26 agosto 2013

Reflexiones y visados

A menudo me pregunto si aquella entelequia que hemos llamado “conocimiento personal”, es decir el conjunto de lo que hemos aprendido o que sabemos -o de aquello que creemos que sabemos-, no es sino como una pequeña pieza de género (pues, por mucho que pretendamos jamás ha de llegar a constituirse en un rollo completo); y ni siquiera eso… sino tan solo un conjunto de retazos desordenados que hemos ido acumulando en uno de esos olvidados arcones -o en los cajones (creo que siempre son más de uno)- en donde fuimos trasuntando o trasvasando todos esos datos que fueron gozando de nuestra predilección y preferencia, ora por su novedad, ora por su valor referencial e intrínseco.

Y entonces barrunto que aquellos retazos están acumulados en unos pequeños cajoncitos en los que los ha ido discriminando la memoria. Ahí, al igual que en esos sitios de cachivaches en apariencia inservibles, donde suelen acumular aquellos precarios objetos nuestros esforzados y perseverantes artesanos, vamos encontrando poco a poco una serie de bártulos que no los habíamos buscado y que -lo que es más curioso aún- no esperábamos que los íbamos a encontrar. Por eso ha de ser que muchas veces no encontramos aquellos datos donde creíamos que estaban; y, por la misma razón, que nos encontramos con ciertos trozos de información en sitios donde no los esperábamos encontrar.

Estoy en estos mismos días leyendo a un autor ruso de cuya existencia y de cuya obra tenía total desconocimiento hasta hace tan solo unas pocas semanas. Se trata de Mijail Bulgákov. No recordaba, por ejemplo, cómo llegué a asomarme a su inesperado descubrimiento; sólo recordaba que tal vez había leído en una novela de Roberto Bolaño que este último autor mencionaba, a través de uno de sus protagonistas, que era algo así como el más importante novelista que habría dado el siglo próximo pasado. Nótese que estamos hablando de un siglo donde se desarrolló la novela como género en forma magistral y con expresiones inéditas; piénsese en Proust, Joyce, Kafka, para mencionar solo unos pocos ejemplos…

Y fue asimismo, rebuscando en esos casi inservibles y olvidados cajones -léase si se quiere: desordenándolos más de lo que ya estaban- que encontré otros temas de cuya inicial reflexión no recordaba cómo es que tuve primario conocimiento; cómo fue que me enteré que aquella expresión bíblica del “camello que no habría de pasar por el ojo de la aguja” era un probable error de traducción, por ejemplo; y tampoco recordaba cómo fue que -en primer lugar- escuché tan a destiempo y por primera vez de la existencia de ese escritor, desaparecido prematuramente, ese mismo que ya antes mencioné: el chileno-mejicano-español Roberto Bolaño.

He mencionado a guisa de ejemplo aquello de la cita bíblica. Dice una novedosa creencia que aquello del camello no es sino una transliteración equivocada de su significado real: cuerda gruesa de esparto. Puedo decir que casi al mismo tiempo leí en otras dos fuentes completamente distintas idéntico comentario. La una fue justamente en otro libro de Bolaño (lo comprobé al revisar mis notas y aleatorios subrayados); sin embargo, no he logrado traer a la memoria si fue en la prensa, o en algún otro texto -quizá de Isaac Asimov- donde hallé el comentario indicado. Y me sucede, al igual que con esos cajones artesanales, que por mucho que indago, escarbo, vuelvo y reordeno, no consigo encontrar lo que antes anduve buscando!

Hoy mismo, que tengo que renovar una de mis visas para volver a viajar a un país lejano, no consigo encontrar si mi propia persuasión, aquella de que las visas son un concepto más bien moderno y de reciente invención, es algo que lo había dejado guardado en uno de mis “cajones de sastre”, o es más bien parte de unos de esos íntimos convencimientos que he ido abrigando. Ahora sé algo que antes sólo presentía: son documentos con un concepto recién inventado. Nunca dejaré de preguntarme si aquellos salvoconductos y documentos de viaje se convertirán un día en lo que realmente son: sólo vestigio (si no recuerdo) de unos protocolos arbitrarios y artificiales de un mundo sin fronteras, inmerso ya en el camino sin retorno de la globalización…

Quito, agosto 26 de 2013
Share/Bookmark

No hay comentarios.:

Publicar un comentario