29 agosto 2013

De vías y “ciclovías”

Cuando más debería estar empeñado el municipio capitalino en buscar nuevas soluciones y alternativas para dar atención a sus dos más acuciantes problemas -el transporte público y el tránsito vehicular-, eh ahí que las autoridades de la urbe han emprendido en algo que no parece ya una simple novelería, sino una verdadera nueva política general destinada a implementar una serie de senderos ciclísticos (advierto que el término “ciclovía”, con el que aquí y en otras partes ya se los designa, no ha sido aprobado todavía por la Academia) cuyos beneficio y conveniencia son, por ahora por lo menos, seriamente cuestionables.

Sucede que si algo necesita el habitante de Quito, en estos días, es -precisamente- agilidad para poder movilizarse. Los gobiernos locales han venido considerando a través de las últimas décadas la conveniencia de nuevos sistemas de transporte colectivo, con cuya implementación no solo se atendería la necesidad primordial de movilización ágil que tiene la gente, sino también la beneficiosa consecuencia de descongestionar el caótico tránsito vehicular que soporta la urbe.

Si algo torna en más dramático e insoluble el apremiante problema del tránsito en Quito, no es solamente -como puede pensarse- la característica longitudinal que tiene la urbe, sino además dos asuntos puntuales, a saber: la ausencia total de zonas adecuadas de estacionamiento y de lugares exclusivamente dedicados al “parqueo” o estacionamiento de vehículos privados; y, en segundo lugar, la naturaleza estrecha e insuficiente de sus calles -e inclusive avenidas- que no logran dar abasto al aumento permanente e indiscriminado de nuevas unidades. En este sentido, la iniciativa del “pico y placa” no ha sido complementada por ningún tipo de iniciativa que logre atenuar los problemas que trató de evitar.

Pero se da algo más importante aún: no existe todavía en la cultura del habitante -o del residente- capitalino, la costumbre cotidiana de movilizarse en bicicletas o en similares implementos de transporte personal. A duras penas, lo que -hoy por hoy- existe es una costumbre de carácter deportivo y de exclusivo fin de semana. Si los problemas medulares que tiene la ciudad hubieran sido ya solventados y atendidos, la medida adoptada -la reciente incorporación de “ciclovías”- sería una iniciativa que apostaría no solo a la distensión y al ejercicio deportivo de los habitantes quiteños (el publicitado “buen vivir”), sino que serviría para incentivar una nueva actitud de los ciudadanos en beneficio de una necesaria conciencia ecológica y de un nuevo método de movilización con carácter independiente.

Mas, sucede que ese hábito, o práctica, no existe entre nuestros conciudadanos; o, por lo menos, no es una prioridad como la que se exhibe en algunas ciudades europeas de características urbanas completamente distintas, por ejemplo. Tal es el caso de ciudades como Ámsterdam o Bruselas, que son capitales europeas donde ya existe una costumbre o tradición ciclística para la movilización personal y que, sobre todo, disponen ya de excelentes y muy eficientes sistemas de transportación colectiva, a los que se suma la existencia de edificios y lugares dedicados al estacionamiento que no solo ofrecen gran disponibilidad, sino que han sido implementados con la asistencia de tecnología computarizada.

Pero es claro que ese no es el caso de nuestra ciudad, donde a más de no existir esta interesante usanza, no existe ni siquiera, por el momento, el número mínimo de bicicletas que amerite la construcción obcecada de estos andariveles. Como están las cosas, su implementación solo ha venido a constituirse en un nuevo elemento de obstrucción y a convertir en aún más estrechas nuestras angostas y poco expeditas calles.

Quito, agosto 29 de 2013
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