14 febrero 2014

Los nombres y sus caprichos

Nunca había oído hablar de aquella novela -y ni siquiera de su título- hasta que uno de mis hijos vino una noche a ponderarme de su adolescente y rebelde espíritu; quería comentarme de su trama y contenido. Estaba escrita por uno de esos autores que prefieren hacerse conocer por sus iniciales; sólo más tarde supe que ellas correspondían al nombre de un escritor extravagante, caprichoso y un tanto enigmático y amigo de vivir recluido: Jerome David Salinger. Aquella novela se había convertido en una suerte de símbolo emblemático, en especial para la juventud americana. Su título original rezaba: “The Catcher in the Rye”.

No sé si yo mismo tuve una obra preferida en mi primera juventud (eufemismo con el que quiero referirme a mi adolescencia). Probablemente estuve muy ocupado con las obras de Ignace Lepp, Emmanuel Mounier y Pierre Teilhard de Chardin, todos filósofos franceses que en esos años representaban la vanguardia cristiana frente al pensamiento de la post-guerra, y que fueron además una respuesta al existencialismo. Jugando a no quedarme rezagado en los coloquios a los que asistía en esos días, imagino que habré devorado muchas de esas obras; y que incluso, luego de subrayarlas, algunas de ellas también las habré releído…

Lo cierto es que no albergo ese orgullo de proclamar que tal o cual obra fue la que marcó el inicio de mi juventud, o que se constituyó en mi novela favorita. De modo que cuando leí, empujado por la curiosidad, aquel pequeño librito que había dejado por ahí abandonado el menor de mis hijos, me dejé llevar por la intriga de saber el porqué de su sugerente título. La verdad es que sólo con la revisión de la novela descubrí que aquello de “catcher” (que es una posición en el juego del béisbol), hacía referencia a un propósito que se fija el protagonista, que se promete cuidar de unos muchachos que juegan en el borde de un desfiladero.

Por eso es que, cuando encontré la obra ya traducida al español, me pareció como demasiado literal el nombre que le habían asignado. “El guardián entre el centeno” era un título un tanto artificial, que en la práctica no traducía la intención que habría tenido J. D. Salinger. De hecho, me daba la impresión que distorsionaba su espíritu. Sin embargo, tuve que reconocer que era difícil, con harta probabilidad, encontrar un mejor título. Similar impresión me produjo más tarde encontrar traducida la obra de Oscar Wilde, “The Importance of Being Earnest”, como “La importancia de llamarse Ernesto”, y no como “La importancia de ser serio”, que es lo que literalmente significa. Aunque debí reconocer que sin la ayuda de aquel capricho, la traducción tampoco hubiese logrado su cometido.

Hoy mismo he recordado lo antojadizos que pueden ser ciertos nombres -sobre todo en la traducción de sus títulos- cuando me han preguntado si conozco de un vino español llamado “Mas La Plana”, de la casa Torres. Claro que lo conozco, he respondido; es más, he tenido la fortuna de paladearlo en algunas ocasiones y puedo decir, sin querer caer en aspavientos, que es uno de mis favoritos. En cuanto al nombre… no creo que merezca una traducción; sólo sé que el “mas” estaría ahí no como adverbio de comparación, sino como conjunción adversativa. Aunque intuyo que se ha de tratar de un apellido catalán compuesto; y, si bien la frase pudiera tener algún significado, no creo que quiera expresar nada explícito.

Lo que sí sé es que “Mas La Plana” tiene un muy conocido abolengo. No es un vino de las cepas españolas tradicionales -tempranillo o garnacha-; es un Cabernet Sauvignon de renombre, que se disimula porque se lo expende en la botella tradicional de los vinos de Borgoña (Burgundy). Se cuenta que en 1979 se lo presentó a uno de los más famosos concursos franceses y que nadie hubiese imaginado no solo que resultaría ganador, sino que se convertiría en uno de los más codiciados vinos de esa patria famosa por los Rioja y los Ribera del Duero.

Nota adicional: siete años y medio después, he descubierto de manera casual el significado de "mas". Lo he tomado de un artículo perteneciente a Anatxu Zabalbeascoa ("La montaña hace la casa", El País, 01 de julio de 2021), transcribo la parte pertinente: "Mas -(es) el nombre que en Cataluña, Valencia y parte de Aragón reciben las explotaciones agrarias, su vivienda y las casas colindantes-, deriva del latín mansus que significa permanecer". Es una especie de quinta o estancia, añadiría yo. San Rafael, domingo 15 de agosto de 2021.

Jeddah, Arabia


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