29 noviembre 2013

Pasiones y funambulismos

Quise hablar de esa horrible costumbre de denostar a troche y moche. También de la absurda abulia de la gente, del “silencio de los inocentes” (sintomática forma como se ha traducido del inglés la frase “silencio de los corderos”, o de las ovejas)… Pero, para qué hablar de politiquería! Mejor, hablemos de fútbol!

Nunca me gustó el United, el equipo del Toño Valencia, pero ayer he disfrutado viéndole ganar a su equipo, viendo como le hacía trizas nada menos que al Bayer Leverkusen! Y esto quizá sólo se deba a esas gotas de pasión y frenesí que, con frecuencia, nos provoca el nacionalismo... No se me ha de negar que no se puede dejar de sentir un cierto orgullo al ver a un compatriota que se destaca y triunfa en una tierra lejana. Allá, estando lejos, él cumple con su sueño; separado de su familia, sin el dominio de un idioma que le es ajeno, forjando como varón (con perdón de las feministas) una estadía y un modo de vida en una sociedad que le es extraña, donde debe ser arduo -para un muchacho aldeano como es él- poder adaptarse. Sí, en ello hay un mucho de coraje y de valentía. Yo sé lo que es eso...

Da gusto ver lo bien que lo que hace. Sin cometer ingenuos errores. Ciñéndose a una estrategia, a esa disciplina que de él demanda quien lo dirige. Y, sobre todo, siendo una pieza importante en el destacado desempeño de su equipo. Basta ver su nueva imagen, el cuidado que ha puesto a su formidable desarrollo físico. Hay en él una renovada presencia que impone un desequilibrio. Su natural habilidad, sumada a aquella contundente forma, marca ahora un factor que se convierte en determinante. Exhibe también algo inédito: una inesperada actitud depredadora, la búsqueda de aportar con goles para sumarlos a esos letales centros suyos que estragan el campo enemigo. Por eso, resulta estimulante observar su contagiosa mueca de realización con la que él acicatea el paroxismo colectivo.

Mayor mérito tiene Antonio Valencia siendo lo que es: un chico que proviene de un estrato humilde, nacido en un pueblo de gente pobre, avecinado al socaire de un campamento petrolero. Porque Lago Agrio es un pueblo preterido, donde la riqueza que ha creado el "oro negro" no ha enriquecido al poblado ni tampoco lo ha favorecido. Por eso, su triunfo es el triunfo de los marginados, de quienes aprenden que cuando la gente se esfuerza el éxito no siempre es esquivo, que la fortuna suele sonreír también a los menos favorecidos... Pero así mismo parece ser que se crean esos referentes que se hacen populares. Así nacen los héroes y así se crean y crecen los ídolos. Y esa es la historia también de cómo se hacen de apoyo y se convierten en populares sus equipos. Justo cuándo parece que han de fracasar, nos asombran con sus hazañas, sus logros y renovados pergaminos.

De niño tuve la sospecha de que el buen fútbol se jugaba en otra parte. Pero pude presenciar aquellos poderosos equipos que venían de Argentina o de Brasil y que se presentaban en el estadio del Batán y, un poco antes, en el ya olvidado del Arbolito. Media canasta de goles era lo que siempre nos encajaban aquellos fantásticos equipos! Quizás por eso, fueron más bien divisas extranjeras las que yo seguí cuando era niño. Reconozco que en ello he cometido un poco de ese feo pecado, ese que en política resulta nefando, aquel habilidoso del funambulismo. Pero nunca me convenció el Manchester United… tal vez por todos esos falsos goles validados, por los penales inexistentes que siempre le concedían, por la lenidad con que le trataban, por el favoritismo de los árbitros, por las ventajas que le otorgaban en la programación del calendario de sus compromisos...

Es evidente que el fútbol es en nuestro país el deporte más popular -esta es una verdad de Perogrullo-. Por eso es que han sido justamente unos pocos futbolistas los que han sabido acaparar la atención y el afecto de un pueblo que siempre ha estado ansioso de encontrar líderes y nuevos ídolos. Y ahí está Antonio Valencia, haciendo felices a los parciales de un conjunto inglés; pero, sobre todo, a aquellos fanáticos de su propia tierra, que viven pendientes de sus triunfos y reaccionan al estímulo de sus gritos de victoria para celebrar con él los logros de su equipo.

Dammam, Golfo Pérsico
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