30 septiembre 2013

En el día de la Megan

Hoy es la fecha; o, mejor dicho, la “no fecha”… Aquella de la cual ya deberíamos olvidarnos, la fecha de la cual ya nadie debería hablar. “Quien la oyó, no la pudo pronunciar ya jamás!”. Pero… todo esto es confuso, porque el eslogan que usaron era ese ya famoso, aquel otro del “prohibido olvidar”, con lo que no solo que se han contradicho -con esto del forzado olvido- sino que han soslayado su primera muletilla, aquella copiada de la revolución estudiantil del 68, aquella otra del está “prohibido prohibir”. Por ello que ahora todo nos resulta tan confuso… Entonces, ¿qué mismo hacemos? ¿Olvidamos o habremos de recordar?

Y hoy, que es fin de mes, llega desde ese minúsculo recinto donde vive, allá cerca del mar, el Johann (o se escribe Johan?), el hijo adolescente de la Gris, nuestra fámula servicial. El Johann, es una suerte -siempre ha sido- de edecán-secretario-mascota de mis hijos. Él es un muchacho que aprende fácil; que funge de paje, de acólito o de arréglalo-todo; es un inquieto rapaz que sabe que para vivir mejor en la vida hay que procurar aprender, que hay que saber hacer algo mejor de lo que saben hacerlo los demás. Él es un chico con iniciativa, que fue descubriendo que, en el mundo, a veces resulta necesario eso de saber disimular…

Pero, no me mal interpreten, él no se ha dejado ganar ni por el cinismo, ni por el disimulo, ni por la afectación; todo lo que quiere es llegar a ser un día como el CR7, que son las siglas como se le conoce a aquel formidable futbolista llamado Cristiano Ronaldo y que los aficionados reconocen como a uno de los mejores del mundo. Ronaldo no solo es dueño de una privilegiada habilidad, sino que se ha convertido en lo que los chicos, como el Johann, un día quisieran llegar a ser… Ronaldo tiene “su pinta”, se viste con lo que quiere, maneja un Ferrari y se hace acompañar por nada despreciables modelos. Por eso el Johann trata también de vestirse como el portugués, se peina con idéntico estilo y se adorna la oreja con un rutilante adminículo que solo se lo retira cuando lo reprende su mamá…

Lo que yo no me acuerdo es por qué es que uno de mis cuñados dice que el CR7 se le parece (o dijo que le recuerda?) al que sabemos… a ese otro personaje de similares iniciales cuyo nombre ya casi no nos lo permiten mencionar! Y, a decir verdad, yo no sé qué mismo es lo que le encuentra de parecido, ni en el peinado, ni en el color de los ojos… Quizá sea esa manera matadora con que CR mira la barrera; en cómo se retira de la pelota con parsimonia, cuenta cinco pasos en reversa, levanta una ceja, toma una cuota opulenta de aire, corre, dispara y ya está! El resto es la algarabía desenfrenada de sus parciales, el desborde de esa su mueca de suficiencia, y ese gesto tan suyo con la mano, como diciendo: ¡Tranquilos, que ya llegué! ¡No se preocupen, el rey ha llegado y ya por siempre se va a quedar!

Aparte de eso, no les encuentro la supuesta semejanza. No les hallo el parecido. No visten camisas similares, ni su catadura refleja algo que pudiera verse como una nota de identidad. Lo único, pudiera ser la forma de la quijada. A no ser que fuese aquel otro gesto, esa arrogante apostura, que define a los “quitarán-de-áhi” (así, con acento en la “a”). O, tal vez sea que a ambos les gusta correr junto a las bandas, para -con poco disimulo- cambiarse de lado y luego “tirarse en diagonal”. Sí, ahí hay un cierto parecido: en querer el control exclusivo del balón, en buscar siempre un nuevo tiro libre con esas sus aparatosas caídas, que dicen más de su histrionismo que de la torpeza o del persistente acoso de su confundido rival…

¿O será que?...  Quizá se parezcan en que a ambos les gusta ser el foco de la controversia y estar en el ojo del huracán! Les fascina estar siempre en el “área de candela”… Ahí, al más mínimo roce, fingen que les han derribado en forma aleve y, no contentos con que les regalen el penal que buscaron, quieren convencernos que los defensas quisieron atentar contra su vida, como si ya no nos hubiésemos dado cuenta de su parodia elemental. Por eso, y aunque nosotros ya hayamos olvidado su cómica caída, ellos siguen empeñados en que no la podamos olvidar! Mientras tanto, hoy la Megan -nombre sajón para una impostura vernácula- ya cumple “sus primeros tres añitos”. Pobre, no vayan a dejarle nunca que pueda aprender a olvidar!

Quito
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