09 agosto 2013

Significados y contenidos


Entré a ese Starbucks en Hong Kong y pedí un capuchino descafeinado. El sitio estaba abarrotado; sin embargo, logré divisar una pequeña mesa como la única disponible. Una señora con apariencia japonesa, que tan solo un minuto antes se había encolumnado a mis espaldas, buscaba sin éxito una mesa vacía para poder ubicarse. Llevaba la dama consigo una bolsa de compras de tamaño considerable. Me preguntó si no me importaría compartir la mesa por unos breves instantes.

La bolsa anunciaba dos grandes caracteres chinos, a manera de propaganda, los mismos que por rara coincidencia los había visto escritos en la parte trasera de un bus esa misma tarde. Recordé el extraño significado del aparente lema y, sin tratar de simular un conocimiento que yo no tenía, me animé a consultarle: ¿“sinceridad y eternidad”? Realmente significan “verdad y tiempo” me contestó, pero más bien debería interpretarse como “autenticidad y duración”. Tiene sentido, pensé, en estos tiempos de tanta “genuina” imitación, y de esos falsos originales que se venden por todas partes… “En mandarín un mismo carácter o símbolo puede tener más de un significado -me explicó-, al contrario que para ustedes que un mismo concepto puede ser expresado con más de una palabra”.


“Esto les afecta a nuestros hijos -continuó- que como se han criado fuera del Japón, no han aprendido ni a escribir ni a leer en kanji (que utiliza caracteres ideográficos); lo han hecho solo en haragana y katakana (que son fonéticos). El resultado es no sólo que no pueden interpretar los caracteres chinos que son difíciles de aprender a la edad adulta (el kanji está relacionado con la escritura del mandarín), sino que no tienen bases para leer y escribir en su propio idioma”.



Animado por el sesgo que tomaba la conversación decidí preguntarle el motivo para que tanta gente estuviera haciendo fila y disputándose para entrar en un almacén tan caro como el de la vereda de enfrente (LV). No había escapado a mi observación que, por su vestimenta y condición, era gente -en su mayoría- de modestos recursos. Me comentó que lo hacían por un símbolo de estatus. Era, en efecto, gente provinciana y rústica, si no campesina, la involucrada en hacer esas onerosas adquisiciones. Lo hacía quizá por el mismo motivo que yo había visto en Shangái que la gente salía a la calle vistiendo pijamas: para marcar territorio, como un símbolo de elegancia o para ganarse el respeto de otros que los veían así acicalados...



Terminamos nuestro breve y fugaz coloquio reconociendo la súbita capacidad adquisitiva del pueblo chino. Y, mientras yo empezaba a preguntarme las causas para esta inesperada bonanza, y para esa opulenta capacidad adquisitiva, ella -a manera de susurro- me dejó un mensaje de despedida: “Pero, no tienen orgullo -me confió-, ahora tienen riqueza pero no saben lo que es el orgullo todavía”…



Hacía tiempo que ya había acabado de saborear mi descafeinado y me puse a discurrir si eso que los orientales llaman “orgullo” era lo mismo que en nuestra cultura llamamos garbo, elegancia o dignidad. Recordé de pronto a una colega de trabajo que un día, no encontrando la palabra castiza para comentar mi talante, me endilgó el comentario de que yo era un individuo "conceited", con lo que yo quise interpretar que quería decirme que era un “mimado o consentido”. Cuando llegué a casa y consulté el diccionario, no tardé en darme cuenta que lo que había querido decirme era que, en su opinión, era un presuntuoso y engreído!



El episodio me persuadió de que lo que para unos puede percibirse como una actitud de auto-confianza, para otros puede ser interpretado como engreimiento (e incluso como arrogancia). Lo que para unos es altanería, para otros es altivez. Pero... ¿qué tan mala es la arrogancia? Tal vez no sea tan mala, en la medida que no subestimemos ni humillemos a los demás, y en la medida que no olvidemos que nuestros logros siempre son circunstanciales… Y mientras, lo que anime nuestro garbo solo sea testimonio de un sentido de dignidad. En cuanto a si es mala o no, me remito a los significados, tan contradictorios que, para alimentar mi propia confusión, proporciona el diccionario de la Real Academia Española: Arrogante: 1. Altanero, soberbio; 2. Valiente, alentado, brioso; 3. Gallardo, airoso.

Sí, al parecer una misma palabra puede tener también más de un significado…

Jeddah, 10 de agosto de 2013
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