13 enero 2014

Más allá de la sonrisa

Hubiese querido titular esta entrada como “De partos y maternidades”, pero he advertido que ya habría utilizado un encabezamiento similar en otra entrada previa. Y así he descubierto también, y sin que me lo haya propuesto, que habría repetido idéntica nomenclatura para otros dos artículos distintos. Esto no creo que demuestre que uno se vaya quedando “sin temas” de comentario o reflexión, como en la práctica a veces sí sucede, sino que con el tiempo uno pierde cierta prolijidad y quizá transige a una tendencia de volver sobre los mismos temas…

Hoy quisiera contarles de un episodio deportivo relacionado con mi actividad golfística, asunto que sucedió hace pocas semanas. Esto, si es que “confrontarse verbalmente” puede ser considerado también como parte de lo intrínsecamente deportivo… Sucede que iba subiendo con mis demás amigos de “foursome” el hoyo 17; yo había ido a parar con mi primera bola en la laguna para entonces… Estaba el asunto tan, pero tan, competitivo que cuando esto aconteció, uno de mis contrincantes respondió con un comentario irónico, no pudiendo disimular su alegría. Pero nada estaba dicho en el partido, y su primera bola fue también a dar en medio de unas hierbas altas que por ahí separan al 17 con el hoyo vecino.

Fue cuando, mi ocasional rival utilizó una bola de alivio (pérdida de un punto); y me pareció oportuno consultarle que cuántos golpes tenía (lo hice transigiendo a la tentación de la malicia)... Él me contestó que “tres, pero tú en cambio ya vas en cinco!”. La verdad es que hasta ahí solo había contabilizado tres golpes, pero no quise contradecir su propio conteo, porque me pareció que su aparente error era solo parte de su socarrona y consabida estrategia… Sin embargo, al finalizar el hoyo, y al realizar las cuentas de rigor, él disputó mi propio puntaje aduciendo, con su ya conocido e inveterado carácter pugnaz: “No eres más que un tramposo! ¿Dónde habrás aprendido a jugar?”, con lo que sugería mi supuesta deslealtad en la competencia. Yo, ingenuo, seguía pensando que era solo parte de su estrategia!

Empero, en el ánimo de crear un momento de distensión, más que en el deseo de incordiar, le contesté que si había algo que nos diferenciaba, era que “mientras él había aprendido a jugar en la quebrada de Jerusalén, yo había ido a jugar de niño en el parque de la Alameda”… Un profundo momento de silencio fue seguido de pronto por una categórica celebración a mi improvisada picardía. Él dejó pasar otros pocos segundos, como sin atinar a qué contestar y súbitamente respondió: “¡Claro, cuando tu suegro era “chapa” (guardia o vigilante) de la maternidad!”. Pasaron otros segundos y la carcajada esta vez si que fue sonora, aunque tardía, y se prolongó en el tiempo… Era que mi adversario demostraba que no estaba dispuesto a perder y que me había salido con un auténtico “parto de los montes”.

Es probable que pocos quiteños sepan que la quebrada de Jerusalén fue conocida primero como Ullahuanga Huaicu (Quebrada de los Gallinazos) o Ullahuanga Yacu (yacu es río) y bautizada también como “Quebrada de la Chorrera” (algunos dicen que “de la Cantera”); y, por otro nombre, como “Quebrada de Jatuna” (tal vez corrupción de “Cantuña”, voz indígena que quiere decir chorrera). Se dio en llamarla “de Jerusalén” o “del Robo” porque allí, hacia 1649, se habría construido la capilla de Jerusalén, en el lugar donde se habían recuperado ciertos artículos sagrados sustraídos en un sacrílego robo que se efectuó en el convento de Santa Clara. El obispo Cuero y Caicedo la habría remodelado hacia 1802 y por eso sería conocida también como: “Capilla del señor Cuero”.

Hace exactamente cien años la quebrada daría paso a un relleno; y es lo que hoy se conoce como avenida 24 de Mayo. Pero no se debería confundir “Cantuña” con “Sanguña”, o “Zanguña”, que así es como se llamaba a la quebrada Grande, o del Tejar, que cruzaba la ciudad de occidente a oriente y era la más importante de las tres que existían. Esta atravesaba cerca de la Plaza Mayor o Grande. Los indígenas la conocieron como Pilis Huaicu o “Quebrada de los Piojos”. Fue también conocida como “de la Alcantarilla” y correspondería, en parte, a la actual calle Mideros.

Sydney
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