13 abril 2010

Sujeto y predicado

Podría decirse que se ha convertido ya en su frase favorita; o, dicho con mayor exactitud, en su palabra predilecta. Porque si alguien le pregunta a Felipe que cómo se siente o que cómo anda; el va a responder casi invariablemente que “cansaaaaado”. Así, arrastrando la palabra; como reteniéndola en forma tortuosa y agobiante; como impulsándola poco a poco y lentamente; como sosteniéndola con los dientes entre la garganta y los labios. La pronuncia así, como si alargara la segunda vocal; como si pidiera una tregua con un raro silbido. Entonces, si se le inquiere, él contesta, desde la profunda caverna de su agotamiento: “cansado, cansaaaaado”! Es por eso que ahora en casa, hay que hablar muchas veces entre murmullos y obligarse a un voto temporal de silencio, porque ahora “el Cansado” se encuentra “cansado”. Podría entonces concluirse que él ha convertido en sujeto lo que antes era sólo predicado. El Cansado, está “cansaaaaado”!!!

Y a mí, me preocupa mucho esto de sus continuos e inexplicables cansancios. Es que, él es un chico que no sale nunca, que no anda jamás con amigos, que nunca llega tarde, que hay que insistirle para que acolite alguna vez a tomarse un trago! Hay ocasiones, en las madrugadas, que escucho un ruido en la puerta de la casa; y es Felipe que está saliendo, cuando otros muchachos recién estarían entrando. “Soy yo, Pa”, me dice, y me explica que está yendo a retirar “la primera edición de la panadería”. Y yo me digo para mis íntimos y sorprendidos adentros: “Caramba, qué hijo que tengo! Vaya, qué maravilla es este muchacho!”

Su cansancio es sólo superado por su infinita modestia. Sucede que, a veces se escuchan unos lamentos en el cuarto de baño. No son otra cosa que sus quejidos desesperados. Intuyo que se ha visto en forma casual, otra vez en el espejo; y, cuando me acerco a comprobarlo, observo que se cubre el rostro para disimular su dolor lacerante y sólo alcanza a emitir un: “Me duele, me duele, me duele la cara de ser tan guapo”. Pobre Felipe! Mientras otros viven entre la ira y la esperanza, o entre el desdén y el desprecio; él vive entre su mágico y argentino espejito del cuento de Blancanieves y estos, sus incomprensibles cansancios! Pero, todo ello tiene una larga historia. Una historia con la que un día, él pasara a la historia. Y ya, no como Felipe el Hermoso, o Felipe el del Arco; y ni siquiera como Felipe el Inefable; sino llana y simplemente como “Felipe el Cansado”.

Por esto es que me animo a hacer esta breve apología; que va mucho mas allá de la distinción gramatical entre sujeto y predicado. En la escuela nos enseñaban las partes de las que se compone la oración, para que esta pudiera tener sentido completo; a más de coherente significado. “Chicos, qué es el predicado?”, nos preguntaban, y el coro de la clase respondía: “predicado es todo lo que se dice del sujeto”. “Y entonces, qué es sujeto?”, nos averiguaban, y el clamor del coro repetía: “Es la persona, animal o cosa de quien se afirma, se niega o se dice algo”. Me propongo pues, en esta ocasión, “decir algo” del “sujeto”; aunque corra el riesgo de que “mi defensa” se convierta en un largo e inconveniente “predicado”. Estoy conciente que mi exaltación puede desbordar los limites de los conceptos; hasta llegar al fácil terreno de la imprudencia; pero invoco la misma precaución de García Lorca, en La Casada Infiel, y aspiro a que “la luz del entendimiento me haga ser muy comedido”… Vaya, que difícil recado!

Porque “el sujeto” a quien hoy nos referimos, y de quien ahora “predicamos”, fue primero un famoso y pundonoroso guardameta que no se dejaba hacer goles ni por los delanteros más reputados. “Oro, oro, oro, mi arquero es un tesoro”, repetía la muchedumbre enardecida; y así fue, cuando justo se ganó el bien merecido remoquete de “Felipe, el del Arco”. Luego vino un “interregno” de ínfulas empresariales y actividades obrero-patronales que inclusive involucraron a nuestra empleada de servicio; a quien él había contratado para su sociedad mercantil de elaboración de “empanadas para entrega directa y a domicilio en todo el barrio”. Esta había sido una etapa fugaz, aunque le había dejado réditos económicos muy altos. Pronto, nuevas inquietudes, le hicieron descubrir sus escondidos encantos. Así fue como, la era de Felipe de las Empanadas o de Felipe el Generoso, dió paso enseguida a la etapa de sus primeras salidas, de sus primeras enamoradas y de sus primeros episodios románticos. Fueron aquellas, épocas realmente hermosas e inolvidables. Épocas en las que el buen Felipe, o “Felipe el Inefable”, habría de irse, en forma sucesiva, enamorando. O, como decimos en casa: “embelenando”, “enmatilando” y “encamilando”.

Surgió por ese entonces su primera dirección cibernética; aquella de (felipebsc-arroba-hotmail.com). Que, aunque los entendidos están convencidos que quería decir “Barcelona siempre campeón”; era realmente la premonición, que él habría tenido, de los que serían sus futuros enamoramientos emblemáticos. Sí, porque yo también estuve persuadido que lo del sugestivo “BSC”, era más bien el secreto acrónimo de las iniciales de las jovencitas, que a su turno, habrían de seducir en el futuro su agobiado y “cansaaaaado” corazón; es decir: Belén, Sorentilda y Camila (pero verán, no irán a contar a nadie!). Agraciadas damitas todas ellas, que, en su momento, fueron descubriendo sus innegables y seductores encantos. Lo de “Barcelona siempre campeón” quedó pues, ya sólo para disimular; ya que aquella era una meta deportiva altamente improbable, dado que la condición politiquera de los dirigentes de su adorado equipo torero, había convertido el “slogan” del cuadro porteño en un logro inalcanzable. De todas formas, las siglas han pasado ahora a representar una cosa muy distinta. Porque BSC, sólo quiere decir que Felipe “bastante se cansa”; manera como él mismo ha conseguido corregir su propia ortografía escolar en la frase “bive sólo cansado” (sic).

Sobrevuelo el Golfo de Carpentaria, en el nororiente de Australia, mientras termino este breve relato. Una íntima urgencia me invita a ir al baño. Son las cuatro de la mañana y estoy ya por concluir este viaje tan largo, pesado e inaguantable. Entro al baño y descubro un individuo que me atisba con curiosidad desde el otro lado del espejo. De pronto, siento también un extraño e indescriptible dolor en el rostro. Advierto que está a punto de estallar el azogue en el que ahora me reflejo; entonces, me doy cuenta que también me duele la cara. Compruebo con horror, que me duele la cara porque… estoy cansaaaaado! Muy cansaaaaado!

Sydney, 12 de Abril de 2010
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