25 abril 2010

Nomenclaturas

En los últimos días he estado firmando estas notas desde ciudades y lugares, cuya escritura castellana es un tanto diferente. He escrito, por ejemplo, Shanghai; añadiendo una “hache” intermedia, que resulta ajena a nuestro idioma. O, he usado Anchorage, a pesar de que he estado tentado a deletrear Ancoraje, palabra nuestra que quiere decir lo mismo, es decir anclaje (en inglés, anchor se pronuncia “ancor” y quiere decir ancla). De modo que, antes de seguirlo haciendo; o de revisar este procedimiento, me gustaría hacer unas pocas reflexiones respecto a la nomenclatura de ciertas ciudades que se conocen en forma distinta, de acuerdo al idioma en que sean mencionadas.

Como contaba alguna vez mi cuñado Juan (QEPD), el caso más sorprendente quizás resulte el de esa ciudad occidental de Alemania escogida por los reyes germánicos, para ser coronados durante gran parte de la Edad Media. Me refiero a la pequeña ciudad favorecida por sus baños termales, que los romanos habían bautizado en latín como Aquis-Granum. Era esta una ciudad preferida por un rey franco, a quien luego convirtieron en santo: Carlomagno (pocos conocen cual fue la fuente de su santificación; y ya nadie se acuerda que lo nombraron santo). El ordenó la construcción de su catedral en el siglo octavo y ya para esas épocas, la palabra Aquis, o Aachen en alemán, se había deformado en el francés Aix. Así es como Aachen paso a ser conocida en inglés y en francés como Aix-le-Chapelle.

No sorprende tampoco que haya devenido en Aquisgrán o Aquisgrana, como se la conoce en los idiomas latinos. Aachen, o Aken, o Akwizgran, o Aix-le-Chapelle, o Aquisgrán fue la ciudad preferida por quinientos años por los reyes germánicos para coronarse, sabedores como eran que esta coronación implicaba también una distinción mas importante: la regencia del Sacro Imperio Romano. Pero lo que aquí importa no es la historia, sino esta como manía, este complaciente relajamiento que en el nuestro, y en todos los idiomas, nos lleva a deformar y alterar los nombres originales, por el sólo beneficio de una pronunciación que fuera mas entendible y fácil de expresar.

Es comprensible la traducción directa (Países Bajos, por ejemplo) y aún el cambio por aproximación fonética (Borgoña, Bretaña); pero… qué marca la aproximación o el exceso? Es necesario y justificable que digamos Inglaterra en lugar de England, por ejemplo? Y, como traducir o aproximar Dutchland o Netherlands, que es como también se conoce a Holanda. Quizás como Ducterra? No sé! En todo caso, me pregunto, es todo este esfuerzo arbitrario y antojadizo realmente deseable y conveniente?

Corea, para citar un caso de los que conozco, se auto-define como Han-Guk (la tierra de los Han), donde se habla el Han-Gul (la lengua de los Han); pero hemos preferido llamarle con otro término que resulta más fácil talvez de recordar y pronunciar. En uno de los últimos mundiales de futbol, los aficionados japoneses no coreaban a su equipo con el grito de Japón, Japón, lo que se oía era un Nipón, Nipón, que a veces sonaba más como Ilpón, Ilpón! Yo mismo, me lleve la sorpresa de mi vida una tarde en Boston, cuando me invitaron a ver al incorregible señor Maradona y a su compañeros de la selección argentina de fútbol, que se enfrentaban, en un estadio acondicionado para el efecto, a la débil selección de Grecia. Las barras de apoyo del equipo europeo estimulaban a su cuadro deportivo con el canto de Hellas, Hellas! Tardé un poco en darme cuenta que esta era la palabra que los auto-identificaba como al pueblo de los helenos. Los vecinos inmemoriales del Mar Egeo.

Cuando he ido a la tierra de mis probables antepasados (Vizcaíno es vasco) no deja de llamarme la atención como el término vasco Bizkaia (Vizcaya) se haya transformado y alterado con tan sólo pasar a otro idioma vecino como es el castellano. Resulta contradictorio pero el término es mejor respetado en el inglés (Biscayne) que en las lenguas españolas. Mi apellido mismo, que supuestamente es un apelativo toponímico, no obedece a la forma como los de Euzkadi (el país de los vascos) conocen a su tierra. Y es que en España en un tiempo se dio por apellidar como Vizcaíno a todo el que parecería provenir de esos lares.

Pero, como lo comprobé en Santander que está en Cantabria, todos los “bascos” o vascos pueden ser “vizcaínos”, pero no todos los Vizcaínos, son necesariamente vascos. Juan de la Cosa, por ejemplo, propietario y capitán del buque insignia del primer viaje de Colón a lo que después se vino a llamar América, era realmente un cartógrafo que se llamaba Juan de Vizcaíno y que no era vasco sino cántabro!

Pero no quería hablar de historia ni de genealogías. Quería hablar de la deformación que tienen las palabras que definen la toponimia; y como estos nombres se van deformando en forma caprichosa con la traducción o la necesidad de pronunciarlos en otro idioma; y me ha pasado como con los sueños y los delirios, que uno se pasa de una parte del cuento a la otra, sin que medie ninguna relación o nexo. Pero, así como me sorprende cuando se hacen traducciones caprichosas, también me llama la atención cuando no se las hace. Los Estados Unidos están llenos de pueblos y localidades que llevan nombres en otros idiomas, especialmente en español, y nadie ha hecho (felizmente) ningún esfuerzo por traducirlos o por intentarlo. Muestras al canto: Los Ángeles, Las Vegas, Palo Alto. Nadie, que yo sepa, está interesado en cambiar estos nombres por “The Angels”, “The Lowlands” o “High Stick”...

Lo que he empezado a sospechar es que estas variaciones en la morfología o la estructura de las palabras, tienen también una base anatómica. Ciertos idiomas requieren de una como predisposición de la lengua y la garganta para obtener una pronunciación auténtica y adecuada. Los latinos tendemos a pronunciar la “a” inglesa como una “a” abierta, cuando su pronunciación en esa lengua es, en la mayoría de los casos, casi la de una “e”. Los italianos se “comen” las haches en inglés (no dicen “heading home”, por ejemplo, sino “eding ome”). Los coreanos terminan sus palabras siempre con una vocal; no se les hace fácil decir “lunch” o “approach”, dicen algo parecido a “lonchu” o “approachu”.

Para los chinos es virtualmente imposible pronunciar mi nombre, “Alberto”. Las “eles” y las “eres” son muy suaves y casi no se discriminan en el mandarín y en los dialectos chinos. Así que pronuncian cualquier cosa, menos Alberto. Dicen algo que suena más o menos como “chin-chin”, que se escribe más o menos así: 庞锁会; y que talvez quiera decir solamente eso. O sea “chin-chin”…

Anchorage, 26 de Abril de 2010
Share/Bookmark

No hay comentarios.:

Publicar un comentario