25 septiembre 2012

El parto de los montes

Debe haber sido en mis años de escuela que escuché la expresión por primera vez. Hoy me imagino a mí mismo, sentado a la mesa del comedor haciendo mis obligadas tareas y escuchando, casi sin proponérmelo, una transmisión de las discusiones o debates del Congreso que no se perdía la abuela. Entonces, como para dar más enjundia y gravedad a su exposición, alguien la mencionaba a manera de sentencia: “es un parto de los montes!” -decía-. Aquel fue un giro que lo escuché a menudo y, como pudo pasarle entonces -y puede pasarle aún hoy- a mucha gente, me daba la impresión que se refería a algo oscuro, hecho en secreto y con sigilo; en suma, que se refería a algo solapado, subrepticio y clandestino…

Ese era justamente el significado que imaginaba cuando escuchaba pontificar a los “honorables” de esos tiempos (claro que ese fue otro tipo de honorable y que aquellos fueron “otros tiempos”). Y creo que me habría parecido que el sentido perseguido habría sido el mismo que el que se encerraba en otra frase, aquella tan trillada de: “entre gallos y medianoche”… El solo hecho de que se usase la palabra que definía a la acción y efecto de parir, me habría dado la impresión que implicaba la realización de algo furtivo, a más de irregular y recóndito…

Pero… ¿qué hace que el uso del verbo parir -en contraposición a “dar a luz”- tenga, en apariencia, una connotación peyorativa? ¿Por qué, eso de parir, insinúa algo impúdico, oculto y escondido, que involucra la presencia de las tinieblas? Caigo entonces en cuenta que parir es un verbo que no se usa con espontaneidad, que preferimos un impreciso “dar-a-luz”, para expresar “alumbramiento”. Pero… vamos por partes: ¿acaso “alumbrar” no quiere decir también proporcionar lumbre, o sea fuego? Entonces caigo en cuenta que no es solo para proporcionar calor, sino también para obtener claridad, que se utiliza la lumbre o el fuego!

Tengo entendido que en francés se usan expresiones diferentes cuando se quiere decir nacimiento. Se dice “l'accouchement” o “donner le jour”; esta última quiere decir literalmente “dar el día”. He escuchado también que en ciertos idiomas eslavos no se dice dar a luz, sino “dar el mundo”, con lo que se implicaría un sentido de revelar o de descubrir, que es justamente la última acepción de parir que se encuentra en el diccionario de la Academia: “hacer salir a luz o al público lo que estaba oculto o ignorado”. Qué interesante!

Entonces, vuelvo a preguntarme: ¿por qué decimos “dar a luz” prescindiendo de que se lo haga en la oscuridad o a plena luz del día? ¿Se puede dar a luz a oscuras -me pregunto-, es decir “en la oscuridad”? ¿Y, es apropiado utilizar el mismo modo de hablar cuando el parto sucede a oscuras? Para responder, es necesario revisar el sentido original de dar a luz, o de “hacer la luz”, no solo en el sentido de alumbrar o de aclarar; sino en el de algo quizás más importante: el de hacer algo primigenio, algo nuevo; el de hacer algo por primera vez.

Ese es justamente el sentido del Génesis, el primer libro del Pentateuco; ahí se dice que “al principio todo era caos y tinieblas”; y que Dios, en su primer día de la creación, resolvió arreglar eso de una buena vez. Que transformó ese desorden y creó el cielo y la tierra. En cuanto a la oscuridad, sentenció un “hágase la luz”; creó la luz por vez primera y la separó de las tinieblas. Así, “de una”, como dicen en mi tierra, hizo todo esto en forma simultánea, de una buena vez! Por eso que, en nuestro idioma, dar a luz y alumbrar tendrían un sentido de génesis, de inicio, de nacimiento; de algo que sucede en forma primigenia, por primera vez!

En cuanto al “parto de los montes” no es ni lo que los políticos de nuevo cuño ahora se imaginan, ni lo que yo de niño me imaginaba. Solo quiere decir algo insignificante y sin valor; y, especialmente, que no satisface lo que se esperaba. Un parto de los montes es definido por el diccionario como “cualquier cosa fútil y ridícula que sucede o sobreviene cuando se esperaba o anunciaba otra grande o de consideración”. O sea, lo mismo que este humilde artículo, que no intentaba sino "aclarar" algo intrascendente en apariencia; y, frente a ello, “brindar luz”…

Quito, 24 de septiembre de 2012
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