14 enero 2014

Gota a gota

Pom, pom, pom, pom… Barán, barán, barán…
Poro, pom, pom, pom… Barán, barán, barán…
Eres la nube blanca, gota a gota vas dejando caer
Sobre mi triste vida mujer, un diluvio de fe…

Con el tiempo me enteré que se trataba de un joropo, que pertenecía a la Trova Yucateca y que se llamaba “Gota a gota”; la había compuesto (letra y música) un tal Juan Acereto Manzanilla y era una tonada que la cantaban "a dúo” un par de cuñados míos. Esto de las comillas, en a dúo, tiene su propósito porque él sólo acompañaba… ella tenía una voz opulenta y armoniosa; él solo sabía esa parte humilde y casi carente de acordes, la del “barán, barán, barán”… Por eso, decían los chuscos, que en las fiestas él se paraba a repartir unas como tarjetas de presentación con su nombre. El membrete advertía “Marido de la cantante”…

He recordado la tonada al revisar un recorte de prensa que he conservado y que hace referencia a la ejecución, por medio de pentobarbital, de Joseph Paul Franklin, un asesino en serie, sentenciado a muerte en Missouri y hallado culpable confeso de un grupo significativo de judíos y gente de color. En la fotografía no parece un condenado; más bien parece un estrafalario integrante de los “Rolling Stones”… El tal pentobarbital es un barbitúrico utilizado normalmente como sedante.

Es interesante reconocer como ciertos medicamentos, administrados en grandes cantidades (o aun en pequeñas, si la exposición es a un tiempo duradero) pueden ocasionar daños irreparables en el organismo, e incluso la misma muerte. No puedo dejar de recordar el comentario que una vez me hiciera un médico, en el sentido que la automedicación en valores exagerados puede producir resultados funestos. “Es lo mismo que tomar tragos, fumar o abusar de las malas noches”, me explicaba, “que uno conjetura que con un poco de ejercicio físico, o cuidando un poco la alimentación y tratando de descansar, uno ya consigue recuperarse”. “Eso no es cierto -sentenció-. Es como sacarle cada vez un nuevo ladrillo a la casa y luego creer que con solo pintarla con frecuencia, ya no pasa nada. La rotunda verdad es que por mucho que se la pinte, la casa un día se desploma y colapsa!”

Pienso en estas preocupantes implicaciones, cuando medito en el daño aparente que me producen ciertos “potenciadores de sabor” (flavor enhancers) y algunos condimentos alimenticios que contienen glutamato monosódico (MSG), y que se utilizan especialmente en restaurantes y en la comida que sirven en los aviones -ingrediente al que soy particularmente intolerante-; y no puedo sino reconocer mi propio escrúpulo (francamente hipocondríaco, si no también paranoide) en cuanto a mi convencimiento de que algo que ingiero en Quito -y quizá muy probablemente en mi propia casa- es culpable de mis ocasionales desarreglos digestivos. Asunto que lo compruebo cuando estoy sujeto a dietas distintas o de carácter diferente, lo cual corrobora mis insólitas aprensiones. Sí, gota a gota…

La ejecución de Franklin ha sido la primera en Missouri en cerca de treinta años. Tenía sesenta y tres años (edad peligrosa) y había cometido una monstruosa serie de asesinatos en cadena entre 1977 y 1980. Finalmente fue apresado y luego condenado por haber dado muerte a un ciudadano judío en una balacera que él, Franklin, había iniciado en calidad de francotirador en las afueras de una sinagoga. El asesino habría asumido su culpa en un total de casi veinte crímenes! Era la primera vez que se utilizaba en Missouri la mencionada droga (su uso está prohibido en Europa). Antes se usaba una combinación de tres drogas distintas; hoy los fabricantes se han excusado de proveer en el futuro el popular anestésico a las cárceles.

Así ha terminado la macabra historia de la vida de Joseph Franklin, como la de un triste “rolling stone”… Pom, pom, pom, pom… Barán, barán, barán…

Sydney
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