14 junio 2011

Arriba los inconformistas!

Se repitió esta vez la historia! Y ni siquiera cambiaron los actores. Lo único que cambió fue el improbable resultado. Dos equipos habían llegado a la final del campeonato americano de básquet: los “Mavericks” de Dallas, en representación de la conferencia Oeste, y los Miami “Heat” representando a la conferencia del Este. El sistema de eliminación establecía que se coronaría campeón el equipo que llegaría a ganar cuatro de los programados siete partidos. Y ayer, los de Dallas se tomaron la revancha de la desilusión que habían sufrido en manos de Miami hace media docena de años. Los “Mavericks” visitaron Miami en el sexto partido de la serie y se coronaron campeones por primera vez en su historia!

Parece que “Maverick” es un termino relativamente nuevo. Tendría que ver con un ranchero tejano de idéntico apellido que se negaba a marcar su ganado. Desde entonces quedó la palabra para designar a alguien no ortodoxo y original, a alguien excéntrico e “inconformista”. Ser un “Maverick” equivale a ser un libre pensador. Nosotros lo calificaríamos quizás de revoltoso, alborotador, retobado o sedicioso. Más o menos como cuando endilgamos a alguien el calificativo de “chico problema”. Los franceses usan una expresión parecida: “Enfant terrible”.

Yo me hubiera “conformado” con el triunfo de los de Miami (talvez por aquello de la sangre latina); pero el “inconforme” de mi hijo Felipe les estaba apostando a los de Texas. Luego de concluido el partido, los aficionados que respaldaban al equipo tejano, festejaban y cantaban vivando a sus “inconformistas”. Es cuando, al meditar en el sugestivo nombre del equipo campeón, me puse a pensar en porqué es que la sociedad cree que el conformismo no es algo bueno; y, a la vez (vaya aparente contradicción!) que no es recomendado el ser percibido como un libre pensador, como un rebelde o como un inconformista… De nuevo, se trata aquí de dos distintos conceptos? Será que uno de ellos ha sido distorsionado? O, en todo caso, cuál mismo es la diferencia? Es justo y coherente exclamar: “Viva la santa conformidad!”; y a la vez proclamar un: “Arriba los inconformistas!”?

Por eso es que hoy he amanecido triste y, sobre todo, confundido. Porque en casa siempre me dijeron que era una virtud la conformidad, pero que también lo era el tener ambiciones en la vida, luchar por los ideales, reclamar las injusticias, no aceptar una obra como terminada y concluida; en suma saberse identificar como un espíritu emprendedor y también… inconformista! A ver, a ver, en qué mismo quedamos! A qué mismo tengo que propender? Acepto todo con la resignación y conformidad que supuestamente caracterizó a Job, el paciente personaje bíblico, o reclamo por lo que es susceptible de mejoras y exhibo mi inconformidad, aun a riesgo de que me vuelvan a tildar de “quisquilloso”, revoltoso e inconformista?

Se habla, por ejemplo, del conformismo indígena como algo peyorativo, como una de las causas del subdesarrollo en América Latina; pero, a la vez, se aprecia y se reconoce a alguien como virtuoso, cuando sabe encontrar una resignada cuota de conformidad en las desgracias o en las dolorosas experiencias… Por ello es que resuelvo que sí, que se trata de que estaríamos hablando de dos conceptos diferentes que solo tienen identidad en apariencia. Así, la conformidad con el dolor y la tragedia, la resignación bíblica, solo tendría que ver con la tolerancia personal respecto a la adversidad y al sufrimiento. Pero “la otra” conformidad tendría que ver más bien con nuestra incuria, negligencia y pereza; con nuestra dejadez y falta de humana ambición para crecer como personas y para ayudar a crecer a las instituciones de las que somos parte; tendría que ver con nuestra complicidad y responsabilidad con los males que nos aquejan.

Por esta aparente contradicción semántica, es que no vemos a los inconformistas con buenos ojos en la sociedad. Mas, si bien lo meditamos, a ellos debemos los cambios, avances y mejoras, las nuevas ideas, las renovadas conquistas, los nuevos beneficios que caracterizan al progreso. Poco sabemos de los riesgos y vicisitudes que los rebeldes habrían tenido que pasar, las privaciones que habrían tenido que soportar, para ofrecernos con su perseverancia, nuevos motivos para que nosotros, con justicia, tengamos que hacerles la reverencia de nuestro reconocimiento. Ellos consiguieron lo que consiguieron porque les impulsaba su inconformidad, porque su visión fue la fe en una realidad distinta. Por todo ello, les debemos profunda gratitud a esos inconformes y pioneros.

Pero cuando hablamos de la otra inconformidad, la que está relacionada con la carencia de resignación espiritual, ésta solo puede llevarnos a la desesperación y a la amargura. Esa falta de conformidad nos hace codiciosos y envidiosos, un mal que tiene características tropicales y multicolores, porque nos lleva a ponernos “rojos de las iras” y “verdes de la envidia”… No sé de dónde salió esto, de que la envidia era de color verde… Pero, debe tratarse de un verde bilioso y opaco, que refleja morbidez; no el color vivo que se le suele asignar a la esperanza…

Llego a la conclusión final que muchas veces se emplea un mismo término para referirse a distintos conceptos. En el primer caso, se podría aplicar el antiguo proverbio: “Yo me puse a llorar en la puerta de mi casa porque no tenía zapatos, hasta que pasó un hombre que no tenía pies”. En el segundo, bien podríamos adaptar un sabio consejo moral: “Ayúdate a ti mismo, que yo te ayudaré”. Por eso, aunque encuentre bendición de la Providencia en mi conformidad, aun cuando tenga que resignarme a las pérdidas de mis equipos favoritos; siempre estaré dispuesto a proclamar las esforzadas jornadas del espíritu con un rotundo y sonoro “Abajo la conformidad! Que vivan los inconformistas!”

Anchorage, 15 de junio de 2011
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