09 noviembre 2011

La reconquista del espacio

Resulta grato comprobar como las grandes ciudades manejan sus procesos de organización y desarrollo. En cierto modo, puede decirse que han llegado a convertirse en “grandes” justamente porque han sabido administrar en forma eficiente su crecimiento. Ésta parecería una verdad de Perogrullo, pero solo a través de reconocer su problemática de densidad poblacional, sus factores de transporte social y de movilización, la asignación de espacios para la provisión de una infraestructura vial adecuada, las peculiares características relacionadas con su relieve y disposición natural -entre otros importantes asuntos y temas- es que ciertas ciudades modernas han logrado situarse como “grandes urbes” en el concierto mundial. Lo han conseguido en la medida que han sabido manejar y administrar estas dificultades.

Por esto es que hay enormes ciudades en el mundo que no han conseguido ubicarse entre las llamadas grandes, porque -más allá de sus problemas de presupuesto y de desarrollo- no han sabido precisamente hacer un diagnóstico oportuno de sus factores de población y crecimiento para enfrentarlos con eficiencia y efectividad. Puede decirse, por lo mismo, que todas aquellas que han conseguido un alto estándar de vida, lo han hecho luego de analizar y superar los elementos de su problemática; y esto ha requerido estudios locales y comparativos, esfuerzos en planificación, una gran mística organizativa, una estructura legal animada por la coherencia (ordenanzas adecuadas), una vigorosa decisión política y, desde luego, una satisfactoria financiación.

Las soluciones a los problemas de las ciudades que gozan, o adolecen, de procesos de crecimiento agresivo, no siempre son fáciles de implementar. Sin embargo, la buena noticia es que en materia de regular estos procesos casi no queda nada por inventar. Esta, en apariencia, insoluble temática se encuentra ya estudiada y debidamente analizada en los países desarrollados; y las soluciones se encuentran ya disponibles en forma de documentos y textos de organización y estandarización. Podría decirse que si existirían los espacios adecuados, la decisión administrativa y los recursos económicos necesarios, solo sería cuestión de aplicar esas normas ya establecidas a nivel internacional.

Temas como el ancho de las veredas, la provisión de refugios para el transporte público, el diseño de los parterres, la amplitud mínima de los carriles de las vías, la semaforización y la señalización de las avenidas y calles – entre muchos otros aspectos-, se encuentran ya contenidos en tales manuales de estandarización. Lo que resulta indispensable, luego de acceder al debido reconocimiento de las realidades locales, es la implementación de una política agresiva para asignar y recuperar los espacios necesarios para proceder al proceso de implementación.

El factor de la asignación de espacios resulta primordial; justamente porque muchos de los problemas se han creado, amplificado y exacerbado por la ausencia de espacios públicos apropiados. Ello puede ser consecuencia de la organización original de las ciudades, y aun de la inconsistencia y ausencia de perseverancia en la aplicación de las normativas y ordenanzas, pero no se descarta que la anomalía se haya complicado por la ausencia de una coherente conceptualización de esos espacios públicos mínimos que requiere una ciudad. Esto se manifiesta en dos aspectos principales: las zonas de esparcimiento comunitario y las estructuras que requieren las vías de alta velocidad.

El reconocimiento de estos factores implica necesariamente una revisión de los conceptos de “generosidad” espacial. Serían inútiles los esfuerzos y recursos que se quieran dedicar a solucionar los problemas de las grandes ciudades, si no se revisa su contraparte: una atávica y contraproducente mezquindad en la asignación de áreas dedicadas a la construcción de la infraestructura. Esto, a fin de cuentas, afectará al diseño, la calidad y la estructura de la obra; y, en definitiva, a su misma eficiencia y durabilidad. A la larga, y como consecuencia, terminará también afectando el crecimiento de la urbe en consideración.

Por ello que, es urgente reconocer que gran parte del problema en las ciudades de más agresivo crecimiento en nuestros países en vía de desarrollo, se debe a esta inconveniente forma de mezquindad. Mas, no es suficiente con reconocerlo; habría que comenzar por revisar y superar esta defectuosa y contradictoria manera de pensar. El desarrollo de las ciudades modernas no puede ya sustentarse en esta enfermiza mentalidad. Es indispensable por lo mismo, que los municipios se preocupen en forma urgente de eliminar esta disparidad.

Uno de los elementos más importantes del desarrollo de las grandes ciudades es precisamente el relacionado con sus facilidades para una ágil y rápida forma de movilización. El factor de agilidad en el desplazamiento aporta al estándar de vida, al progreso económico, a la eficiencia y al crecimiento armónico de la ciudad. Sin espacios adecuados para estacionar vehículos, propender a la edificación de obras de infraestructura y la provisión de parques públicos, estaremos solo construyendo pueblos cada vez más grandes, pero no habremos recuperado el concepto sustantivo de lo que debe ser una “ciudad moderna”.

Los grandes problemas de nuestras ciudades son obviamente asuntos de carencia de infraestructura; pero ellos no están necesariamente relacionados con la falta de asignación adecuada de presupuestos; obedecen en forma principal a la carencia de planificación y a esta forma contraproducente de mezquindad con aquellos espacios que son indispensables para su adecuada organización. Solo cuando atendamos dichos factores vamos a conseguir más altos niveles de bienestar y de seguridad. Ha llegado la hora de recuperar y reconquistar esos espacios; de propender hacia una nueva forma de mentalidad!

Sydney, 9 de noviembre de 2011
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