15 septiembre 2012

Los atajos de la cigüeña

Dicen por ahí -los que saben de esas cosas- que no existen atajos, o sendas directas, para la felicidad. Me imagino que ellos ya han advertido algo que todavía los demás no hemos descubierto; ya sea en lo relacionado con las características de ese supuesto camino; o, con lo que es más probable: que lo que llaman felicidad, no esté en la meta o en el destino, sino más bien en la ruta que se ha de trajinar, o en el seguimiento del sendero que se propone como camino.

He caído en esta -quizá- innecesaria digresión, al reflexionar en los curiosos -y siempre tortuosos- atajos y senderos por los que la llamada “cultura popular” hace transitar a la cigüeña, sea con el objeto de utilizar un inocente lenguaje metafórico que explique la concepción y la natalidad, o para buscar una forma fácil de comunicarnos con nuestros hijos y eludir el oportuno esclarecimiento del maravilloso fenómeno de cómo vienen los niños al mundo. Algo en lo más íntimo me hace pensar que no hemos sido muy justos con la cigüeña… con aquello de haberle convertido en permisivo encubridor de indiscreciones y descuidos.

No deja de parecer decidor e interesante, y digno de estudio además, esto de que ciertas culturas hayan optado por asimilar animales que les son extraños a su entorno para justificar o respaldar sus creencias, como es el mismo caso de la cigüeña, o como -para guisa de ejemplo- podríamos mencionar al reno. No existen cigüeñas en América -existen solo en África, Europa y Asia-; y, sin embargo, su simbología es usada como subterfugio en las culturas de los cinco continentes. Y claro, esto ni siquiera se esclarece con aquello de que ellas “no vienen de París”…

El abuso que cometemos con las cigüeñas se debería no solo a que ellas anidan en lugares inalcanzables y alejados, como las chimeneas y los campanarios, sino a que son aves “mudas”, que mal podrían denunciar, contar o revelar nada, ya que, al contrario de la mayoría de las aves que son canoras, ellas carecen de siringe (el equivalente a la laringe de los mamíferos) y, por lo mismo, no están en capacidad de emitir sonidos con su garganta. La forma como está constituida su siringe, permite a algunas aves imitar ciertos sonidos que todos pensamos que estarían reservados a los humanos; es el caso de loros, cotorras y urracas. Quien no ha escuchado el sonido emitido por las urracas, no puede imaginar que exista un ave capaz de imitar con tan espeluznante precisión el lamento de los niños!

Es a la cigüeña que la sociedad culpa por los infantes que hacen una inesperada y espontánea aparición; o, lo que resulta aún peor: a ella se le imputa por los que pudiesen tener un origen desconocido… Es justamente cuando ofrecemos este tipo de curiosa explicación, que los mozuelos empiezan a sospechar de nuestra credibilidad y ponemos en riesgo nuestra integridad como adultos, al tratar de entregar una explicación ingenua de la forma como vienen al mundo los niños.

Porque… mal podrían creer los niños en aves y otros animales que no existen en su tierra; si, además, con la omnipresencia de la televisión y de los ordenadores, ya no subsisten asuntos que carezcan de explicación, ni tampoco existe ningún tipo de información al que ellos no pudieran tener acceso. Los niños ya han descubierto que este trámite “cigüeñero” toma siempre treinta y ocho semanas, y han advertido que ni amazon.com, ni Federal Express, demoran para sus entregas tanto tiempo! Les resulta sospechoso, sobre todo con el franco desarrollo de los “couriers” y demás correos, que estas entregas se hagan tan demoradas y que las urgentes distribuciones sigan haciéndose tan a destiempo!

Lo que ni los rapaces ni “los demás niños” sabemos es la razón para que las cigüeñas sean tan discriminatorias y traigan en bayetas anudadas de dos colores únicos a los niños que transportan… Nadie se explica por qué es que estas aves, de cuellos largos y patas flacuchentas, prefieren el celeste y el rosado; y no ofrecen otras opciones para que cada cual escoja el color de su gusto y libre albedrío… Talvez esto ya desborde el encargo al que se comprometen y entre más bien en el terreno de otro tipo de atajos: el de aquellos otros, los extraños e inesperados con que suele sorprendernos en forma ocasional el destino…

Jeddah, 15 de septiembre de 2012
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