19 agosto 2013

Conjugaciones inexactas

Era ya tarde cuando, a punto de despegar desde el Curaray hacia Pastaza, se me presentó un obrero de trocha de la Western Geophysical (la compañía que hacía los trabajos de prospección petrolera para Anglo en el Oriente) para hacerme un comentario inquietante y revelador: me dijo que él sabía de buena fuente -y que incluso había sido testigo presencial- que los temibles aucas (o “huaoranis” en su lengua nativa) estaban construyendo en silencio una rudimentaria e incipiente pista de aterrizaje (claro que “el terminal” no estaba incluido en el esfuerzo!)…

Ajeno a mi costumbre, cedí a mi propia curiosidad y escepticismo, y decidí dar un sucinto vistazo para confirmar o descartar aquella novedosa información. Debía desviarme hacia el norte de la ruta por casi diez minutos para satisfacer dicho objetivo y así corroborar la noticia que me habían proporcionado. Cuál no sería mi sorpresa cuando descubrí, aun antes de lo que me había esperado, que los indígenas en efecto habían hecho un desbrozo considerable en la selva; y que, para mi mayor asombro y admiración, ahora me hacían insistentes señales para que aterrizara el Twin Otter en ese elemental e improvisado “campo de aviación”!

Esto sucedió hace ya más de cuarenta años. A pesar de ello, eran todavía frescas las escalofriantes noticias de que los “huaoranis” habían asesinado primero a un piloto de un centro lingüístico y más tarde a toda una familia de misioneros. Para entonces ya existía el club de futbol “Aucas”, el mismo que era auspiciado por la Anglo Petroleum Company, que fuera la primera compañía en hacer trabajos de exploración en el Oriente ecuatoriano. No puedo olvidar, por lo mismo, aquellas infantiles visitas que hice al estadio del Ejido, llamado familiarmente como “del Arbolito”, donde era frecuente escuchar ese grito fervoroso de los simpatizantes del popular equipo “petrolero”. Ese parecía más bien una queja: “Aaaaaaucas!!!”

Más tarde y con una exclamación -que mi memoria no puede dar testimonio de su curioso origen-, también escuchábamos de tarde en tarde aquel otro clamor un poco menos deportivo, y más bien un tanto patriotero y confuso: aquel otro de “Aucas, Marañón o la guerra!”… Pero, entonces, de los aucas no se hablaba mucho, hasta que los movimientos ecológicos y las nuevas corrientes sociales fueron poco a poco haciendo germinar una conciencia de respeto y protección a esas comunidades a las cuales se les interpretaba con prejuicios animados por una visión “civilizada” y ajena, y cobijados al socaire del temor y la ignorancia.

Ha sido, de pocos años a esta parte, que la protección -y aun soberanía- en favor de esa y otras nacionalidades se ha venido usando como muletilla en las arenas del proselitismo. Es una postura que lejos de haber sido adoptada por todos los individuos que han adquirido una conciencia de situación, ha sido explotada por los movimientos de izquierda, como si esa conciencia y el respeto que merecen esas nacionalidades habrían de ser privativos de una determinada tienda política.

En estos últimos días el gobierno ha dado un vuelco de ciento ochenta grados en su política energética y ha resuelto explotar un sector preservado del Oriente, conocido como Yasuní, al mismo que inicialmente se había comprometido a proteger. De golpe, el concepto binario -de ceros y unos- de la estrategia estatal se ha convertido en otro que manipula los guarismos del uno por mil (antes se había expresado que el daño del ecosistema sería solo del uno por ciento). Lo que no deja de llamar la atención es que un gobierno que dice que “ama la vida”, haya alterado tan radicalmente su política a pretexto de exigua compensación.

De paso, quienes tradujeron el eslogan al inglés han cometido un muy inelegante error ortográfico. Aquel “Ecuador ‘love’ life” carece de una “ese” y denuncia que sus autores faltaron a una clase elemental de idiomas en el colegio. Qué aucas!

Jeddah, 19 de agosto de 2013
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