05 septiembre 2012

Tierra recién encontrada

Yo creo que fueron el frío y la nieve. Sí, sobre todo, el frío! Eran esos mis primeros meses en Ecuatoriana de Aviación y, aunque yo era todavía nuevo como copiloto, ya aspiraba a que me enviasen a mi primer vuelo transatlántico. Eran los tiempos en que los peregrinos nacionales viajaban a Jerusalén, aprovechando que los aviones de la compañía iban a Ben Gurion a realizar sus inspecciones mayores o a efectuar sus chequeos de mantenimiento. Algunos vuelos anteriores al que me correspondería hacer, habían cruzado hacia Europa a través del Atlántico Norte, haciendo escalas en Gander, Canadá, y en Reykiavik en Islandia.

En lo personal, yo soñaba con cumplir con esa, mi primera travesía. Gander está ubicado en la isla de Terranova; bautizada así por Giovanni Caboto, cinco años después de la hazaña de Colón. Terranova dio su nombre a toda la parte atlántica del territorio del actual Canadá, que incluye a buena parte de la península del Labrador. En inglés se la conoce como Newfoundland, que quiere decir “Tierra recién encontrada”; aunque es una tierra que supuestamente ya había sido encontrada quinientos años atrás por Leif Ericson, un vikingo hijo de Erick el Rojo… No importaba quién la hubiera descubierto, para mí significaba que la iba a descubrir por primera vez!

Pero… creo que fue el frío! Al final, el departamento de operaciones optó por una ruta distinta: se decidió que el vuelo operase vía las Islas Canarias, luego de abastecerse de combustible en un lugar de las Antillas llamado Pointe-a-Pitre.

Habrían de pasar más de veinte años antes que empezara a ver a Gander desde el aire con una frecuencia inusitada: casi una vez al mes. Eran ahora mis vuelos como comandante de Singapore Airlines, en las rutas desde Europa a Estados Unidos o en sentido inverso. Cada vez que miraba hacia abajo y contemplaba el ahora poco utilizado aeropuerto, no podía dejar de recordar la tragedia del DC-8 de Arrow Air que, en esos mismos años que yo había tratado de hacer mi primer vuelo vía Terranova, se había desplomado allí mismo, luego del despegue, debido a acumulación de hielo en la superficie de sus alas… Más tarde, los que en todo ven “teorías conspiratorias” sugerirían un motivo terrorista a la hora de la investigación!

Y el vuelo debía haber pasado también por la isla de Islandia, la misma tierra que habría servido de puerto de salida para los olvidados descubrimientos vikingos. Los nórdicos habrían llegado a la isla de Baffin, luego a la península de Labrador y a una tierra que llamaron Vinland, porque encontraron unas frutas similares a las uvas. Este probable viaje solo había sido aceptado como una teoría febril y sin sustento, hasta que en mis años de escuela una pareja de arqueólogos descubrió, en el norte de la isla, los restos de un interesante asentamiento de inconfundible carácter escandinavo. El lugar era conocido como Ensenada de las Praderas o L’Anse aux Meadows -deformación del nombre L’Anse aux Méduses, o Ensenada de las Medusas-. Ahí, gracias a los modernos métodos que tiene la investigación científica, se ha comprobado que el temerario Leif había estado efectivamente en las tierras que reclamaban las sagas nórdicas!

Y, así como los islandeses hace ya unos mil años descubrieron parte de lo que hoy llamamos América, me ha correspondido también a mí “descubrir” esa isla llamada Islandia por medio de su cultura, su gente y por medio de la empresa para la que ahora presto mis servicios profesionales. No conozco aún su áspera geografía, pero he empezado a percibir su cultura y el carácter insular de su gente. Por ahora, se me hace un tanto difícil interpretar su acentuado sentido de reserva. Intuyo que será debido a su natural discreción o, probablemente, a su manifiesto sentido de la prudencia. O, quién sabe, puede también que sea el frío…

Jeddah, 5 de septiembre de 2012
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