08 noviembre 2012

La vieja faz de la nueva Fez

Llego a Fez con los primeros rayos de la madrugada. La torre de control nos ha autorizado a efectuar una interceptación anticipada del sistema de aterrizaje por instrumentos y a realizar una aproximación abreviada (espero que mis lectores no olviden que no soy un “escribidor” al que le gusta volar aviones, sino solo un humilde aviador quien gusta de escribir de vez en cuando). La carta aeronáutica del aeródromo de Saiss dice que se trata de una sola pista angosta, carente de una calle paralela de rodaje. Nos preparamos, pues, para efectuar un aterrizaje inédito en nuestro cuaderno de bitácora; y anticipamos que habrá que realizar, como en los viejos tiempos, una maniobra de ciento ochenta grados en la misma pista para regresar desde la cabecera contraria.

Una vez en el terminal aéreo, descubro que su incipiente tamaño no ha estado preparado para la llegada simultánea de las dos únicas naves que aquí han aterrizado; ellas transportaban de regreso a un millar de peregrinos que han ido a la Meca, la “tierra santa” de los creyentes musulmanes. Todos los pasajeros parecen preocupados de cuidar su tesoro personal: los dos galones de agua santa que les han entregado como ración, luego de su visita de peregrinaje… Hay en el terminal  una confusa congestión y una gran algarabía. Daría la impresión que nada consigue atender con prontitud y eficiencia a los recién llegados.

Cuando ya logro satisfacer los trámites de inmigración y aduana, descubro con sorpresa que la diminuta sala de espera se encuentra casi desierta; intuyo que debido a la distancia a la ciudad y la incómoda hora de llegada, no han venido los familiares a dar la bienvenida a los peregrinos que han estado ausentes. Pero, me basta con salir del edificio para reconocer mi falsa apreciación: es que se han tomado medidas de precaución y las autoridades han acordonado el aeropuerto para evitar las posibles aglomeraciones. Miles de personas esperan con impaciencia y ansiosa curiosidad la llegada de los piadosos viajantes.

Yo también trato de absorber mis primeras impresiones con ilusión. Marruecos es un reino berebere que siempre me cautivó por su identidad y por la magia de sus contrastes. Espero con ansiedad la experiencia de adentrarme en el corazón de la segunda ciudad marroquí; una que en su tiempo -entre los siglos XII y XIII- estuvo considerada como la urbe más poblada del mundo, cuando ya proclamaba la insólita condición -para su época- de contar con doscientos mil habitantes! Fez es una ciudad poseedora de un nombre milenario, en cuya amurallada y laberíntica “medina” todavía se yergue el más antiguo centro de conocimiento que existe en la humanidad: una “madrasa” (seminario y universidad) que no ha dejado de funcionar por doce siglos consecutivos!

Hoy Fez bordea el millón de habitantes; si Casablanca es reconocida como el centro económico de Marruecos y si Rabat es -de hecho- su capital política, los leales moradores de Fez consideran a su ciudad el centro de la cultura y de la religiosidad marroquíes. Ellos son orgullosos, además, de pertenecer a una ciudad declarada “Patrimonio Cultural de la Humanidad”, que puede hacer alarde de poseer una “medina”, o ciudadela carente de automotores, reconocida en la actualidad como la más grande del mundo.

La visita a esa antigua medina y la posterior exploración de la llamada “Meca del Oeste” o “Atenas del África” no satisfacen, sin embargo, la expectativa creada. Los estrechos meandros callejeros y su centenaria y artesanal actividad no reflejan, por sí mismos, una riqueza debidamente preservada; hay una pátina de penuria, una huella de abandono, un cierto olor que denuncia, un callado rumor que advierte… Es un aire que rubrica la miseria, que se cuela por las paredes, que se aferra a las estrechas callejuelas y que está presente por todas partes. Más que un santuario cultural, la medina de Fez es un lamentable memorial, un turbio y enmarañado monumento a la indigencia.

Se hace difícil entender cómo pudo esta ciudadela albergar en su tiempo la cota más alta de la tradición de una cultura que supo fusionar, en travieso maridaje, lo mejor de lo andaluz y lo almohade.

Fez, Marruecos, 6 de Noviembre de 2012
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