28 febrero 2014

Sobre piratas y calaveras

Si usted mira un cráneo desnudo, querido amigo lector, lo primero que se va a preguntar es por qué es que las calaveras ostentan ese como mohín festivo, esa misteriosa sonrisa. Pero, este no es asunto de broma; la verdad es que, aunque el tiempo pasa, no puedo olvidar que en mis tiempos de escuela, tuve que dormir cerca de los vestigios de algún alma bendita que, por un incierto e insospechado motivo, fue a dar -con parte de sus huesos- en el "cuarto de atrás", un diminuto dormitorio que había junto al patio posterior de la casa donde vivía mi abuela.

Es siempre probable que la osamenta haya ido a parar en esa casa como un trofeo de guerra… Me explico: teníamos un tío que se le había dado por la medicina, lamentablemente aquellas imponderables circunstancias de familia lo habían desviado hacia los torturadores placeres de la ortodoncia y, claro, no le habría quedado más recurso que dedicarse a estudiar para dentista… Ese cráneo era, por lo mismo, una especie de reliquia que había quedado en esa casa, como un rezago de los frustrados coqueteos del tío con el oficio hipocrático.

Lo cierto es que la calavera era parte de la decoración de aquel claustro esperpéntico. Lo que ahora no entiendo es por qué fue que no nos habíamos desembarazado de aquel residuo óseo a tiempo. Pero... dicen que los hombres se acostumbran a todo; y, quizá por ello, yo -muchacho que quería esconder mis miedos y temores- me había acostumbrado también a dormir con esa pieza de color amarfilado que decoraba mi escritorio, tan espartano y austero...

Creo que con el tiempo aquella inocua calavera se convirtió en mi personal amuleto. En aquellas noches oscuras y solitarias ella se fue transformando en una especie de instancia protectora contra nuevos fantasmas o aparecidos. Fue desde siempre un ángel guardián que había ya marcado territorio y no estaba dispuesto a conceder hospedaje a un nuevo e invasor espectro. Ahí estaba… con esa su inescrutable sonrisa, que parecería ser la impronta de todo esqueleto.

He pensado hoy en "mi calavera favorita" cuando me he puesto a indagar acerca de la historia y motivo para que se exhiba un hueso craneal -a más, claro, de dos tibias acomodadas en forma de equis-, en la insignia tradicional que enarbolaban piratas y bucaneros. He descubierto que incluso aquel emblema tiene un nombre propio y distintivo -realmente, un nombre y apellido-. Lo han bautizado de "Jolly Roger", y aquí les va un poco de información con respecto a su usanza:

Su imagen macabra tenía el propósito de disuadir a quienes eran atacados por aquellos bribones desalmados, los bucaneros, de que estos no habrían de concederles “cuartel", y de que no les perdonarían la vida. Parece que las primeras banderas piratas no fueron negras sino escarlatas. Su nombre era realmente "jolie rouge" (francés por “roja bonita”) y luego, al pasar al inglés, este nombre se habría deformado. Pero, no hay que confundir este “jolie” con el apellido adoptado por una tal Angelina, una corsaria afortunada que suele asesinar con la mirada y la sola ayuda de sus labios turgentes, gracias a una patente que le ha otorgado ese monarca que gobierna desde el castillo del capricho y que llaman destino…

Además, hay quien sugiere que el nombre pudo haber derivado de "Old Roger", una voz anglosajona que solía emplearse para referirse al diablo. Aunque, hay también quien insinúa que el nombre hace honor a un pirata de verdad, a un tal Ali Raja, un bandido tamil que alguna vez aterrorizó al Océano Indico. Creen otros, sin embargo, que aquello de "jolly" (alegre, como adjetivo en inglés) le viene por la mueca inconfundible de la calavera. Sonrisa que fue “diseñada” con la sola intención de engatusar a los incautos (“jolly”, como verbo transitivo).

Hoy el emblema ya no asusta. Los aviadores sabemos que es un símbolo usado para advertirnos de la presencia de substancias tóxicas o venenosas. Ya no se lo utiliza como amenaza de abordaje, aunque sí como claro distintivo de peligro.

Jeddah, Arabia
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