23 septiembre 2012

La vida es sueño…

Transijo ante la travesura momentánea de robarme, por una sola vez, el título de la obra de Calderón; y cedo ante la de no usar el nombre completo del autor. No hay nada que más me confunda que la utilización de los apellidos españoles. Me queda la duda de si ese “Calderón de la Barca” era solo un apellido compuesto que no tuvo continuidad o si, por el contrario, constituye un uso arbitrario otorgado por la moda o por la costumbre de un determinado tiempo. Tampoco me queda claro si ese “de la Barca” era su apellido materno.

En este punto, tengo que acudir otra vez a la enciclopedia -cuándo no- para aclarar la duda del inusitado ejemplo; solo para descubrir que Pedro Calderón de la Barca y Barreda González de Henao Ruiz de Blasco y Riaño… era su nombre completo!

Hoy mismo, existe la dualidad de ciertos nombres que son más frecuentes de ser utilizados como apellidos (Jorge, Borja, García). Esto, sin contar con la rezagada costumbre de utilizar el apellido materno para designar a ciertas personas, cuando el primer apellido es uno de los más comunes. Muestras al canto: Zapatero, en lugar de Rodríguez a secas o de Rodríguez Zapatero; Prado en vez de Fernández o de Fernández Prado; Romero en lugar de López Romero…

Pero, al mismo tiempo, nada me rebela más que la costumbre, cursi y de mal gusto, de cierta prensa deportiva suramericana de utilizar todos y cada uno de los nombres y apellidos de ciertos futbolistas para identificarlos cuando estos se destacan en su disciplina. Si a Juan Ruiz antes se le conocía sólo como Juan Ruiz en su barriada o en la escuela, de golpe ya se le empieza a identificar como Juan Rudecindo Ruiz Quiñones; como que si, al prescindir de todos esos apelativos, ya nadie se habría de dar cuenta quién mismo es el tal Juanito…

No descarto además, y no como excepción a la regla pero sí como elemento que se incorpora a la confusión, el de una serie inagotable de apellidos compuestos: unos recién instaurados y otros de larga data, uso y tradición. Entre nosotros: Gómez de la Torre, Febres Cordero, Durán Ballén o Gómez Jurado; y así, por ese orden… Me queda la duda si todos esos apellidos alguna vez obedecieron a una forma más simple de identificación; o si, por el contrario, siempre fueron lo que hoy son: apellidos compuestos.

He recorrido este interminable circunloquio, solo para hablar un poco de los sueños. Nada hay que más me cabree que la inconsistencia que tienen nuestros sueños. Es probable que lo único que supere mi inveterado enfado sea el que no pueda recordar cuál fue su guion completo. De lo único que puedo estar seguro es que todos soñamos (no solo en la vida, sino también en el mundo de las fantasías que se nos presentan en la nocturnidad). Es más, me han dicho que los sueños se producen todas las noches o siempre que dormimos; y que la única diferencia está en que no siempre los recordamos. O que sucede lo que a mí con frecuencia me ocurre: que no recuerdo algunos de los “apasionantes episodios” de esas extravagantes telenovelas; y eso, cuando no los olvido por completo!

Hoy mismo; o, anoche mismo, para hablar con propiedad, mi sueño tenía que ver con una de mis repetitivas manías de querer transmitir a otros lo que recién he descubierto. Quizá esto se deba a mi íntimo convencimiento de que hay asuntos simples, en las cosas que se deben conocer en nuestros oficios, que no siempre les han transmitido a los demás en forma oportuna y completa. Esa manía mía, es probable que sea la que alimenta el libreto de mis sueños, pero como “los sueños, sueños son”, a veces su transcurso lógico y coherente cede paso a un desenlace  caracterizado por el absurdo y la falta de sentido. Ese sueño, que fue una visión relacionada a mi oficio de aviador, concluyó en forma inesperada, con mi enorme aparato haciendo un aterrizaje improvisado en… un patio de espacio restringido!

Creo que no digo ninguna novedad si insinúo que nuestros sueños quizá han de estar relacionados con nuestros temores y obsesiones. No me queda claro si su realización se produce siempre a todo color, o si esta se produce solamente en blanco y negro… Me parece asimismo, como resultaría lógico colegir, que las experiencias, el avance de la civilización y la tecnología, han ido haciendo cada vez más sofisticados y complejos nuestros sueños. Me pregunto si será por eso que los hombres ya no experimentamos esos sueños cargados de oscuros significados que afligían a los reyes y faraones en la antigüedad. No deja de ser un paliativo que ya no estemos obligados a acudir, para su lógica interpretación, ni a una misteriosa sibila ni a las confusas predicciones del oráculo de Delfos…

Sí, la vida es sueño!

Quito, septiembre 22 de 2012
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