19 enero 2014

De la ignorancia al disparate

Nada hay tan ingrato e infame como desconocer a los propios padres, con la sola salvedad de quererse inventar otros nuevos… Y es que, querer negar nuestra herencia hispánica, con su caudal de cultura, idioma, religión y costumbres, por la sola estupidez de seguir una fantochada de moda, solo desnuda la estulticia de la que algunos son capaces y demuestra que si algo tenemos hasta para exportar es justamente eso: acomplejados y resentidos, necios impenitentes e ilustres tontos de capirote!

La absurda como inconsulta decisión edilicia de soslayar en forma cínica y harto arbitraria toda una estrofa de un himno cuya letra no es de su autoría, no hace sino reflejar su ignorancia histórica y a los límites que pueden llegar el complejo de inferioridad y el resentimiento. Desconocer un pasado de casi quinientos años de mestizaje que constituye sustento fundamental de nuestra historia, es no sólo un contumaz despropósito, sino también un inútil pataleo sin casta y sin sentido.

Y eso es lo que demuestran nuestros representantes metropolitanos, a más de su carencia de conocimientos sociológicos e históricos: una ausencia de orgullo por su raza, que no es precisamente la autóctona, sino aquella otra cuya fusión se dio en un crisol, que confundió la sangre de los que ya poblaban nuestras tierras con los de un grupo de gente con sus inéditas ilusiones, su valioso aporte cultural y, sobre todo, su magnífica lengua. Y no podemos tapar el sol con un dedo, a pesar de las mitas y las encomiendas, a pesar del oprobio de su sistema de opresión, y de la ignorancia y condición moral de muchos de esos palurdos y advenedizos.

Es fácil dejarse llevar por los complejos que se ponen de moda, pero no podemos olvidar que nuestros rasgos, los de la mayoría de nosotros, no son precisamente indígenas… Nuestros apellidos son -en más de un noventa por ciento- españoles, hablamos una lengua ibérica, y no podemos tampoco olvidar que antes de la llegada de los colonizadores, hace ya casi cinco siglos, los indígenas que poblaron nuestras tierras recibieron a los españoles como a sus libertadores. La realidad histórica demuestra que los nativos habían estado sometidos a una dominación ignominiosa por parte de una aristocracia extranjera: la del imperio inca.

Todo ese aparente esfuerzo, por denostar lo español y considerarlo ahora como explotador y ajeno es, por otra parte, una absurda hipocresía. Sus abanderados son los mismos que visitan los centros comerciales todos los fines de semana buscando formas de indumentaria que los hagan parecer menos indígenas. Estos petimetres son los mismos que son capaces de vender su alma al diablo con tal de poder viajar a la misma tierra de esos "explotadores", cuya pasada presencia ahora denigran, sin advertir que en sus propios ancestros -si alguno lo tienen- existen indudables huellas de que también descienden de aquella misma raza a la que impugnan y rebajan con el insulso ánimo de dizque lavar una afrenta...

Si algo no puede desconocerse en la historia de la humanidad es ese continuo, permanente y perseverante proceso que se conoce como mestizaje. Todos, de una u otra manera, somos consecuencia de la mezcla entre razas diferentes. Ello es parte de la condición humana; con sus guerras y conquistas, con los procesos de movilización y con las invasiones. ¿Qué son, sino mestizos, pueblos como la misma Europa y los EE. UU. de América? Y esto, sin contar con los factores de cruce y trasiego global, hoy -más que nunca- tan vigorosos e incontenibles.

Buscar un rédito con tufillo político, al expresar a destiempo un rechazo por los excesos del coloniaje -muchos de los cuales fueron propiciados por los mismos criollos que abusaron de la gente de su propia estirpe-, es no sólo irresponsable: es torpe, artificioso como toda impostura y, desde luego, también ridículo! Sólo la ignorancia y el complejo de inferioridad pueden tratar de levantar un andamiaje para tratar de elevar una estupidez a la categoría de ordenanza y desconocer una verdad incontrastable: la de que Quito, durante la colonia, fue la primorosa joya que se había convertido en la ciudad preferida por los españoles.

Parece que la estolidez, en maridaje con la ignorancia, tiene arrestos para todo; y que ambas, cuando se juntan, jamás están reñidas con la intrepidez y la osadía…

Sydney
Share/Bookmark

No hay comentarios.:

Publicar un comentario