30 julio 2012

Estribos y estribores

Me encuentro concluyendo ya el proceso de certificación de mi licencia de piloto de aerolínea para los estándares de la Comunidad Europea. Esta sería, si no miento o me equivoco, la sexta homologación profesional que he realizado en mi vida (USA, Ecuador, Corea del Sur, Singapur, China e Islandia -en ese orden-). Mi empresa responde a las regulaciones de la comunidad anotada; y los estándares que ella está obligada a cumplir, pertenecen a lo que se conoce como JAR (por Joint Aviation Rules). Sería incontable el tiempo que he asignado a esas distintas certificaciones; sobre todo, si supondría que las hubiese tenido que realizar en forma acumulada; o si sumase, como continuo, todo ese tiempo…

Tengo la suerte de que mi actual “compañero de yunta” sea un muchacho muy bien portado y responsable, de nacionalidad española. Es valenciano, pero vive en Alicante. Si algo disfruto, de mis entretenidos paliques con él, es el uso de todas esas hermosas palabras que ya no incorporamos a nuestro uso coloquial en el Nuevo Mundo. Términos como farragoso, trabuco o impronta, me distraen para indagar por el paralelo o alternativa, y me hacen saborear ese regusto que deja la utilización de una lengua tan rica y enriquecedora como es la nuestra.

Mi copiloto usa con más propiedad palabras castizas y no cede con facilidad a la traducción literal anglosajona (como con tanta frecuencia ocurre con el léxico de carácter técnico). No dice nariz, por ejemplo, sino morro o proa; no cede al uso de derecho o izquierdo, sino que utiliza los más adecuados de estribor o babor. Con él coincido en que estribor es una voz tomada del inglés -y este a su vez del holandés-; que viene de “starboard”, a su vez deformación de “steerboard”, y que quiere decir “lado del timón”. Como se sabe, la inmensa mayoría de los hombres somos diestros y la ubicación del timón de mando fue diseñado para hacer más fácil que los marinos puedan acoderar en los muelles, por el lado que manejan. El “otro lado”, el que da hacia el puerto, se conoce como “port” (en origen, el que queda a las espaldas o “back-board”, que en castellano ha devenido en babor).

Esta inquietud me ha llevado al origen de la palabra similar “estribo”, sobre todo porque si la etimología sería coincidente, significaría un implemento que tendría o sugeriría dos adminículos ubicados en el lado derecho. Pero no, la voz estribo parece provenir de la lengua de quienes primero supieron utilizarlo: un pueblo ávaro, emparentado con los mongoles. Era un pueblo de jinetes que fueron los precursores de montar a caballo y usar simultáneamente las dos manos, lo cual les dio una enorme ventaja militar y estratégica; ello solo fue posible cuando inventaron el uso de los estribos, y así les fue posible usar el arco y la flecha…

Cuando se lee a David Keys, en su “Orígenes del mundo moderno”, se descubre que hubo una catastrófica erupción del volcán Krakatoa en el siglo VI, que pudo haber obligado a los ávaros a desplazarse hacia occidente. Ellos habrían sido luego desplazados hacia el norte oriental de Europa por los turcos. Más tarde, luego de la muerte de Atila, habrían asimilado a los hunos; y así, “hunos y otros” se habrían encargado de dar a conocer los estribos a Europa y al resto del mundo. Hoy se discute si algo que no parece relacionado, como aquella terrible erupción, pudo haber influenciado en otros asuntos, sin conexión en apariencia, como la peste bubónica, el nacimiento del Islam o la caída de Teotihuacán…

Fuere lo que fuere, lo que sí es cierto es que esto de mi certificación ya va por el estribo (estoy a punto de apearme). A propósito de “estribos”, nunca es bueno “perder los estribos”. Por eso, es pertinente reconocer que aunque la palabra “estribo” pudiera estar relacionada con otras -como aquella de “estribaciones”-, nada tiene que ver en cambio con la de “estribor”.

Espero no haberme puesto muy “farragoso” con la esforzada explicación…

Neu-Isenburg, julio 30 de 2012
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