11 agosto 2013

¡Inshalá, jabibi!

Postulo que, con la sola excepción de los saludos tradicionales (“salá maleicum”, que quiere decir “buen día” -y que literalmente significa “que Alá le acompañe”-; y, “masalama” que es el saludo de despedida) y del imprescindible “shucran”, que asimismo quiere decir “gracias”, son las voces “inshalla” (o “inshalá”) y “jabibi” -esta última que quiere decir “amigo”, o literalmente “querido”- las palabras más utilizadas, o -si se prefiere- más abusadas, que existen en el idioma árabe.

Con la venia del F de la T, que sabe bastantísimo de todas estas cosas, y de cuya enjundia tengo que estar al acecho (no vaya a ser que me termine corrigiendo), he de inferir que con sólo estos simples términos es suficiente para realizar en Arabia unos iniciales escarceos de supervivencia.

Del “jabibi”, cosa extraña, los moros no dejaron rastro de influencia en nuestra lengua. Si se consulta en el diccionario, asoman palabras como “jabeba” (flauta morisca); “jabino” (variedad de enebro); “jaiba”, el crustáceo parecido al cangrejo que todos conocemos (aunque en el Caribe se lo utiliza también para designar a la persona astuta y marrullera); y “jatib”, que es como se conoce en el Magreb al predicador que se encarga del sermón en la mezquita. Pero de ese “jabibi” (o “habibi”, de acuerdo a la romanización más acostumbrada) no existe, ni se encuentra nada, nadita de nada! Y eso que los latinos en general, somos muy dados a exteriorizar (y hasta a simular) nuestras voces y gestos de afecto.

Del “inshalla”, sin embargo, no solo que hay vestigios; sino que existe un evidente testimonio de que se afincó con fuerza en nuestro léxico. Su impronta no puede esconderse; se evidencia con el uso de una fricativa que nos emparienta con los árabes (la jota): se trata de la voz “ojalá”. Aquel “inshalla” es una expresión que quiere decir “Dios lo quiera” (o, lo permita); algo así como aquel manido “Dios mediante”, pero que es utilizado como prefijo o sufijo en casi todas las oraciones árabes. Es un imprescindible complemento. Es, en cierto modo, el equivalente al “quizá” o “quizás” de nuestra lengua, aunque con un contenido religioso y místico, amparado en lo sobrenatural. Espero no estar equivocado… Inshalá!

Si algo nos llama la atención a los aviadores que operamos en Oriente Próximo, es justamente el uso recurrente de este sustantivo condicional. El tal “inshalá” resulta tan recursivo que se lo llega a utilizar en las propias autorizaciones de vuelo que, como se espera, deberían participar de una fraseología estándar, la misma que tiene un rigor de alcance internacional. “Alitalia 345 está autorizado a su destino, Malpensa, “inshalá”; nivel de vuelo 350; mantenga rumbo de pista; transponder 1234”… Obviamente no le dicen que “ojalá” llegue a su destino; sino que esperan que satisfaga el propósito de su navegación, “Dios mediante”!

No sería extraño que, habiendo ya recibido su autorización de vuelo, los pilotos vuelvan a escuchar la insólita invocación, cuando son autorizados luego para el inminente despegue: “Alitalia 345, autorizado para despegar, “inshalá”. En este caso, la cuasi plegaria no puede quedar completa si el controlador no añade un perentorio: “Luego del despegue, cambie a frecuencia 124.0, querido (“jabibi”)…

Todo esto, que parece solo signado por la hilaridad, excursiona los límites de lo estrictamente anecdótico; es parte de la vida de la sociedad (me recuerda a aquel “Alabado sea Jesucristo” que usábamos para saludar a los hermanos, quienes fuimos “cauchos” de “La Salle”) y los forasteros no pueden menos que terminar acostumbrándose; tanto que -para propia sorpresa- pasan los días y no pueden creer que también lo han empezado a utilizar: “Recibido, hasta mañana querido”!

Jeddah, 11 de agosto de 2013
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