24 julio 2012

Una extraña forma de amputación

No sé dónde era que el Pelado aprendía las cosas que yo todavía no sabía, pero lo cierto es que cuando yo recién me enteraba de algo nuevo en la escuela, él o ya lo sabía o ya se había enterado por algún previo e inexplicable método. Fue difícil, por lo mismo, no ir creando con él esa afinidad, o cierta complicidad, que poco a poco nos fue identificando en nuestros primeros años de colegio. Ambos habíamos aprendido a jugar básquet en forma prematura: él, porque para todo tenía habilidades naturales; y yo, por la simple razón que vivía frente con frente a la escuela. Un cierto día, el profesor encargado nos había estado observando en el recreo; de ahí en adelante, habríamos de quedarnos para las prácticas todas las tardes: nos habían escogido para formar parte de la selección del colegio.

Fue así que, mientras una tarde tomábamos una ducha luego del acostumbrado entrenamiento, descubrí que algunos de los otros muchachos tenían “ahí abajo” algo diferente a lo que yo desde temprano me había percatado que tenía. O, dicho de mejor forma, se me había revelado que ellos carecían de algo que yo sí tenía; y que, al ellos carecer de eso, hacía que “ese algo” se viera un tanto feo, porque se exhibía como rebanado o como descubierto… Así es como me percaté, a una edad emparentaba con la de acceder a la secundaria, que aquello era la consecuencia de un procedimiento médico, al que se sometía a algunos varones luego de su nacimiento, y que se lo llamaba con el nombre de “circuncisión”. Lo supe porque me lo dijo mi profesor adoptivo: aquel precoz Pelado, por supuesto!

Pero fue muchas décadas más tarde, una noche que hojeaba la sección cultural del Straits Times, que habría de enterarme que la circuncisión no había estado solo reservada a los varones; y, claro, como ya no se encontraba a la mano mi amigo de la infancia, no le pude consultar si esto que contaba el periódico era realmente cierto… Ahí se comentaba que la MGF afectaba a un alto porcentaje de mujeres -alrededor de ciento cincuenta millones-, que habían sido sometidas durante sus primeros años de vida, a un procedimiento quirúrgico que obedecía, más que a una costumbre religiosa, a una forma de tradición social que consistía en cortes, recortes o modificaciones de sus órganos genitales.

Cuando regresé a casa, corrí a buscar información que me aclarara e informara todo lo concerniente a este sistema de mutilación, sus variaciones; así como sus motivos o pretextos. Era evidente que no solo había estado mal informado -a la sazón era ya lo que llaman por ahí un “hombre de edad mediana”-, sino que la costumbre no era exclusiva de sociedades aisladas y pequeñas, o de un reducido número de personas. Es más: la llamada circuncisión femenina era un práctica muy popular, ejercitada por amplios sectores de culturas avanzadas, o en países considerados liberales y pertenecientes a sociedades desarrolladas en el mundo.

Grande fue mi asombro y estupor cuando, luego de consultar la enciclopedia, me pude percatar que existían varias formas, cada cual más desconcertante, de esta insólita forma de amputación. Me ilustré que la circuncisión femenina abarcaba una amplia gama de procedimientos, que variaban en grados de severidad, desde un ligero corte en la capucha del clítoris al corte total de los genitales externos o la costura de la propia abertura vaginal. Se conocía a esta ajena costumbre como ablación o mutilación genital femenina (MGF, por sus iniciales en español).

Al revisar la información proporcionada por la Organización Mundial de la Salud, me encontré con que existían diversas clases de circuncisión: “la escisión del prepucio, con o sin escisión parcial o total del clítoris; la separación del prepucio y clítoris, junto con la extirpación parcial o total de los labios menores; la escisión de una parte o de la totalidad de los genitales externos; y la sutura o estrechamiento de la apertura vaginal (la llamada infibulación)”.

Además, me topé con que habían otras formas que se encontraban todavía sin clasificar, entre las que se incluían “pinchazos, perforaciones o incisiones del clítoris o de los labios menores; estiramiento del clítoris o de los mencionados labios; cauterización mediante abrasión del clítoris y los tejidos circundantes; raspados del orificio vaginal o cortes de la vagina; e introducción de sustancias corrosivas en ella, para ocasionar sangrado, o de hierbas con el fin de reforzar o producir estrechamientos de la vagina”. En fin, una serie de procedimientos que no siempre se los realizaba con asistencia médica adecuada…

Esto de la MGF creo que no sabe todavía el Pelado; y estoy seguro que cuando lo sepa, me va a reclamar que de gana he incluido tanta “mala palabra” al revelar mi inaudito descubrimiento…

Neu-Isenburg, 24 de julio de 2012
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