14 abril 2010

Los diez mandamientos

Ahora sí, hablemos en serio. Hablemos de los diez mandamientos. Me pregunto si son realmente diez, los mandamientos del Decálogo. Y yo creo realmente que no. Es más, si me hubieran preguntado lo mismo en la escuela, hubiera respondido que son sólo tres, que “los diez mandamientos de la ley de Dios son tres”, a saber:

Amar a Dios sobre todas las cosas;
Santificar las fiestas del Señor; y,
Honrar padre y madre.

“Por qué, niño Vizcaíno?” Me hubiera consultado, entre sorprendido e incrédulo, el Hermanito Tancredo; y yo le hubiera respondido que los demás, es decir los otros siete, no son realmente mandamientos; que son más bien impedimentos, que son prohibiciones, pero nunca mandamientos!

Hoy hago esta reflexión, porque estoy persuadido que para mucha gente, lo más importante parecería ser el tratar de evitar el mal; y, por ello, no nos hemos concentrado lo suficiente en hacer el bien y en procurar lo bueno. Cuánto más efectiva sería una religión positiva, que nos orientaría hacia el camino de cómo hacer el bien, y nos inspiraría en la dirección de las acciones virtuosas. Que, en suma, no nos estuviera amputando con sus preceptos negativos: no jurarás, no matarás, no robarás, no mentirás, no fornicarás, no codiciarás lo uno, ni tampoco codiciarás lo otro…

Vivimos en una sociedad donde sólo una de cada diez oportunidades, tenemos la opción de decir no a lo negativo; pero tenemos, en cambio, nueve de cada diez, la simple opción de tratar de conseguir algo en beneficio de nuestros semejantes, se llamen parientes, vecinos o conciudadanos; o simplemente miembros de nuestra colectividad. Quizás así entenderíamos mejor lo provechoso que es hacer el bien, lo importante que es ser un buen hermano y buen vecino, lo importante de la generosidad para con el que menos tiene, lo gratificante de ir enriqueciendo un sentido de grupo, de entidad, de patria, de comunidad. Los hogares serían más felices y las naciones más habitables. Habría más bienestar, paz y justicia; y el mundo sería menos desordenado e imperfecto.

Cuando Moisés subió al monte Sinaí, por cuarenta días con sus cuarenta noches, Yahvé le habría entregado un “decálogo”, que en griego quiere decir “diez palabras”, este estaba escrito en sólo dos tablas de piedra. Pero, al bajar de la montaña, encontró que el pueblo estaba adorando a un Becerro de Oro. Enfurecido el profeta con la impiedad y deslealtad del pueblo, destrozó las tablas que contenían los divinos preceptos. Las tablas fueron reeditadas nuevamente; pero yo tengo la sospecha que ya no respetaron la escritura original; y, probablemente, se acudió a diez nuevas frases completas para explicar al pueblo el sentido de las primeras palabras originales. Desde entonces los mandamientos adquirieron ese carácter negativo; un carácter de condena que creó un espíritu culpable Un carácter de veda y de prohibición, que no propició la satisfacción vital, sino un confuso y abyecto remordimiento.

Cuánto más simple hubiera resultado que se conserve el contenido primordial de aquellas diez primeras palabras fundamentales; y que los mandamientos básicos hubieran simplemente exhortado más o menos así:

“Adorarás a Dios, Santificarás sus fiestas, Orarás, Venerarás, Curarás, Amarás, Dirás la verdad, Regalarás, Respetarás, Serás honesto”.

Tan sólo diez palabras, convertidas en nuestra lengua en menos de veinte, por las limitaciones expresivas de nuestros verbos. Pero… es siempre probable que Moisés, pronto haya caído en cuenta que los humanos tenemos más miedo al castigo, que a encontrar un estímulo en la recompensa. Y, en la segunda edición de las lajas del Convenio, prefirió escribir toda esa nueva literatura llena de prohibiciones y de advertencias, que constituyeron los primeros mandamientos.

Estoy convencido que Moisés era un hombre sabio y bueno. Además lo habían escogido como conductor porque era un ciudadano justo y recto. Imagino que había comprendido que la misión principal del líder, del líder auténtico y verdadero, era la de convocar y persuadir; la de orientar e inspirar a su pueblo; la de motivar a su gente, más que con las palabras, con la fuerza bondadosa del ejemplo. Pero, debe haber comprendido también las limitaciones humanas que todos los mortales tenemos. Quizás a esto se deba el carácter prohibitivo de los preceptos contenidos en la segunda tabla que se obligó a publicar, como parte del compromiso contenido en el Convenio. Moisés debe haber advertido lo cómodos y complacientes que podemos ser los humanos cuando no se define con claridad lo que nos está vedado. Entonces es cuando atropellamos el bienestar de los otros; cuando ponemos por delante nuestro egoísmo, ambición y vanidad; cuando tomamos, sin que nos asista derecho, lo que sabemos que es ajeno, que no es nuestro.

Así y todo; qué diferente sería el mundo y la vida de los hombres, si en lugar de estos rotundos “no” de los mosaicos mandamientos, el mundo podría conducirse por positivos preceptos. Los mandamientos no serían tan complejos; y verbos como “trabaja, ayuda, ama, complace, colabora y construye” quizás ayudarían a conseguir el beneficio bondadoso de la más simple de las éticas morales que los humanos podamos ejercitar. Los mandamientos nos ayudarían a mejorar, con su música de exhortación y estímulo. Qué fuerza tendrían! Qué formidable sería su sustento!

Procura hacer el bien! Trabaja, comparte y ahorra! Haz un esfuerzo y empéñate por ser mejor! Ayuda a los demás! Colabora con el bienestar ajeno! Sé compasivo y misericordioso! Actúa a mi imagen y semejanza! Sé justo, equitativo y bueno! Algo así deberían rezar los otros siete mandamientos… Los hombres sentiríamos que ellos propiciarían en nosotros un permanente estado de reflexión; además de la renovación continua de un propósito, al que podríamos dedicar nuestros mejores y más loables esfuerzos.

Trata, procura, intenta! Tu puedes mejorar el mundo. Tu puedes colaborar. Tu también puedes hacerlo! Quizás ese sería el más humano de los mandamientos…

Sydney, 14 de Abril de 2010
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1 comentario:

  1. Nunca habia pensado en los 10 mandamientos como sentencias negativas/positivas, creo que voy a pedir prestado la idea para escribir un articulo sobre esto... :O)

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