratamiento indiscriminado de un sinnúmero de dolencias. La baba de la sanguijuela contiene una substancia anestésica y anticoagulante, por ello se la utilizó para esas sangrías, convencidos como estaban nuestros antepasados de su probable eficiencia. Con el desarrollo de la ciencia y de la medicina, tales métodos fueron comprobándose como inefectivos y empezaron a ser reemplazados con los modernos medicamentos.

En tierras húmedas y tropicales existe además un animal parecido, aunque de naturaleza diferente; trátase de una especie similar a la de una culebra pequeña, aunque sin escamas, que también tiene similitud con la sanguijuela, aunque técnicamente tampoco es un gusano; pertenece a la familia de los anfibios; puede decirse que es una salamandra sin patas. A diferencia de las sanguijuelas, estos anélidos (que tienen anillos) poseen estructura ósea y su mordedura puede ser sumamente venenosa, a más de dolorosa y muy molesta.

Hace poco tuve oportunidad de ser testigo de los efectos de la mordedura de esta diminuta especie de aparente reptil pequeño, que en nuestra costa conocen con el nombre vulgar de “pudridora”. El caso es que el trabajador afectado había estado arreglando las plantas en el jardín y sintió de pronto una especie de fuetazo electrizante. Enseguida se percató que la causante era esta como serpiente diminuta, de no más de veinte centímetros de largo, de piel húmeda y lisa. La reacción del veneno había sido tan dramática que la mano del jardinero quedó convertida en pocas horas en un muñón horrible y monstruoso, cuya infección necesitó de un agresivo tratamiento con nitrato de plata para controlar la hinchazón producida. Hay infecciones tan agresivas que no pueden tratarse con antibióticos (son las caracterizadas por la presencia de gran cantidad de pus) y la única manera de controlar el proceso de infección y, por lo mismo el dolor, es con la introducción de un cordón de nitrato de plata en la herida respectiva.

En otras partes conocen a las pudridoras como ilulos (su nombre en quichua) o como cecilias o cecílidas (de su nombre en latín). El nombre técnico de estos anfibios es sin embargo el de “gimnofiones”, aunque los conocen también como apodos (palabra grave, sin tilde). Pero, es en el campo donde los llaman con el nombre coloquial de pudridoras, probablemente porque es fácil confundirlas con las serpientes, sobre todo por la naturaleza de su temible mordedura. Estas cecilias tienen un aspecto vermiforme, carecen de extremidades y de cintura; y poseen una cola rudimentaria que las diferencia de las serpientes. Las pudridoras tienen unos ojos muy pequeños, que son órganos probablemente atrofiados que solo los utilizan para percibir la luz y así poder movilizarse.

Por ahora dejemos en paz a las salamandras o salamanquesas; baste decir que en ellas se habrían inspirado las culturas antiguas para imaginar ese ser fantástico, a veces alado y siempre sorprendente, que es el dragón de las diversas mitologías. La salamandra es un batracio que es el que más se parece en la realidad a ese animal terrible y fantástico, que con su extraña figura sugiere una múltiple mezcla entre diferentes animales y que con esas sus fauces agresivas que desprenden fuego, ha sido el contradictorio símbolo del bien o del mal; de la sabiduría o de la mala fortuna en las diferentes sociedades. Me pregunto si hay acaso en aquella creencia un atávico recuerdo de los desaparecidos dinosaurios.

Pero, volvamos a las cuicas; esto es a las “otras cuicas”, a las intestinales, a las que se presentan en forma de gusano o de larva y que constituyen el síntoma de las enfermedades parasitarias. Entre ellas se cuentan a la tenia y a la llamada lombriz solitaria, que forman parte de esta otra clase de parásitos que requieren para su eliminación de un tratamiento con vermífugos de efecto muy potente.

Mundo fascinante es el de las cuicas. Aun el de las que parecen pero no lo son…

Sydney, 23 de noviembre de 2011
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